Aviso importante de los expertos sobre el peligro de las grasas para el corazón

La Fundación Española del Corazón (FEC) ha mandado una alerta sobre la importancia que tiene una correcta alimentación en las personas, puesto que «es un importante factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares» y ha reiterado que las grasas trans son perjudiciales para el corazón.

Según afirma la FEC, la evidencia sobre los efectos perjudiciales de los ácidos grasos trans a nivel cardiovascular es amplia. Más concretamente, el alto consumo de este tipo de grasa aumenta en un 34% el riesgo de muerte por cualquier causa y un 28% las muertes por cardiopatías coronarias, unos datos que extraen del informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la eliminación mundial de grasas trans 2022.

Además, la ingesta de grasas trans es responsable de más de 500.000 muertes prematuras al año en todo el mundo por cardiopatías coronarias.

En cuanto a los efectos sobre la salud cardiovascular del consumo de grasas trans, se asocia a un aumento del nivel de triglicéridos y de inflamación, y esta última tiene un papel importante en el desarrollo de la diabetes y la arterosclerosis que, a su vez, incrementan el riesgo cardiovascular. Por otro lado, también sube los niveles del colesterol LDL, conocido como «colesterol malo» y disminuye la concentración del colesterol HDL o «colesterol bueno».

Qué son las grasas trans

Los ácidos grasos trans provienen de dos fuentes: una natural y otra artificial o industrial. La fuente natural proviene de los animales rumiantes como la vaca, la oveja o la cabra. Aproximadamente, un 5 por ciento del consumo total de ácidos grasos trans que se consumen proviene del consumo de grasa de rumiantes, a través de productos como la mantequilla, crema, nata, leche entera o carne grasa.

Por otro lado, la fuente industrial de ácidos grasos trans ocurre al hidrogenar parcialmente aceites vegetales. Mediante un proceso de hidrogenación logran mejorar el sabor, la textura y la durabilidad de los alimentos cocinados o elaborados con ellas. Si bien algunos alimentos pueden tener grasas trans de manera natural y esta no es provocada siempre por procesos tecnológicos, este tipo de grasa se encuentra principalmente en productos procesados.

En las tres últimas décadas ha incrementado el número de personas que tienen un peso superior al saludable y ha cambiado la prevalencia de las enfermedades crónicas no transmisibles.

Conoce los daños a la salud que produce su ingesta en demasía.

Una de las comorbilidades más importantes de la obesidad son las dislipidemias, que es la alteración en los niveles normales de lípidos en la sangre, su importancia reside en que son muy frecuentes y contribuyen al aumento del riesgo cardiovascular.

Grasa

Un nutriente importante a considerar como parte de una dieta equilibrada es la grasa. Aunque suene contrario a lo que cabría esperar, comer la cantidad correcta del tipo de grasa adecuada juega un papel importante en el organismo.

Dado que las grasas son más altas en calorías por gramo, la clave es tener en cuenta las porciones. Comer los tipos adecuados de grasas también es importante para reducir el riesgo de padecer Diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, algunos cánceres y otros problemas de salud.

Tipos de grasas

Grasas Monoinsaturadas

Se consideran parte de una dieta sana y equilibrada debido al efecto protector que tienen en nuestro corazón. Este tipo de grasas suelen presentarse en estado líquido a temperatura ambiente.

Las fuentes de grasas monoinsaturadas incluyen:

  • Aceite de canola
  • Nueces, almendras y cacahuates
  • Aceite de oliva y aceitunas
  • Mantequilla y aceite de cacahuate
  • Cereales integrales

Grasas saturadas

Este tipo de grasa puede aumentar tu colesterol y, como resultado, se corre riesgo de padecer enfermedad cardíaca, por lo que conviene limitarlas en nuestra dieta.

Por lo general se encuentran en productos de origen animal (como la mantequilla, la manteca de cerdo, la leche, yogur y queso enteros, y la carne con alto contenido de grasa) y aceites tropicales que son sólidos a temperatura ambiente, como el aceite de coco.

Ácidos grasos esenciales

Consumirlos es importante porque nuestro cuerpo es incapaz de producirlos, además proporcionan omegas al organismo. Estas grasas deben incluirse como parte de una dieta saludable.

