Entre todas las teorías por las que uno puede interesarse en el momento de ponerse a dieta, la de los alimentos con calorías negativas es, de lejos, la más golosa. Según el razonamiento que la sostiene, existen comidas tan poco energéticas que el organismo utiliza más calorías en digerirlas y asimilarlas que las que dichos alimentos proporcionan. El resultado es que comer estos productos no solo no aporta ni una caloría al organismo, sino que hace que las pierda. Parece el mejor camino para perder peso. De hecho, parece demasiado bueno para ser verdad, y por eso un grupo de científicos ha decidido comprobar si la teoría es cierta.
Los supuestos alimentos de calorías negativas se caracterizan por tener mucha agua y fibra, así como poco o ningún contenido de grasa. Son viandas como el brócoli (que también tiene su lado oscuro), la lechuga, el pepino, el apio y el pomelo, que incluso podría ayudar a dejar de fumar. Los científicos no han prestado demasiada atención a la teoría que inspira una dieta perfecta para adelgazar, pero ahora, según el nuevo trabajo tienen argumentos para desmentir el sueño de cualquier persona que se pone a dieta porque, como revelan sus resultados y, en palabras de Calderón de la Barca, "los sueños, sueños son".
La exigua, pero real, energía de 3 kilos de apio
Los investigadores no han hecho pasar hambre a ninguna persona, ni han trastocado sus costumbres en el terreno de la nutrición. En lugar de seres humanos, han estudiado el efecto de estos alimentos en reptiles de la especie Pogona vitticeps, más conocidos como dragones barbudos. No es que estos animales se parezcan a las personas, ni en el lugar que ocupan en el árbol de la vida ni en sus costumbres a la hora de comer (muchos ni siquiera tienen dientes porque engullen la comida sin masticar). Pero comparten con las personas características interesantes: tienen un tracto gastrointestinal y un proceso digestivo similar al de los mamíferos. Además, no ponen pegas a ciertos alimentos: pueden comer todo el apio que uno les ponga delante, lo que es de mucha utilidad para estudiar la teoría de las calorías negativas.
Los científicos dieron de comer a un grupo de los barbudos reptiles, originarios de Australia, el 5% de su peso en apio. Luego calcularon las calorías que habían asimilado y hallaron que habían retenido el 24% de la energía de las comidas en las que estos alimentos fueron los protagonistas. Con todo, los científicos dejan claro que no pretenden acabar con la esperanza de quienes recurren a este tipo de productos para hacer dieta. "Aunque este estudio desmiente la validez del apio y otros alimentos conocidos como de calorías negativas, estas comidas sí contribuyen a generar un balance energético negativo y, por lo tanto, la pérdida de peso", dice el texto que han dado a conocer en bioRxiv, un repositorio de artículos científicos que no han visto la luz en una revista científica.
El motivo principal es que la energía para hacer la digestión es una mínima parte de toda la que el cuerpo emplea a lo largo de una jornada, así que el apio sigue siendo uno de los alimentos más útiles para quien quiere minimizar calorías. Según datos de los investigadores, 3 kilos de apio darían la energía justa para que una mujer de 60 kilos aguantara 6 horas de inactividad, y una persona tendría que comer unos 12,6 kilos de apio para superar las calorías que gasta en un día. Vivir con esa dieta sí sería milagroso (aunque hay cosas ricas con las que ponerse morado sin engordar).
LA VERDAD DE DIEZ ALIMENTOS CONSIDERADOS DE CALORÍAS NEGATIVAS
El nuevo estudio no se ha limitado a computar las calorías que los lagartos asimilaron del apio. Los investigadores también han calculado cuántas calorías retendría una persona con otros nueve alimentos que suelen ponerse como ejemplos en la teoría de las calorías negativas: el brócoli, las zanahorias, los tomates, los pomelos, el melón, las manzanas, el pepino, los arándanos y la lechuga. El resultado: asimilamos entre el 19 y el 50% de las calorías de estos alimentos -que, por otra parte, no siempre cuentan igual.
Entre todas las teorías por las que uno puede interesarse en el momento de ponerse a dieta, la de los alimentos con calorías negativas es, de lejos, la más golosa. Según el razonamiento que la sostiene, existen comidas tan poco energéticas que el organismo utiliza más calorías en digerirlas y asimilarlas que las que dichos alimentos proporcionan. El resultado es que comer estos productos no solo no aporta ni una caloría al organismo, sino que hace que las pierda. Parece el mejor camino para perder peso. De hecho, parece demasiado bueno para ser verdad, y por eso un grupo de científicos ha decidido comprobar si la teoría es cierta.
Los supuestos alimentos de calorías negativas se caracterizan por tener mucha agua y fibra, así como poco o ningún contenido de grasa. Son viandas como el brócoli (que también tiene su lado oscuro), la lechuga, el pepino, el apio y el pomelo, que incluso podría ayudar a dejar de fumar. Los científicos no han prestado demasiada atención a la teoría que inspira una dieta perfecta para adelgazar, pero ahora, según el nuevo trabajo tienen argumentos para desmentir el sueño de cualquier persona que se pone a dieta porque, como revelan sus resultados y, en palabras de Calderón de la Barca, "los sueños, sueños son".
