¿Congelas el pan? Este el motivo por el que podrías estar poniendo tu salud en riesgo

Meter el pan en el congelador puede ayudarnos mucho en la lucha contra el desperdicio alimentario. Sin embargo, necesita de un método (sencillo, que nadie se asuste) para evitar la proliferación bacteriana.

Si hay un producto que está presente en nuestras casas en España de manera habitual y que resulta especialmente susceptible del desperdicio alimentario, ese es el pan. Compramos una cantidad, y a menudo sobra… para acabar en la basura. Pues bien, hoy vamos a explicar cuál es la mejor manera de congelarlo para evitar el desperdicio, pero también la proliferación bacteriana. 

Efectivamente, el pan, básico en la dieta mediterránea, puede congelarse, aunque debemos conocer antes una serie de precauciones para que, al descongelarlo, no haya perdido sus propiedades nutricionales y no expongamos nuestra salud tampoco.

 El peligro de congelar y descongelar (mal) el pan

Si hemos decidido congelar el pan sobrante para ahorrarnos viajes a la compra, y para aprovecharlo después, tenemos que hacerlo bien para que mantenga sus cualidades nutricionales, , su sabor, y su salubridad intactas.

Uno de los riesgos más evidentes que podemos correr según los expertos, es el que tiene que ver con la contaminación bacteriana durante el proceso de descongelación. Es en ese momento, cuando dejamos el pan a temperatura ambiente para que se descongele más rápido, cuando la humedad que rezuma puede provocar en su superficie el entorno ideal para el crecimiento bacteriano y la formación del temido moho.

Por supuesto, una vez descongelado, el pan nunca debería volver a congelarse de nuevo, puesto que podrían entrar en escena una serie de compuestos químicos tóxicos (carboximetilcelulosa, por ejemplo) que perjudicarían nuestra salud. Cuando congelamos el pan durante muchos meses, vamos a estropear su sabor y su textura. Además, la vitamina B que contienen los cereales con los que se elabora el pan se degrada con esa congelación mantenida en el tiempo.

Por su parte, el almidón del pan cuando este se congela sufre una serie de modificaciones de su estructura que lo convierten en un alimento mucho menos digerible, lo que va a estropear nuestra digestión.

Para no tener la necesidad de tirar a la basura el pan porque se nos ha secado o endurecido, solo debemos considerar algunas cuestiones básicas para un correcto congelado, y posterior descongelado, proceso que tiene mucha importancia.

Lo primero que necesitas es disponer en casa de bolsas de congelación herméticas, así como una tabla de cortar, y un cuchillo de sierra especial para pan. Lo mejor para congelarlo es cortarlo en dos mitades, o bien en rebanadas para poder disponer de ellas después de manera individualizada, en pequeñas cantidades.

Antes de meter el pan en el congelador, saca todo el aire del interior de la bolsa y cierra perfectamente. Desde Albal, sus expertos comentan que el pan congelado se puede guardar hasta 6 meses, aunque otros profesionales recomiendan no apurar tanto la vida útil de este alimento.

En cuanto a la manera en la que debemos sacar del congelador nuestro pan y tenerlo a punto, lo sacamos del paquete, que siempre será mejor en porciones pequeñas, para no descongelar un pan entero si no vamos a consumirlo.

El tiempo de descongelación va a depender del tamaño y la temperatura ambiente, aunque una barra normal puede tardar unas 6 horas en descongelarse. Podemos calentar el pan en el horno también: 5 minutos a 200ºC humidificando un poco el recipiente.

Otra opción, si lo hemos congelado en rebanadas, es meterlas directamente congeladas en la tostadora. Un dato a tener en cuenta, aunque no significa que se haya estropeado, es observar motas blancas en las rebanadas del pan congelado. A veces estas aparecen por la cristalización de la congelación, pero no tienen nada que ver con el moho. En cualquier caso, si preferimos descongelar de forma más natural, siempre en el frigorífico, para que el cambio de temperatura no sea tan radical.