Las fuentes de Omega 3 incluyen:

  • Pescado azul (salmón, sardinas, arenque, atún)
  • Nueces
  • Semillas de linaza y aceite de linaza
  • Aceite de canola
  • Semillas de chía

Las fuentes de Omega 6 incluyen:

  • Tofu
  • Nueces
  • Linaza y aceite de linaza
  • Aceite de canola
  • Huevos
  • Semillas de girasol
  • Mantequilla de cacahuate

El consumo en exceso de grasa es una de las principales causas de enfermedades en nuestro país.

Enfermedades que puede acarrear consumir mucha grasa y del tipo inadecuado

Relación con algunos padecimientos

Los mecanismos que determinan la dislipidemia se presentan a partir de que el Índice de Masa Corporal (IMC) es >25kg/m2, y su aparición es uno de los episodios tempranos de la acumulación excesiva de grasa corporal

La dislipidemia en obesidad se caracteriza por la concentración alta de triglicéridos y niveles bajos de colesterol HDL, es decir el colesterol “bueno”.

Recomendaciones

  • Disminuye tu consumo de grasas saturadas.
  • Evita alimentos fritos o capeados.
  • Al cocinar intenta sustituir la mantequilla, margarina o manteca por el aceite de oliva o de canola.
  • Mide la cantidad de grasa (aceite) que utilizas para cocinar.

Las grasas no son el enemigo público número uno

Durante décadas, las grasas se han considerado el enemigo público número uno. Ningún otro componente de la dieta “mataba más que ellas”. Por eso, si preguntamos en la calle si las grasas son saludables, probablemente la respuesta mayoritaria sea “no”. ¿El argumento? Que “son malas para el corazón” y engordan.

Esto no es del todo cierto. Ni todas las grasas provocan enfermedades cardiovasculares ni todas las grasas engordan igual. De hecho, entre otras, los aceites de pescado, los frutos secos y el aceite de oliva virgen son protectores frente a las enfermedades cardiovasculares.

Es más, se ha demostrado que el consumo de aceite de oliva virgen, como parte de una dieta saludable, no incrementa el peso corporal.

Entonces, ¿de dónde procede el miedo a las grasas?

Las enfermedades cardiovasculares suponen la primera causa de muerte en el mundo. La teoría de que las grasas eran las responsables de estas muertes estuvo vigente durante toda la segunda mitad del siglo XX. Según esta, la obstrucción de las arterias se debía a la simple acumulación de grasa.

La hipótesis se popularizó gracias a los trabajos de Ancel Keys, fisiólogo de la Universidad de Minnesota (EEUU) y pionero en relacionar dieta, colesterol y presión arterial con enfermedades cardiovasculares.

A raíz de sus descubrimientos, se propuso que el colesterol de la dieta era el causante de la presencia de colesterol en la pared arterial. Por tanto, también de la aterosclerosis (engrosamiento de las arterias).

Así empezó una carrera por demostrar esta hipótesis mediante grandes estudios, en los que se observó que el riesgo coronario aumentaba con los niveles de colesterol plasmático.

El colesterol, ¿enemigo público número uno?

El siguiente paso era inevitable: ¿cómo llega el colesterol de la dieta a la pared arterial? El colesterol se transporta en la sangre por medio de lipoproteínas. Las de baja densidad (LDL) lo conducen desde el hígado hasta los tejidos. Esto incrementa la probabilidad de que queden retenidas en la pared arterial durante el trayecto.

En cambio, las lipoproteínas de alta densidad (HDL) tienen una ruta inversa. Retiran y transportan el colesterol desde los tejidos, incluyendo la pared arterial, hasta el hígado, que tiene cierta capacidad para deshacerse de él.

De ahí que se le asignara un papel perjudicial al colesterol LDL y beneficioso al HDL. También de que se les conozca como colesterol “malo” y “bueno”, respectivamente.

Sin embargo, estudios más recientes mostraron que el colesterol de la dieta no incrementa los niveles plasmáticos de colesterol porque nuestro organismo tiene, hasta cierto punto, la capacidad de regularlos. Así, el colesterol dietético fue absuelto de sus delitos. Dejó de considerarse el enemigo público número uno.

Entonces, ¿son las grasas saturadas el enemigo público número uno?

Pero si el colesterol no es el enemigo, ¿a quién culpamos de la enfermedad cardiovascular? Los ácidos grasos saturados aumentan los niveles de colesterol LDL. Por su parte, los ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados los reducen.