La exigua, pero real, energía de 3 kilos de apio
Los investigadores no han hecho pasar hambre a ninguna persona, ni han trastocado sus costumbres en el terreno de la nutrición. En lugar de seres humanos, han estudiado el efecto de estos alimentos en reptiles de la especie Pogona vitticeps, más conocidos como dragones barbudos. No es que estos animales se parezcan a las personas, ni en el lugar que ocupan en el árbol de la vida ni en sus costumbres a la hora de comer (muchos ni siquiera tienen dientes porque engullen la comida sin masticar). Pero comparten con las personas características interesantes: tienen un tracto gastrointestinal y un proceso digestivo similar al de los mamíferos. Además, no ponen pegas a ciertos alimentos: pueden comer todo el apio que uno les ponga delante, lo que es de mucha utilidad para estudiar la teoría de las calorías negativas.
Los científicos dieron de comer a un grupo de los barbudos reptiles, originarios de Australia, el 5% de su peso en apio. Luego calcularon las calorías que habían asimilado y hallaron que habían retenido el 24% de la energía de las comidas en las que estos alimentos fueron los protagonistas. Con todo, los científicos dejan claro que no pretenden acabar con la esperanza de quienes recurren a este tipo de productos para hacer dieta. "Aunque este estudio desmiente la validez del apio y otros alimentos conocidos como de calorías negativas, estas comidas sí contribuyen a generar un balance energético negativo y, por lo tanto, la pérdida de peso", dice el texto que han dado a conocer en bioRxiv, un repositorio de artículos científicos que no han visto la luz en una revista científica.
El motivo principal es que la energía para hacer la digestión es una mínima parte de toda la que el cuerpo emplea a lo largo de una jornada, así que el apio sigue siendo uno de los alimentos más útiles para quien quiere minimizar calorías. Según datos de los investigadores, 3 kilos de apio darían la energía justa para que una mujer de 60 kilos aguantara 6 horas de inactividad, y una persona tendría que comer unos 12,6 kilos de apio para superar las calorías que gasta en un día. Vivir con esa dieta sí sería milagroso (aunque hay cosas ricas con las que ponerse morado sin engordar).
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Los cinco nutrientes que necesitamos para vivir, en qué alimentos están y cómo funcionan
Estos son los verdaderos 'ingredientes' de la comida para que no le falta de nada a tu dieta
¿Somos lo que comemos o somos porque comemos? En la era de la nutrición a la carta, de dietas inverosímiles, falsos gurús de la dietética y preparados alimenticios milagro a gogó, recuperamos el rumbo apuntado a lo más elemental: los nutrientes necesarios. ¿Es normal añadir proteína al batido mañanero? ¿Qué vitaminas nos estamos zampando cuando nos tomamos un complemento? ¿Sabemos verdaderamente lo que nos hace falta?
Punto número uno, los nutrientes no se llaman así por capricho ni por el marketing de la industria alimentaria. "Son la parte útil de los alimentos para nuestro organismo y son necesarios para la vida", explica el médico especialista en endocrinología y nutrición, y vocal de Comunicación de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, Francisco Botella. Los nutrientes son esenciales para el crecimiento, la reproducción y la buena salud, e incluyen desde el agua a los macronutrientes -las proteínas, los carbohidratos y las grasas- y los micronutrientes, que son las vitaminas y los minerales.
Asegurar la ingesta de macronutrientes es sencillo, probablemente porque los vemos a simple vista en el plato: un plato de pasta para ganar todas las carreras, un filete de ternera, un vaso de leche... Pero, ¿qué pasa con los micronutrientes, las imperceptibles vitaminas y minerales, absolutamente necesarios para la vida? "Una sencilla y efectiva manera de asegurar una ingesta suficiente de micronutrientes es variar nuestra alimentación todo lo que podamos. Tenemos la suerte de que los micronutrientes están muy repartidos dentro de las familias de alimentos, por lo que si comemos la cantidad suficiente de ellos y variamos nuestra elección, llegaremos a la necesidades de micro y macronutrientes fácilmente", apunta el académico de la Academia Española de Nutrición y Dietética Javier Marhuenda. Con todo, y para no fallar en la planificación de la dieta, nunca está de más revisar con los expertos esta parte importante de la esencia de nuestra supervivencia.
Proteínas, cemento y ladrillos para el cuerpo
Son moléculas grandes y complejas, están formadas por cadenas de aminoácidos y cumplen varias funciones críticas en nuestro organismo. Las proteínas proporcionan una estructura y un soporte a las células, ejercen una función defensiva (anticuerpos), enzimática, reguladora (muchas hormonas son de naturaleza proteica) y de transporte (por ejemplo, acarrean el oxígeno).
Existe un mínimo de estas moléculas necesarias para la vida. Algunos de los aminoácidos que las forman se llaman esenciales porque, a pesar de que los necesitamos para nuestra supervivencia. no los producimos de manera natural, así que tenemos que incorporarlo a través de la dieta. Estos aminoácidos esenciales se encuentran en alimentos como el pescado (sobre todo en el azul), en la carne (tanto roja como blanca), en los huevos y en los lácteos, indica Marhuenda.
¿Qué pasa entonces con dietas restrictivas como la vegana, en la que no hay consumo de productos de origen animal? "Las proteínas de origen vegetal son de menor valor biológico, lo que significa que su proporción (que no cantidad) de aminoácidos esenciales es menor. Las personas que sigan una dieta vegana deben acudir a la complementación de proteínas", asegura el endocrino Francisco Botella. El médico ilustra este importante punto nutricional del veganismo con un ejemplo: "A la harina de trigo le falta lisina y a las legumbres metionina. Si las combinamos, lo que le falta a un alimento se lo da el otro, y juntos consiguen cubrir esas necesidades. Una persona vegana que combina adecuadamente las fuentes vegetales de proteínas puede perfectamente tener todos los aminoácidos esenciales".
