El hígado es el órgano de mayor tamaño dentro del cuerpo y entre sus funciones más importantes se encuentran las siguientes:
Los cánceres se originan cuando el ácido desoxirribonucleico o ADN de una célula está dañado. El ADN es el químico de cada una de las células que conforma los genes. Además de acumular información sobre el aspecto físico, los genes contienen instrucciones sobre cómo funcionan, cuándo crecen, se dividen y mueren las células. Los oncogenes son los genes que controlan su crecimiento y división, y los genes supresores de tumores, los que desaceleran la división celular o causan que las células mueran en el momento oportuno. El cáncer puede estar causado por cambios en el ADN que activan a los oncogenes o desactivan a los genes supresores de tumores.
Se sabe que ciertos químicos causan el cáncer de hígado al dañar el ADN de las células del hígado, como por ejemplo las aflatoxinas, organismos producidos por pequeñas concentraciones de hongos. También se cree que el virus de la hepatitis puede dañar el ADN al portar instrucciones sobre cómo infectar a las células y producir más virus, aunque los científicos todavía no saben precisar exactamente cómo se produce la infección.
En definitiva, el cáncer de hígado tiene muchas causas diferentes y existen una gran variedad de genes implicados en su formación y desarrollo. Una mejor comprensión de cómo se desarrollan los cánceres de hígado contribuirá al hallazgo de mejores formas de prevención y tratamiento de esta enfermedad.
Al ser la infección con el virus de la hepatitis B y la hepatitis C la causa más frecuente de esta enfermedad, la principal forma de prevenir su aparición es adoptando las medidas más importantes para evitar contraer hepatitis. Entre estas destacan la vacunación de hepatitis B, evitar el intercambio de agujas y la adopción de prácticas sexuales seguras.
¿Los antivirales de acción directa para el tratamiento de la infección crónica por el virus de la hepatitis C permiten que estos pacientes no lleguen a desarrollar cáncer de hígado? "Aunque todavía no tenemos datos exactos, puesto que son tratamientos introducidos en los últimos años y el seguimiento de los pacientes no es lo suficientemente largo, tenemos algunos datos que muestran una reducción del riesgo de desarrollar CHC en los pacientes que alcanzan una respuesta viral sostenida. Sin embargo, podemos afirmar que el riesgo no desaparece por completo y sigue siendo mayor que en la población normal", responde Alonso Casado.
La cirrosis es otro de los factores de riesgo que eleva las posibilidades de padecer cáncer de hígado y, además de la hepatitis B o C, el principal factor que causa la cirrosis es el alcoholismo. Beber con moderación podría reducir el riesgo de padecer este tipo de cáncer al ser la cirrosis uno de los factores de riesgo más repetidos. Por el mismo motivo, reducir el consumo de tabaco podría disminuir la posibilidad de presentar cáncer de hígado.
La prevención de la obesidad a través de la adopción de hábitos saludables, como el seguimiento de una dieta equilibrada y la práctica de ejercicio, podrían evitar el desarrollo de cáncer.
Aunque la mayoría de países desarrollados cuentan con reglamentos y organismos para proteger a los consumidores de ciertos químicos como las aflatoxinas o el arsénico que se sabe que son potenciadores del cáncer, todavía hay países en las que estos químicos pueden presentarse en ciertos alimentos o en el agua potable.
A pesar de que muchas enfermedades que incrementan el riesgo de padecer este tipo de cáncer, como la cirrosis hepática, son hereditarias y por ello la prevención es muy limitada, el detectar y tratar a tiempo estas patologías podría disminuir el riesgo a desarrollar un cáncer de hígado.
Los dos tipos más frecuentes de cáncer primario de hígado son:
"Dentro del CHC típico básicamente
diferenciamos el que aparece sobre hígado sano del que aparece en
hígado cirrótico, porque su diagnóstico y tratamiento van a
ser diferentes. El tratamiento en el hígado cirrótico viene
establecido en gran medida por la fase de la cirrosis, lo que
condiciona que la función hepática sea mejor o peor y el paciente
pueda tolerar tratamiento quirúrgico o necesitar un trasplante
hepático. El paciente con hígado sano tendrá más opciones de
tratamiento quirúrgico. Existen otros tipos de CHC más infrecuentes,
como el fibrolamelar, no relacionado con la
cirrosis y de peor pronóstico", señala Alonso Casado.