Es por ello por lo que se recomendó disminuir el consumo de ácidos grasos saturados, que están presentes en muchos alimentos de origen animal, aunque también en algunos vegetales como el aceite de coco o el aceite de palma. También se aconsejó incrementar el consumo de ácidos grasos mono y poliinsaturados, sobre todo de la familia omega-3, para reducir los triglicéridos.

Revisiones recientes han mostrado que las grasas saturadas, aunque incrementan los niveles de colesterol plasmáticos, no aumentan el riesgo cardiovascular. Es decir, el consumo de ácidos grasos saturados incrementa el colesterol total y LDL en plasma, sí. Ahora bien, esto no se asocia con mayor mortalidad cardiovascular. Por tanto, las grasas saturadas también fueron absueltas.

Si tampoco lo son las grasas saturadas, ¿es la inflamación el enemigo público número uno?

Hoy en día se acepta que la aterosclerosis es un fenómeno de tipo inflamatorio. Los monocitos, células del sistema inmunitario, se infiltran en la pared arterial para buscar posibles partículas agresoras o infecciones. Ahí se encuentran con LDL alteradas, normalmente por oxidación. Tras transformarse en macrófagos, las capturan, iniciando el fenómeno inflamatorio. Esta inflamación es de tipo crónico, puesto que hay LDL alteradas circulando por la sangre en todo momento.

A partir de los años 90, se planteó que la inflamación podría producirse en el periodo postprandial, justo después de comer, debido a la elevada presencia de quilomicrones transportadores de triglicéridos de la dieta. Pero, además de las grasas (colesterol y triglicéridos), hay otro protagonista en nuestra historia: el azúcar.

¿Y qué pasa con el azúcar?

En 2016, se desveló que la industria azucarera había estado manipulando la ciencia de la nutrición. Un artículo publicado en el New York Times revelaba que se había pagado a científicos de la Universidad de Harvard para que pusieran el foco de su investigación sobre las grasas y no sobre el azúcar. La consecuencia es que los resultados que señalaban el papel de este y otros carbohidratos en la enfermedad cardiovascular quedaron ocultos.

Durante esos años, la Universidad de Harvard había sido un faro guía de las investigaciones en materia de enfermedad cardiovascular y dieta. Hoy sabemos que el consumo de azúcares añadidos en la alimentación aumenta el riesgo de aterosclerosis y mortalidad cardiovascular.

En la actualidad, el paradigma de las grasas como causantes de la enfermedad cardiovascular ha cambiado. Aunque no se recomienda excederse en su consumo, sobre todo si son saturadas, muchos científicos y nutricionistas aceptan que no son el enemigo público número uno. De todos modos, lo más probable es que tanto el azúcar como las grasas sigan jugando un papel importante.

Los últimos estudios están mostrando que el consumo de productos ultraprocesados, ricos en grasas saturadas, azúcar y sal, incrementa enormemente el riesgo cardiovascular. Es posible que las observaciones científicas del siglo XX sobre el perjuicio de las grasas estuvieran influidas por el tipo de alimentos en que se encontraban.

Parece que, durante años, hemos estado mirando al lugar equivocado.

Información sobre las grasas saturadas

La grasa saturada es un tipo de grasa alimenticia. Es una de las grasas dañinas, junto con las grasas trans. Estas grasas son frecuentemente sólidas a temperatura ambiente. Alimentos como la mantequilla, el aceite de palma y de coco, el queso y la carne roja tienen grandes cantidades de grasas saturadas.

Consumir demasiada grasa saturada en su dieta puede llevar a enfermedades cardíacas y otros padecimientos de salud.

Cómo afectan las grasas saturadas su salud

Las grasas saturadas son malas para su salud de muchas maneras:

Riesgo de enfermedad cardíaca. Su cuerpo necesita grasas saludables para obtener energía y realizar otras funcionas. Pero un exceso de grasa saturada puede causar la acumulación de colesterol en las arterias (vasos sanguíneos). Las grasas saturadas elevan su colesterol LDL (malo). Un colesterol LDL alto incrementa su riesgo de enfermedad cardíaca y accidente cerebrovascular.

Aumento de peso. Muchos alimentos altos en grasas como pizza, productos de panadería y alimentos fritos tienen muchas grasas saturadas. Comer demasiada grasa puede agregar calorías adicionales a su dieta y provocar que suba de peso. Todas las grasas contienen 9 calorías por gramo de grasa. Este es más del doble de la cantidad que se encuentra en los carbohidratos y la proteína.