Carbohidratos, la gasolina que se convierte en azúcar
Son la fuente más importante de energía. El sistema digestivo convierte los hidratos de carbono en la glucosa que utilizan nuestras células, tejidos y órganos. Como el cuerpo humano es sabio y precavido, almacena el azúcar extra que ingerimos en el hígado y en los músculos, para cuando nos haga falta. Además, bastantes evidencias científicas sugieren que los granos integrales y la fibra dietética podrían ayudar a reducir el riesgo cardiovascular. Y aunque los carbohidratos "no son esenciales, ya que somos capaces de sintetizar los que necesitamos, si los excluimos de la dieta podemos llegar a desencadenar una acidosis, [un estado metabólico] que puede provocar graves problemas de salud y fallo orgánico", advierte Marhuenda.
Entre la carbofobia y la ingesta de hidratos de mala calidad a cascoporro hay un justo punto medio idóneo. Fuentes saludables de carbohidratos son las frutas, las verduras, la leche, los frutos secos, las semillas, los cereales y las legumbres. Para obtener el mayor beneficio, estos alimentos siempre hay que consumirlos enteros e integrales.
Lípidos, un debate entre buenos y malos
La industria alimentaria les ha dado mala fama a través de productos bajos en grasa, 0%, light y para colmo, siempre están rodeados de un halo saludable (y tramposo). Pero los lípidos, más conocidos como grasas, son necesarios para nuestra supervivencia. Eso sí, no pienses que comerte el tocino del cocido es un asunto de vida o muerte.
"Las grasas son una fuente importante de energía, ayudan al organismo a absorber algunas vitaminas y minerales, a construir las membranas celulares y las vainas que rodean los nervios. Son esenciales para la coagulación de la sangre, el movimiento muscular y la inflamación", enumeran en una página web de la Universidad de Harvard. Pero el secreto de su aprovechamiento es saber distinguir entre las buenas y las malas. Desde la institución académica americana cuentan que las buenas son las monoinsaturadas y las poliinsaturadas, y que las malas incluyen las grasas trans, de fabricación industrial, y las saturadas, que ocupan un lugar intermedio.
Dentro de las grasas poliinsaturadas, los famosos ácidos grasos omega-3 y omega-6 son de vital importancia. "Sus precursores, los ácidos alfalinolénico y linoleico se consideran ácidos grasos esenciales porque el organismo los requiere para su normal funcionamiento y no se pueden sintetizar endógenamente. Estos solo se pueden adquirir a través de la alimentación", afirma un grupo de científicos españoles en la revista Offarm. Al ser esenciales, los necesitamos para sobrevivir. ¿Dónde encontrarlos? Marhuenda lo aclara: "en el pescado azul, el aceite de oliva virgen extra, el aguacate o los frutos secos".
Vitaminas, pura vida en trece versiones esenciales
Que el tamaño reducido de este micronutriente no te deje engañar, son pequeñas pero (sin ellas) matonas. "Todas las vitaminas son esenciales, como su propio nombre indica; vita significa 'vida", en latín, relata Botella. Y es que junto con los demás nutrientes esenciales, si no las tomamos "morimos de enfermedades carenciales como pueden ser el escorbuto (carencia o escasez de vitamina C) y el beriberi (cuando la vitamina B1 es insuficiente)", prosigue el endocrino.
Existen trece vitaminas esenciales y cada una de ellas cumple una o varias funciones distintas. De modo general, algunos de los procesos más importantes en los que las vitaminas están implicados son la regulación del metabolismo, participan junto con las enzimas en liberar la energía de los hidratos de carbono, lípidos y proteínas de los alimentos, e intervienen en el sistema hormonal. "Todas las frutas y las verduras tienen una cantidad enorme de vitaminas y minerales, sin embargo, hay algunos que son mayoritarios en alimentos animales y cuya presencia debe vigilarse en ausencia de este tipo de alimentos", dice Marhuenda. Y recomienda: "Es importante tener en cuenta que no hay ningún alimento que tenga una cantidad elevada de todos los nutrientes esenciales, y la única manera de lograr ingerirlos es variar todo lo posible nuestra alimentación, no repetir los mismos alimentos constantemente (aunque sean frutas y verduras)".
De entre todas las vitaminas, la D es la que presenta mayor carencia en nuestro país. Paradójicamente, la única vitamina que se sintetiza a través de la exposición solar no abunda en la "playa de Europa". Y es que, además de asegurar una correcta exposición solar con las adecuadas medidas de protección, hay que comer alimentos ricos en esta vitamina, como el pescado azul (mejor con espina), el huevo, la leche, las setas y los crustáceos.
Minerales, los malabaristas del sinfín de funciones
Los minerales, como las vitaminas, "también son esenciales", recalca el nutricionista Javier Marhuenda. Es porque tienen un sinfín de funciones, entre las que destacan el mantenimiento de los huesos, el sistema cardiovascular y el nervioso. También tienen implicaciones vitales en el sistema endocrino y enzimático. Existen dos tipos de minerales. Por una parte están los macrominerales, que deben su nombre a que los necesitamos en mayor cantidad y que son el calcio, el fósforo, el magnesio, el sodio, el potasio, el cloro y el azufre. Por la otra, los oligoelementos, que los necesitamos en menor cantidad y son el hierro, el manganeso, el cobre, el yodo, el zinc, el cobalto, el flúor y el selenio.