 Los efectos de comer pan tostado en el colesterol, la presión arterial y el azúcar en sangre

Tendemos a pensar que el pan tostado, tipo biscote, es más saludable, pero ¿qué hay de cierto en este tipo de conclusiones? ¿Es mejor escoger pan fresco o tostado?

El pan es uno de los complementos indispensables en un gran número de hogares. Desde el momento en el que se compra y la incapacidad que surge como por arte de magia de llegar a casa la barra entera sin haber cogido, por lo menos, un pellizco, hasta el desayuno del día siguiente, donde no son pocas las personas, por lo menos en España, que optan por tomar un poco de pan tostado. Una tradición que puede ser ideal para tomar de vez en cuando, pero que no se convierte en la mejor de las propuestas, sobre todo si ese pan no lo tostamos nosotros, sino que optamos por una variedad de tipo biscotes, que dura mucho más, pero no siempre es la mejor opción.

En el caso de cortar un pedazo de pan y tostarlo en casa, podemos conseguir que tenga un menor índice glucémico, lo que hace que la glucosa se propague más lentamente por la sangre evitando picos de glucemia, pero corremos el riesgo de pasarnos con el tiempo que lo tenemos en el tostador y acabar quemándolo, lo que tampoco sería demasiado recomendable para la salud. Comer alimentos quemados no es bueno y podría causarnos problemas de salud a largo plazo, además de evitar que podamos disfrutar de nuestro desayuno. Por eso tantas personas optan por comprar el pan ya tostado, sin saber que este debería tomarnos de manera ocasional y no diaria por los efectos que puede tener

 Los efectos de comer pan tostado sobre la saludEscoger el pan que más beneficios pueda aportar a nuestra salud no es un trabajo sencillo, porque en ocasiones las opciones que nos parecen más prácticas o más fáciles de conseguir no son siempre las más adecuadas. Es lo que sucede con el pan tostado, una opción que nos ahorra el proceso de tener que tostarlo por nuestra cuenta, pero que puede no ser la más saludable, tal y como señalan desde el blog de Quirón Salud.

El proceso de tostado y desecado cambia la textura del pan, haciendo que esté crujiente en lugar de esponjoso, una reducción en la cantidad de agua que contiene que hace que sus nutrientes estén más concentrados, por ejemplo, ante el mismo peso de un pan fresco y uno tostado, este último tendrá más calorías, pero el pan tostado también tiene más azúcares, conservantes y grasa, también una mayor cantidad de sal

Esto hace que no sea lo más indicado si queremos cuidar la cantidad de sal que consumimos, como sucede con las personas con enfermedades cardiovasculares, como hipertensión, o con enfermedades renales, también en el caso de los niños, que no conviene que tomen sal en exceso. No todo es negativo, porque tanto el pan fresco como el tostado pueden ser beneficiosos para mantener el colesterol bajo control. Lo mejor es revisar bien las etiquetas de estos productos para saber con exactitud lo que comemos, pero también optar por tomar este tipo de pan tostado de manera ocasional en lugar de escogerlos para su consumo habitual. Lo ideal es comprar pan fresco y tostarlo (con moderación) antes de su consumo.

 ¿Cuál es el pan más saludable?

Existen muchos tipos de pan y todos ellos tienen sus pros y sus contras, pero según Jamie Gnau, instructora clínica de ciencias biomédicas en la Universidad Estatal de Missouri (EE. UU.) en una entrevista para Business Insider, el pan más saludable es el pan integral, así como aquellos que contengan harinas poco refinadas. Este pan es rico en fibra, proteínas, vitaminas, como las del tipo B, y minerales, como el potasio o el magnesio. Como todos los panes, contiene carbohidratos, pero no provoca picos de azúcar en sangre. El siguiente en la lista sería el elaborado con masa madre. 

 

 ​La importancia de la fermentación correcta del pan para la salud digestiva