Bajar el consumo de alimentos que tienen un contenido alto de grasas puede ayudar a mantener su peso bajo control y su corazón saludable. Permanecer en un peso saludable puede reducir su riesgo de desarrollar diabetes, enfermedad cardíaca y otros problemas de salud.

Cuánto puede comer

La mayoría de los alimentos contienen una combinación de distintas grasas. Es preferible elegir alimentos con contenidos más altos de grasas saludables, como las grasas monoinsaturadas y poliinstaturadas. Estas grasas tienden a ser líquidas a temperatura ambiente.

¿Cuánto debe consumir por día? He aquí las recomendaciones de las Guías Alimentarias para los estadounidenses del 2020-2025:

  • No debe obtener más del 25% al 30% de sus calorías diarias de grasas.
  • Debe limitar las grasas saturadas a menos del 10% de sus calorías diarias.
  • Para una dieta de 2,000 calorías, esto es 200 calorías o 22 gramos (s) de grasas saturadas al día. Como un ejemplo, solo una cucharada (15 mL) de mantequilla contiene 7 g de grasa saturada (casi un tercio de su asignación diaria)
  • Si usted tiene una enfermedad cardíaca o colesterol alto, su proveedor de atención médica puede solicitarle que limite aún más las grasas saturadas.

Cómo leer la información nutricional

Todos los alimentos empacados tienen una etiqueta de información nutricional que incluye el contenido de grasa. Leer las etiquetas de los alimentos puede ayudarle a llevar un control de cuánta grasa saturada consume.

Revise la grasa total de una porción. Igualmente, revise la cantidad de grasa saturada de una porción. Posteriormente, calcule cuántas porciones come.

Como guía, al comparar o leer las etiquetas:

  • 5% del valor diario de grasas es bajo
  • 20% del valor diario de grasas es alto

Elija alimentos con cantidades bajas de grasas saturadas.

Muchos restaurantes de comida rápida también proporcionan información nutricional en sus menús. Si no la ve publicada, pregunte a quien lo está atendiendo. También es posible que la pueda encontrar en el sitio web del restaurante.

Cómo tomar decisiones saludables de alimentación

Las grasas saturadas se encuentran en todos los alimentos de origen animal y en algunos de origen vegetal.

Los siguientes alimentos tienen normalmente contenido alto de grasas saturadas. Muchos de estos también tienen pocos nutrientes y tienen calorías adicionales a causa del azúcar:

  • Productos de panadería (pasteles, rosquillas, pan danés)
  • Alimentos fritos (pollo frito, mariscos fritos, papas fritas o a la francesa)
  • Carnes grasosas o procesadas (tocino, salchicha, pollo con piel, hamburguesas con queso, bistec)
  • Productos lácteos enteros (mantequilla, helado, pudín, queso, leche entera)
  • Las grasas sólidas como el aceite de coco, aceite de palma o aceite de palma (se encuentran en alimentos empaquetados)

Estos son algunos ejemplos de alimentos populares con el contenido de grasa saturada en una porción típica:

  • Filete New York: 14g
  • Hamburguesa con queso: 10 gr
  • Malteada de vainilla: 10 gr
  • 1 cucharada (15 mL) de mantequilla: 7 gr

Está bien darse un gusto con estos tipos de alimentos de vez en cuando. Pero, es mejor limitar la frecuencia con la que los consume y limitar el tamaño de las porciones cuando lo hace.

Puede reducir el consumo de grasa saturada sustituyendo las opciones menos saludables por alimentos más saludables. Reemplace los alimentos con contenido alto de grasas saturadas por alimentos que tengan grasas poliinsaturadas y monoinsaturadas. Esta es una manera de comenzar:

  • Reemplace las carnes rojas por pollo sin piel o pescado algunos días a la semana.
  • Utilice aceite de canola o aceite de oliva en lugar de mantequilla y otras grasas sólidas.
  • Reemplace los productos lácteos enteros por leche, yogur o queso desnatados o con un contenido bajo de grasa.
  • Coma más frutas, verduras, granos integrales y otros alimentos con contenidos bajos de grasas saturadas, o sin grasas saturadas del todo.