Los especialistas hablan de la facilidad de conseguir el aporte de minerales gracias a una dieta rica y variada, pero ¿sucede igual con las dietas restrictivas? Si recuperamos el escenario de la dieta vegana vemos que, según un estudio publicado en The American Journal of Clinical Nutrition, "la eliminación de todos los productos animales de la dieta aumenta el riesgo de ciertas deficiencias nutricionales. Los micronutrientes de especial preocupación para los veganos incluyen las vitaminas B12 y D, el calcio y los ácidos grasos omega-3 de cadena larga. A menos que los veganos consuman regularmente alimentos fortificados con estos nutrientes, deben consumirse los suplementos apropiados. En algunos casos, el estado del hierro y el zinc de los veganos también puede ser motivo de preocupación debido a la limitada biodisponibilidad de estos minerales".
¿COMEMOS TODO LO QUE NECESITAMOS?
Repasado el núcleo duro de los nutrientes necesarios y esenciales queda preguntarnos si siguiendo las pautas de las guías alimentarias nos conseguiremos asegurar un aporte de todo lo esencial. ¿Estamos comiendo lo que nos hace falta y en las proporciones adecuadas? "Cualquier cultura alimentaria, en cualquier parte del mundo, es capaz de tener la suficiencia nutricional para que no falte de nada. ¡Cómo hemos sobrevendido entonces! En nuestro caso, el de la dieta mediterránea, hay que saber que es saludable por encima de las proporciones de nutrientes esenciales", tranquiliza el endocrinólogo Francisco Botella.
Al final, tal y como recomienda el médico, debemos guiarnos por alimentos y olvidarnos de contar nutrientes. "No hay que decir a la gente que coma carbohidratos hay que recomendar patatas o macarrones y tomar más proteína en vez de decir más huevo, carne o pescado", detalla.
Ocho alimentos que nos hacen envejecer más rápido (y por cuáles podemos sustituirlos)
No existe una dieta milagro 'antiaging', pero evitar ciertas comidas hace que la huella del paso del tiempo en la piel sea menos profunda
Prevenir o retrasar el envejecimiento de la piel es algo que genera mucho interés y mueve montañas de dinero: las predicciones apuntan a que el mercado de productos cosméticos y del cuidado de la piel estará valorado en 863 mil millones de dólares en 2024. Son muchos los factores que hacen que nuestra piel tenga un aspecto ajado con el tiempo: la exposición al sol, la predisposición genética, el consumo de alcohol y tabaco, la contaminación, y también la alimentación. Algunos son evitables y contra otros nos podemos proteger, pero con respecto a la comida cabe preguntarse si de la misma forma que hay alimentos que nos hacen envejecer más rápido puede haber otros que lo eviten.
La respuesta es negativa. "No existe una dieta que retrase el envejecimiento directamente" alerta el nutricionista Frank olimpo. Sin embargo, aunque no exista una dieta milagro antiaging, sí podemos evitar ciertos alimentos o sustituirlos por otros más saludables. Recopilamos esas comidas que son auténticas vampiros de juventud y contamos por cuáles podemos cambiarlas.
1. El sirope de agave
Se vende como una alternativa con bajo índice glucémico al azúcar refinado. La premisa es atractiva: procede de una planta. Pero la realidad es que el agave contiene fructosa de forma concentrada (casi 90%) y carece de otros nutrientes como la fibra, proteínas, minerales y vitaminas. En nuestro organismo, este tipo de azúcar puede unirse a los aminoácidos presentes en el colágeno y la elastina que soportan y dan elasticidad a la dermis y generar productos finales de glicación avanzada (AGE, por sus siglas en inglés), que causan estrés oxidativo e inflamación en el cuerpo, según un estudio de la escuela de Medicina del Hospital Mount Sinai (EE UU).
El sustituto: los dátiles. Si eres de los que le añade un buen chorro de agave al bizcocho por eso de que es más sano prueba a evitarlo sustituyéndolo por trozos de esta fruta. "Los dátiles son las frutas deshidratadas con mayor concentración en polifenoles [compuestos bioactivos que protegen a las células del proceso de oxidación]", concluye un estudio publicado en el Journal of the American College of Nutrition. Cada vez hay más literatura científica que arroja evidencia a favor de los beneficios preventivos y terapéuticos de los polifenoles y su uso en tratamientos para los principales factores de riesgo asociados al envejecimiento.
2. Las tortitas de arroz
Se ha encumbrado como el snack saludable. Su popularidad es tal que actualmente se comercializa en múltiples variedades y con recetas variadas: con un glaseado de yogur, con chocolate con leche, con distintas especias, etcétera. Lejos de ser beneficioso, este tipo de preparados tiene un alto índice glucémico y puede causar picos en los niveles de azúcar en sangre. De hecho, como explicó a BUENAVIDA Josefina Vicario, de Clínicas Vicario, "consumidas sin mesura, pueden asociarse al aumento de peso".