El primer paso para diagnosticar esta enfermedad será un cuestionario por parte del médico para determinar los factores de riesgo y obtener la mayor información posible sobre los síntomas que presente el paciente. A continuación, el especialista le realizará un examen físico para detectar signos de cáncer de hígado deteniéndose en el abdomen, la piel y el globo ocular del paciente. Si el especialista considera que existe algún riesgo de que el paciente sufra cáncer de hígado, le mandará una serie de pruebas para diagnosticar de forma más precisa el problema y determinar el tratamiento idóneo para el tipo de cáncer que presente.
Algunas de las pruebas más frecuentes y eficaces son:
En concreto, Alonso Casado cuenta que "en pacientes cirróticos en seguimiento, cuando se detecta en la ecografía un nódulo sólido es necesario hacer una TC y una resonancia magnética nuclear (RMN) del hígado. Los CHC sobre hígado cirrótico tienen una imagen característica, y un radiólogo con experiencia puede diagnosticarlo. En casos con patrón de imagen atípico podemos hacer una biopsia percutánea guiada con ecografía o TC. En los pacientes no cirróticos, es necesario hacer una biopsia para confirmar el diagnóstico, puesto que los patrones de imagen no sirven en estos casos".
Estos especialistas podrán ayudar al paciente a plantear su plan de tratamiento. Este tendrá que tener en cuenta, además de la etapa del cáncer y la salud del resto del hígado, los posibles efectos secundarios del tratamiento, el estado de salud general, los cambios de la curación de la enfermedad, la extensión de la vida o el alivio de los síntomas. Según todos estos factores, el paciente y el equipo médico tendrán que elegir entre las siguientes opciones para el tratamiento:
La intervención quirúrgica, mediante extirpación del tumor o trasplante de hígado, es actualmente la única posibilidad razonable de eliminar un cáncer de hígado. Si la operación resulta exitosa, el paciente contará con el mejor pronóstico para superar la enfermedad.
Esta opción consiste en la aplicación de distintos tratamientos que destruyen los tumores de hígado sin extirparlos. Esta técnica se emplea normalmente en pacientes que tienen tumores de tamaño reducido y que no contemplan la opción de operarse porque presentan un mal estado de salud o tienen una función hepática limitada.
Procedimiento mediante el que se inyectan sustancias para tratar de bloquear o reducir el flujo de sangre a las células cancerosas en el hígado.
Se basa en la utilización de rayos de alta energía para destruir las células cancerosas. Puede a veces utilizarse para reducir el tamaño de los tumores con el fin de aliviar síntomas como el dolor.
Consiste en la prescripción de varios medicamentos distintos a los utilizados en quimioterapia, que están siendo recientemente desarrollados por los investigadores a medida que se van descubriendo los efectos que causa el cáncer en las células.
Es el tratamiento mediante medicamentos que destruyen las células cancerosas. Estos, como los correspondientes a la terapia dirigida, se aplican de forma sintomática a través del torrente sanguíneo y alcanzan todas las áreas del organismo con el fin de que pueda ser útil contra el cáncer que se ha propagado a órganos distantes. Sin embargo, la quimioterapia no suele ser muy eficaz para combatir el cáncer de hígado, y presenta numerosos efectos secundarios.
Alonso Casado avanza que "las investigaciones en marcha se dirigen fundamentalmente a descubrir fármacos con los que poder tratar a aquellos pacientes que no tienen opción de tratamiento quirúrgico o trasplante hepático. En los últimos 5 años, tanto la Agencia Europea del Medicamento (EMA) como su homólogo estadounidense (FDA) han aprobado el uso de varios fármacos que han demostrado beneficio en términos de mejorar la supervivencia de pacientes con CHC avanzado. Se trata de anticuerpos dirigidos contra ciertos receptores que participan en las vías de carcinogénesis del CHC. Está en estudio la eficacia de la inmunoterapia sola o en combinación con otros fármacos, y es probable que en los próximos años podamos disponer de combinaciones que mejoren los resultados actuales".