Nombres alternativos

Colesterol - grasa saturada; Arterioesclerosis - grasa saturada; Endurecimiento de las arterias - grasa saturada; Hiperlipidemia - grasa saturada; Hipercolesterolemia - grasa saturada; Enfermedad de la arteria coronaria - grasa saturada; Enfermedad cardíaca - grasa saturada; Enfermedad de la arteria periférica - grasa saturada; EAP - grasa saturada; Accidente cardiovascular - grasa saturada; EAC - grasa saturada; Dieta saludable para el corazón - grasa saturada

Referencias

Arnett DK, Blumenthal RS, Albert MA, et al. 2019 ACC/AHA guideline on the primary prevention of cardiovascular disease: Executive summary: A report of the American College of Cardiology/American Heart Association task force on clinical practice guidelines. Circulation. 2019;140(11):e563-e595. PMID: 30879339 pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30879339/.

Hensrud DD. Diet and nutrition. In: Goldman L, Cooney KA, eds. Goldman-Cecil Medicine. 27th ed. Philadelphia, PA: Elsevier; 2024:chap 13.

Mozaffarian D. Nutrition and cardiovascular and metabolic diseases. In: Libby P, Bonow RO, Mann DL, Tomaselli GF, Bhatt DL, Solomon SD, eds. Braunwald's Heart Disease: A Textbook of Cardiovascular Medicine. 12th ed. Philadelphia, PA: Elsevier; 2022:chap 29.

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¿Por qué algunas personas con el colesterol alto viven más tiempo?

“Cuando mi doctor me dijo que tenía el colesterol alto, me asusté. Siempre he escuchado que es un factor de riesgo para enfermedades cardíacas”, comenta Juan, de 56 años. “Sin embargo, mis parámetros de salud eran excelentes. Incluso mi médico me dijo que algunas personas con colesterol alto viven más tiempo. No lo entendí, ¿no se supone que es malo?”

La historia de Juan no es tan excepcional. Durante años, el colesterol ha sido considerado un gran enemigo de la salud, y reducir sus niveles ha constituido un objetivo prioritario en la medicina. Sin embargo, estudios recientes muestran que, en ciertos grupos –especialmente en personas mayores–, tener ese marcador alto podría estar asociado con una mayor esperanza de vida. Este fenómeno se llama “paradoja del colesterol”.

Una grasa omnipresente

El colesterol es una grasa que se encuentra en todas las células del cuerpo y que resulta esencial para mantener su estructura. Desempeña funciones importantes, como la reparación celular y la producción de hormonas, vitamina D y sustancias que ayudan en la digestión.

Como las grasas no se disuelven en la sangre, viaja por el torrente sanguíneo unido a proteínas, formando lo que se conoce como lipoproteínas.

Existen dos tipos principales de colesterol: el “malo” (lipoproteína de baja densidad o LDL) y el “bueno” (lipoproteína de alta densidad o HDL). En España, por ejemplo, se recomienda un colesterol total ideal de menos de 200 miligramos por decilitro (mg/dL). Los límites para el LDL varían: menos de 115 mg/dL para bajo riesgo cardiovascular, inferior a 100 mg/dL para riesgo moderado, menos de 70 mg/dl en el caso de alto riesgo y menos de 55 mg/dL para riesgo muy alto. Los niveles de HDL deben ser superiores a 40 mg/dL en hombres y a 50 mg/dL en mujeres.

Durante años se ha creído que los niveles elevados de colesterol LDL aumentan las posibilidades de sufrir enfermedades cardíacas, ya que puede acumularse en las paredes de las arterias y bloquear el flujo de sangre. Sin embargo, la relación entre esa sustancia grasa y la mortalidad es más compleja de lo que se pensaba inicialmente.

Límites controvertidos

La evolución de los valores límite en las guías clínicas ha suscitado controversias, especialmente sobre la influencia de la industria farmacéutica. Con la disminución de los niveles recomendados de colesterol LDL, ha aumentado el número de personas tratadas con estatinas, lo que algunos consideran beneficioso para la industria. Es más, la participación de expertos financiados por farmacéuticas en los comités que establecen esas guías ha generado dudas sobre posibles conflictos de interés.

Además, diversos estudios cuestionan la reducción extrema del LDL, especialmente en personas sin antecedentes cardíacos. En 2016, el médico danés Uffe Ravnskov y su equipo descubrieron que no había una relación entre niveles altos de ese parámetro y un mayor riesgo de muerte. De hecho, muchas personas con el colesterol “malo” más elevado vivían más tiempo que aquellas con niveles bajos. Otros estudios respaldan estos resultados.