El sustituto: las zanahorias. Una buena alternativa puede ser "los alimentos ricos en carotenoides, presentes en muchas hortalizas de color rojo como los tomates o las zanahorias", asegura la dermatóloga, integrante de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) y autora de Blog de Dermatología, Lorea Bagazgoitia. Estos pigmentos naturales tienen un fuerte poder antioxidante y además "reducen el riesgo de quemaduras solares [otro factor de envejecimiento prematuro], aunque nunca sustituyen a la fotoprotección", añade la experta.
3. La mantequilla o la margarina
Desde la Harvard Medical School alertan de que hay que evitar ambos alimentos o tomarlos con moderación ya que son ricos en grasas saturadas. Incluso las que se venden como bajas en este tipo de grasas. En 2015, la revista Photochemistry and Photobiology se hizo eco de un llamativo estudio en el que se evaluaron la influencia de las grasas trans, el daño oxidativo y la función mitocondrial en la piel de ratas expuestas a radiación ultravioleta (UVR). Los resultados mostraron que las grasas hidrogenadas (como las que contienen la margarina y la mantequilla) se correlacionan positivamente con el grosor de la piel y las arrugas.
El sustituto: el aguacate. "La oxidación progresiva de nuestro organismo, provocada por los radicales libres, es la causante del envejecimiento de nuestros tejidos y de la aparición de muchas enfermedades crónicas. Una alimentación adecuada, rica en antioxidantes, puede ayudarnos a mantenernos sanos y con un aspecto más joven durante más tiempo", explica la Izaskun Astoreca Naverán, especialista en medicina estética y nutrición en la Clínica Biolaser. La vitamina E es un antioxidante que se encuentra en alimentos como el aguacate o el aceite de oliva.
4. Las bebidas azucaradas
A estas alturas todos sabemos que las bebidas azucaradas son malas para la salud. Incluso las edulcoradas están en entredicho, como contamos en BUENAVIDA. Y el problema no solo está en el azúcar, las altas concentraciones de cafeína pueden afectar a la calidad del sueño, algo que se "asocia con un aumento de los signos de envejecimiento intrínseco, una función disminuida de la barrera cutánea y una menor satisfacción con la apariencia", concluye un estudio del Cleveland Medical Center, en EE.UU.
El sustituto: el agua. ¿Cuándo dejó de ser popular la esencia de nuestra existencia? Si te produce profundo sopor beber agua sola, prueba añadir rodajas de limón, que, aunque no esté demostrado que adelgace, aporta un toque de sabor.
5. Las patatas fritas
Ni artesanas, ni ecológicas, ni hechas en casa. Las patatas fritas también aportan productos finales de glicación avanzada (AGE), aunque "el principal motivo para evitar el consumo de patatas fritas no es tanto la acumulación de estos compuestos como el hecho en sí de comer patatas fritas ya que tienen una baja calidad nutricional y una alta aportación energética", afirma Ursúa. Este tipo de alimentos está relacionado con el exceso de formación de radicales libres que acortan la vida y envejecen prematuramente la piel.El sustituto: la batata. Este alimento es rico en vitamina C, que ayuda a retrasar la aparición de arrugas, según una investigación publicada en The American Journal of Clinical Nutrition. Aunque tampoco vale hincharse, Ursúa recuerda que "de nada vale que cambiemos las patatas fritas por boniatos para evitar los AGE's si luego estamos todo el día en el sofá".
6. Las carnes procesadas
La Organización Mundial de la Salud ha sido clara: las carnes procesadas no son buenas para la salud. Entre otras cosas, contienen aditivos relacionados con la inflamación y que también pueden dañar el colágeno de la piel (lo que acentúa arrugas y marcas de expresión). También debemos mirar su preparación: "No hay que abusar de tostadas, fritos, ni de alimentos preparados a la brasa", asegura Ursúa, quien aclara que las cocciones a altas temperaturas o quemar los alimentos puede producir compuestos —como la acrilamida— que son dañinos para la salud.
El sustituto: el tofu. Ursúa recomienda como alternativa "una alimentación basada en productos vegetales". Bagazgoitia coincide y aconseja el consumo de "frutas y verduras ricas en antioxidantes". Y si lo que queremos son proteínas, también hay opciones: "Las legumbres también aportan este nutriente", afirma Naverán. Otra opción puede ser el tofu, que —según estudios— tiene propiedades antiinflamatorias. Y si lo vegetariano no es lo tuyo, los expertos recomiendan el pollo o el pavo. Aunque, ojo, que no todo lo que venden bajo este nombre es una opción saludable, como ya contamos en BUENAVIDA.
7. Las chocolatinas
Las barritas de chocolate contienen cacao altamente procesado que ha perdido la mayoría de sus componentes beneficiosos para la salud, como los flavonoides (antioxidantes naturales). Por si fuera poco, contienen grasas hidrogenadas, harinas de baja calidad (cuando hay galleta de por medio) y azúcares añadidos. Un cóctel explosivo.
El sustituto: el cacao puro. O casi. Es la única forma de disfrutar de este manjar de forma saludable. Como hemos contado en BUENAVIDA, la tableta tiene que tener al menos un 70% de cacao para conservar realmente todos sus nutrientes.
8. La sal
El condimento estrella, con el que tenemos una relación demasiado apasionada (los españoles consumimos el doble de la cantidad recomendada, que son 5 gramos diarios), podría ser el causante de lesiones cutáneas producidas por la dermatitis atópica, según apunta una investigación alemana publicada en Science. Las conclusiones demostraron que el cloruro de sodio podría promover las respuestas alérgicas de la piel como es el caso de la dermatitis. Además, alertan desde la Harvard Medical School, este elemento también deshidrata y hace que nuestra piel esté más seca.
El sustituto: el orégano y otras hierbas. La solución a la adicción a lo salado pasa por un inevitable cambio de chip. Los expertos recomiendan sustituir paulatinamente la sal por condimentos o especias que realcen el sabor de tus comidas: "Entre los que usamos de forma habitual para cocinar hay algunos muy ricos en flavonoides como el orégano o el tomillo",
Ocho alimentos que compramos para adelgazar y en realidad engordan
1 Buscar la dieta saludable con el mínimo esfuerzo abre las puertas a los "falsos amigos", esos alimentos cuyo envoltorio o presentación sugieren que no engordan aunque se coman a manos llenas. Pero, al final, muchos de ellos nos enchufan bastantes más calorías, azúcares y grasas de las que creemos. Si eres de esas personas que llenan la despensa de alimentos 'light', convencidas de estar a salvo de los michelines, tenemos malas noticias. "Algunos estudios apuntan a que el consumo de alimentos light puede incrementar el aporte de energía en la dieta, sobre todo con alimentos superfluos", sentencia Manuel Moñino, dietista-nutricionista del área de gestión del conocimiento científico de la Academia Española de Nutrición y Dietética y presidente del Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de Illes Balears. Estos son algunos de los alimentos sospechosos.
22 Así nos cargamos las bondades del 0% de materia grasa
Añadir el símbolo 0% M.G. (abreviatura de "materia grasa") en el envase de un lácteo es uno de los reclamos más potentes, por mucho que la mala fama de la leche entera puede ser inmerecida. Consumirlo no es un problema en sí mismo, "de hecho, es una opción adecuada para la población general", dice el dietista-nutricionista. Lo malo es que, para aumentar la palatabilidad del producto, se le añaden azúcares. "Hay incluso consumidores que le ponen algún tipo de endulzante antes de consumirlo. Si es el caso, siempre en pequeñas cantidades, aunque lo más saludable es añadir frutas frescas o desecadas".
Ensaladas envasadas: cuidado con los tropezones
El aliño y los complementos suelen ser el tentador pecado de las ensaladas listas para el consumo: costrones, cebolla frita, tiras de bacon… Por no hablar de esas salsas deliciosas, con suficientes calorías como para hacer una prueba ciclista de montaña en pleno verano. "En principio, las ensaladas son una opción muy saludable y facilitan el consumo de verduras. Pero, sus aliños y 'tropezones', especialmente los de origen animal, aportan muchas calorías en forma de grasas", revela Moñino. Si elegimos este tipo de ensaladas, lo mejor es aliñarlas simplemente con aceite de oliva virgen extra.
44 Pan sin miga, un clásico que no muere
Si eres de los que sustituye la rebanada de pan por colines o biscotes, replantéatelo. "El pan sin miga tiene más energía que el pan fresco debido a que apenas contiene agua", y la receta suele incluir algún tipo de grasa vegetal (normalmente, aceite de girasol o de palma). "No es el caso del pan tipo wasa, hecho con una mezcla de harinas, granos y semillas (de trigo integral, centeno, avena…) y menos calórico que un biscote. Ahora bien, la opción más adecuada sigue siendo el pan tradicional, especialmente el integral", subraya Moñino.
55 Disfruta el sushi, pero no es la panacea
Para compensar el fuerte sabor del pescado, al arroz se le añade azúcar, lo que, a los ojos de Moñino, tampoco merece la descalificación. "En el marco de una alimentación saludable no es un problema, ya que las cantidades que se suelen comer de forma habitual de esta preparación no son elevadas. Es una opción más recomendable que otros platos a base de carnes con guarniciones de patatas fritas, por ejemplo". En cuanto a las propiedades nutricionales del alga, lo más probable es que ni las cates. Si tu árbol genealógico no ha salido de la vieja Europa, tu intestino no dispone de la bacteria Bacteroides plebeius ni de unas enzimas (las porfirasas) que sí habitan en el tracto intestinal de los japoneses y que les permiten asimilar los nutrientes de las algas. No todo el sushi engorda, no, pero tampoco es la panacea.
66 Patatas 'light', el no va más del etiquetado creativo
Uno de los grandes éxitos de la industria del aperitivo en los últimos años: adosar la palabra light al término "patatas" y eliminar, como quien no quiere la cosa, el apellido "fritas". Esta estrategia crea en el consumidor la ilusión de estar comiendo algo aparentemente ligero como una pluma. Una sensación que aumenta con la textura suave y el tacto seco de estos aperitivos. Y ahí está la trampa: que no deje churretones de aceite y sal como las de la churrería no significa que se puedan engullir a discreción. "Si unas patatas fritas de bolsa tienen una 550 kilocalorías por 100 gramos, las lighttendrían al menos 385. Estas cifras implican aún un contenido energético considerable como para tomar una cantidad elevada. Y mucho menos para incluirlas en nuestra alimentación habitual", advierte el dietista-nutricionista
77 ¿Galletas 'light'? No te fíes Si las galletas María son consideradas erróneamente como una opción saludable, incluso para los bebés, sus primas light suelen colarse entre los aperitivos de los obsesionados por la ingesta de calorías. Mal hecho: light no significa sin calorías. Solo significa "un poco menos" dentro de un panorama bastante calórico. "Reducir un 30% de las calorías suavizando el contenido de grasas o de azúcares no las convierte en una opción saludable. Peor aún si, con la excusa de que son light, se aumenta su consumo. Son alimentos que jamás deben formar parte de nuestra alimentación habitual", subraya el académico.