Es importante aclarar que esto no significa que tener el colesterol alto sea bueno. En personas jóvenes o de mediana edad, un LDL elevado sí incrementa el riesgo de enfermedades cardíacas y mortalidad.

¿Por qué ocurre la paradoja del colesterol?

Existen varias teorías que intentan explicar la “paradoja del colesterol”. La más aceptada es que el LDL podría desempeñar un papel protector en el sistema inmunológico. Algunos estudios sugieren que esta lipoproteína puede ayudar a combatir infecciones, ya que se une a bacterias y virus, y los neutraliza. Esto es especialmente importante en personas mayores, cuyo sistema defensivo suele ser más débil.

Otra teoría sugiere que otros factores de riesgo, como la presión alta, la diabetes o el tabaquismo, influyen más en las enfermedades cardíacas que el colesterol. Tener elevado ese parámetro no sería el principal culpable, sino que actuaría junto a estos otros factores.

¿Existe sobretratamiento?

La “paradoja del colesterol” subraya una diferencia fundamental entre la prevención secundaria y primaria en los tratamientos para mantener sus niveles a raya. En la secundaria (para personas con antecedentes de enfermedad cardíaca), los beneficios del uso de estatinas están ampliamente respaldados por la evidencia científica: estos fármacos reducen significativamente el riesgo de eventos cardíacos futuros.

Sin embargo, en la prevención primaria (personas sin antecedentes de enfermedades cardíacas), la relación entre la reducción del colesterol LDL y la disminución del riesgo cardiovascular no es tan clara ni sólida. En estos casos, los efectos secundarios de la medicación (como dolores musculares, diabetes y problemas hepáticos) pueden ser desproporcionados en relación con sus beneficios potenciales.

Además, la expansión de los límites de colesterol considerados “normales” ha incrementado el número de personas sin síntomas cardíacos que reciben terapia farmacológica. Este enfoque preventivo ha suscitado un debate sobre el riesgo de sobretratamiento y el costo asociado de recetar medicamentos a personas con un bajo riesgo cardiovascular. Para estos pacientes, los beneficios de las estatinas podrían ser mínimos, mientras que los efectos adversos y los costos de un tratamiento prolongado serían desproporcionados en comparación con el beneficio clínico.

En conclusión, el colesterol alto sí está relacionado con enfermedades cardíacas, pero la situación es más compleja en adultos mayores. Esto sugiere que el tratamiento debe ser personalizado y equilibrado a medida que envejecemos.

Dieta para bajar el colesterol alto

El tratamiento del colesterol alto requiere un cambio del estilo de vida: alimentación sana, reducir la ingesta de alcohol, dejar de fumar, evitar el exceso de peso y realizar ejercicio físico

  • Un elevado porcentaje de la población española, concretamente el 20% mayor de 18 años, presenta un nivel de colesterol superior a 250 mg/dl (un valor excesivo), según un estudio de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). El aumento en las concentraciones plasmáticas de colesterol por encima de los niveles normales (cantidad superior a 200 mg/dl) mantiene preocupada a buena parte de la sociedad.

    Según la Fundación Española del Corazón, las dietas inadecuadas entre la población son un factor determinante en esta hipercolesterolemia. Y es que son muchas las personas que incluyen en su alimentación numerosas grasas de origen animal, grasas saturadas y alcohol, en parte por la rapidez que exige nuestra vida.

    Sin embargo, hay otros factores que posibilitan el aumento de colesterol en nuestro organismo como: las enfermedades hepáticas, patologías endocrinas y renales, junto con la administración de ciertos fármacos y la predisposición genética a la hipercolesterolemia.

    SOLUCIONES

    El tratamiento de esta patología requiere un cambio del estilo de vida: alimentación sana, reducir la ingesta de alcohol, dejar de fumar, evitar el exceso de peso y realizar ejercicio físico son las armas necesarias para combatir esta patología, que en algunos casos requiere el uso de fármacos. Pero, ¿cuál es la verdadera clave? Sin duda, la alimentación.

    El tratamiento del colesterol alto requiere un cambio del estilo de vida: alimentación sana, reducir la ingesta de alcohol, dejar de fumar, evitar el exceso de peso y realizar ejercicio físico

    Para conseguir nuestro objetivo, controlar el temido colesterol, tenemos que basar nuestra dieta en alimentos como: frutas y verduras, cinco raciones al día; hortalizas; cereales integrales (pan, pasta, arroz); legumbres (tres raciones a la semana); pescado azul (al menos, tres raciones a la semana (atún, sardina, boquerón, salmón); frutos secos (nueces, almendras) y aceite de oliva virgen.