88 Atiborrarte de mermelada sin ganar kilos... sigue soñando
Un estudio de la OCU revela que una mermelada light (con azúcar y edulcorantes) contiene unos 35 gramos de azúcares por cada 100 gramos, frente a los 50 gramos de una mermelada normal. Aunque no lleve azúcares añadidos, la fruta ya tiene los suyos propios. Y el estudio ANIBES nos recuerda que precisamente las mermeladas ocupan un honorable séptimo lugar entre los alimentos que más azúcar aportan a la dieta de los españoles. Quizá no hemos entendido que el hecho de tener menos calorías no hará que no engordemos con ella.
¿Beber café ayuda a adelgazar?
Hay estudios que sugieren que acelera el metabolismo, y que eso facilita perder peso. Un experto de la Academia Española de Nutrición y Dietética nos ayuda a aclarar esta cuestión
Hay quienes no pueden soportar su sabor amargo y tostado, pero también quienes aseguran que si no se toman uno al levantarse "no son personas". Quienes lo toman solo, al estilo americano o con un poco de leche. Quienes prefieren la comodidad de las cápsulas y quienes optan por prepararlo de una forma más tradicional, con una cafetera italiana. Quienes lo endulzan con azúcar y quienes prefieren los edulcorantes. El abanico de posibilidades para tomar un café es amplio y la bebida tiene cada vez más adeptos, según los datos que maneja la organización sin ánimo de lucro Fórum del Café. Sin embargo, más allá de nuestros gustos, ¿sabemos realmente cómo afecta a nuestro cuerpo esta bebida? ¿Es lo mismo tomarla de una forma u otra? Hablamos con Ramón de Cangas, dietista-nutricionista miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética y doctor en Biología molecular y funcional para que nos explique algunas cuestiones básicas.
El café, que se obtiene a partir de las semillas tostadas y molidas de una planta que recibe el mismo nombre, "es rico polifenoles —que son antioxidantes— y pequeñas cantidades de algunos minerales como potasio, fósforo, selenio y magnesio, algunas vitaminas del grupo B (ácido pantoténico y ácido fólico) y algo de vitamina K". Pero su principal componente, el responsable de que esta bebida sea un reconocido estimulante, es la cafeína. Pero la sustancia no solo se conoce por ayudar a estar alerta, también se le atribuye la capacidad de ayudar a perder peso.
"Algunos estudios científicos lo sugieren, pero no hay suficiente evidencia como para poder concluir que es así. En el mejor de los casos son pérdidas significativas desde el punto de vista estadístico, pero obviamente clínicamente no relevantes", aclara el experto. Es decir, no se puede afirmar que el café tenga la cualidad de acelerar el metabolismo, lo que ayuda a perder peso, ni que hincharnos a café nos ayude a adelgazar.
De hecho, la manera en la que lo tomamos puede provocar el efecto contrario. No es lo mismo tomarse un café solo que uno con leche, y la cantidad de dulce que le pongamos también es un detalle relevante. "Hay estudios que sugieren que algunos componentes de la leche pueden disminuir las eficacia de los del café", dice De Cangas. Y con respecto al azúcar, el experto es claro: "Su presencia incrementa las kilocalorías ingeridas a partir de azúcares libres, algo que no interesa". Recordemos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda mantener su ingesta en un máximo de 25 gramos al día (seis cucharillas).
Tampoco debemos pasarnos con la cantidad de café que tomemos. Aunque el diestista-nutricionista aclara que es difícil medirlo en tazas, la referencia está "entre los 100 y los 300 miligramos de cafeína al día. Debemos procurar no superar esa dosis", asegura. El cafçe es un mundo en el que lo mejor es entrar con un buen guía, pues hay numerosos los trucos para preparar el café más sano y disfrutar mejor de la experiencia.
El cerebro quema en un día las mismas calorías que correr media hora. Entonces, ¿pensar mucho adelgaza?
¿Quema lo mismo hacer las cuentas del mes que una ecuación de tercer grado? ¿Y cuánto influye el tamaño del cerebro?
Pensar cansa, y quien lo niegue es que no se ha pasado largas jornadas trabajando delante de un ordenador, ni ha estado estudiando durante horas ni planificando los pormenores de la reforma de su casa. ¿Cómo va a ser igual de agotador pensar —sin prácticamente moverse del sitio— que machacarse media hora en la elíptica, que una carrera de 30 minutos a una velocidad de 8,5 km/h o que estar casi una hora en la pista de baile dándolo todo? Pues no será igual de cansado, pero se queman las mismas calorías (tomando como referencia un adulto con un cerebro de peso medio, unos 1.400 gramos, y unos 70 kilos).
"El cerebro humano representa, aproximadamente, el 2% del peso corporal, y consume un 20% del oxígeno y de la glucosa del organismo", indica Javier DeFelipe, profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). "En estado basal, el cerebro puede consumir unas 350 calorías en 24 horas, esto es, un 20% de lo que solemos gastar al día", añade Ignacio Morón, profesor de la Universidad de Granada e investigador del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC), un gasto calórico que es equiparable al de las actividades físicas señaladas anteriormente, según las tablas que maneja la Universidad de Harvard.
Todos los procesos fisiológicos precisan energía, aunque "el cerebro es el órgano que más energía consume", destaca DeFelipe, y además está continuamente funcionando, incluso durante la noche, lo que justifica su gran gasto energético. En el cerebro, "se presume que la materia gris [donde se encuentran los núcleos neuronales] consume más energía que la materia blanca [cuya función principal es la de transmitir la información]", explica Morón, "y esto se debe, entre otros factores, a la gran cantidad de sinapsis y mitocondrias de la materia gris, junto al hecho de que la materia blanca es, por diseño, más eficiente y económica".
Ahora bien, el consumo energético cerebral es variable. "Cuando está en modo normal, como cuando vamos caminando por la calle pensando en nuestra cosas, quizá el consumo sea menor, en el sentido de que ninguna zona del cerebro se activa más que otras", ilustra el científico del CSIC. Pero, si de repente comenzamos a resolver un problema, se activa una región concreta y pasa a gastar más combustible. Es como un coche que está al ralentí y cuando se pone en marcha dispara el consumo de combustible. El gasto energético del cerebro se mide por la cantidad de riego sanguíneo cerebral (oxígeno en sangre) y utilizando resonancia magnética funcional y espectroscopia por resonancia magnética.
Entonces, no todos los trabajos deberían quemar las mismas calorías cerebrales. ¿Gasta más un investigador que está inmerso en la búsqueda de errores genéticos que causan una enfermedad rara (por poner un ejemplo de observación de una cantidad ingente de datos) que un administrativo dedicado a la expedición del NIF (una tarea, a priori, más rutinaria)? El profesor de la UGR suaviza la comparación y aclara que "es la tarea intelectual, más que el oficio o el trabajo en sí, lo que determina el gasto energético, y puede ocurrir que un administrativo tenga más gasto energético".
Lo que sí admite Ignacio Morón es que "una hora de trabajo intelectual intenso consume prácticamente la misma energía que una hora de trabajo físico intenso", y si además la actividad intelectual es prolongada en el tiempo y con un plus de estrés añadido —"la famosa presión del jefe para que termines la tarea ¡ya!", ilustra—, gasta más energía.
Puestos a teorizar, y dada la eterna polémica entre la existencia de un cerebro femenino y otro masculino, ¿hay diferencias entre sexos en cuanto a gasto energético cerebral? Una revisión de miles de escáneres llevada a cabo por investigadores de la Universidad de Edimburgo no ha encontrado tal diferencia, pero sí un tamaño mayor para el cerebro de ellos. Javier DeFelipe, que dirige el departamento de Neurobiología Funcional y de Sistemas del Instituto Cajal, confirma que "ambos tenemos los mismos consumos calóricos cerebrales", y que en todo caso tal vez se podrían establecer ciertas diferencias en cuanto al tamaño (el de la mujer, de unos 100 gramos menos), aunque "es mayor la diferencia de tamaño de los cerebros entre la población general", como recoge en su artículo sobre la evolución del cerebro, y en el que se muestra que el de Lord Byron pesaba 2.200 gramos frente a los 1.100 del escritor y Premio Nobel Anatole France.
Para Andrés Catena, director del CIMYCC, una hipotética diferencia entre hombres y mujeres en el consumo energético cerebral podría deberse a las "variaciones de niveles hormonales asociados al ciclo femenino". En cualquier caso, insiste en que "el consumo energético depende más de las tareas que realice el cerebro que de otros factores", y un mayor tamaño cerebral del varón "no significa que será más eficiente, sino que puede estar más ligado a factores evolutivos relacionados con aspectos como la actividad muscular necesaria para realizar labores pesadas".
El cerebro devora glucosa, pero no, pensar no adelgaza
El combustible del cerebro es la glucosa, de la que obtiene el ATP (adenosin trifosfato) necesario para realizar todos los procesos metabólicos. Un cerebro adulto consume unos 5,6 miligramos de glucosa por cada 100 gramos de tejido cerebral al minuto.
Sin embargo, ahora que el azúcar está en el punto de mira se puede deducir que prescindir de ella puede afectar al rendimiento del cerebro, una hipótesis que nos preguntamos en BuenaVida (si el cerebro necesita azúcar para funcionar, ¿por qué tenemos que dejar de comerlo?) y que descartan enérgicamente los investigadores. "La glucosa y el ATP se pueden obtener por numerosas vías, aunque la del azúcar es la más simple en tanto que su extracción resulta mucho más eficiente", dice el miembro del CIMCYC. "El azúcar no es solo la que se ingiere directamente en la dieta, sino también la que se obtiene a partir de la ingesta de otros carbohidratos. Lo que sí es verdad es que sin ningún tipo de carbohidrato en el organismo no podríamos sobrevivir", apostilla Javier DeFelipe.
Una vez confirmado que el cerebro quema calorías la pregunta es: ¿pensar adelgaza? Por lógica la respuesta sería afirmativa (siguiendo el silogismo: pensar quema calorías y quemar calorías adelgaza; luego pensar adelgaza). Pues no. "Claramente, pensar no adelgaza. Quizás pensar mientras se camina vigorosamente o se hace ejercicio", concluye Andrés Catena.