    Estos alimentos nos aportan nutrientes que nos ayudan a reducir los niveles de colesterol en sangre y aumentar el denominado colesterol-HDL (colesterol bueno) porque aportan los ácidos grasos monoinsaturados (presentes en el aceite de oliva virgen), ácidos grasos omega-3 (pescado azul), esteroles/estanoles vegetales (en aceites vegetales o incorporados en productos lácteos), antioxidantes (como frutas y verduras).

    EVITAR CIERTOS ALIMENTOS

    Por otro lado tenemos que evitar aquellos alimentos que en su propia composición incluyen abundante grasa perjudicial para el corazón. Es sencillo. Por ejemplo, puedes sustituir los lácteos enteros por los desnatados; la mantequilla por el aceite de oliva y las carnes grasas por carnes magras con poca grasa, como el conejo o el pollo sin piel. En cuanto a los embutidos, yemas de huevo, fritos comerciales y la bollería industrial: debes evitarlos.

    Si dudas cómo cocinar para evitar el colesterol, lo aconsejable son los métodos de cocinado con poca grasa como: al horno, a la plancha, a la parrilla, al microondas, asado o cocción al vapor.

    Para prevenir la hipercolesterolemia:

    • Consume un 30-35% de grasa, principalmente en forma de pescados y aceite de oliva virgen.
    • La grasa saturada es conveniente reducirla. Lo recomendable es que sea menos de un 10 % de la dieta.
    • Ingerir menos de un 7% de grasa poliinsaturada.
    • Limitar la grasa monoinsaturada a un 15-20% de la dieta.
    • Consumir menos de 300 mg de colesterol, 50-55% de hidratos de carbono y un 15% de proteínas.
    • Tomar 20-30 g de fibra y las calorías suficientes para mantener un peso adecuado.

    ¿Es siempre bueno el colesterol “bueno”?

    Quizá no entendamos los valores que nos muestran las analíticas de sangre, pero sí sabemos que hay dos cifras a las que prestar atención: al colesterol “bueno” (HDL) y al colesterol “malo” (LDL). Pero ¿por qué los llamamos así? ¿Está tan clara esa asignación de papeles? Vayamos por partes.

    La doble cara de un lípido imprescindible

    El colesterol es un lípido (grasa) presente en todas las células del cuerpo e indispensable para el organismo. Entre otras funciones, es precursor de los ácidos biliares (necesarios para digerir los alimentos), las hormonas sexuales (testosterona en los hombres, progesterona y estrógenos en las mujeres) y las hormonas tiroideas.

    Aunque la mayor parte se sintetiza en el hígado, también se obtiene por la ingesta de alimentos como el huevo, las carnes rojas o los lácteos.

    Y ahora conozcamos a los dos contendientes del combate. En un lado del ring tenemos al HDL, del inglés high density lipoprotein (lipoproteína de alta densidad). Lo llamamos colesterol “bueno” porque transporta el colesterol desde otras partes del organismo de vuelta al hígado para eliminarlo. Por eso, niveles altos de HDL se relacionan con un efecto protector ante las enfermedades cardiovasculares.

    En el lado opuesto del cuadrilátero, el LDL –de low density lipoprotein (lipoproteína de baja intensidad)– está encasillado como “malo” porque su exceso se acumula en las arterias, formando placas de ateroma. Si estas placas se asientan en las arterias del corazón, pueden provocar anginas de pecho o infartos, y si se acumulan en las del cerebro, ictus.

    Poca broma con esto, como le decían al actor español Javier Cámara en un famoso spot de televisión sobre un lácteo que aseguraba bajar las cifras de colesterol “malo”.

    En su justa medida

    Hasta ahora, los estudios han sido unánimes al respecto: disminuir los niveles de LDL y aumentar los de HDL reduce el riesgo cardiovascular.

    Según la Fundación Española del Corazón, para personas sin enfermedad cardiovascular ni factores de riesgo, las cifras normales serían un LDL menor a 160 mg/dl y un HDL superior a 40 mg/dl.

    Una buena opción para seguir estas recomendaciones es practicar la dieta mediterránea. Es más, se estima que este tipo de alimentación, basado en el consumo de frutas, verduras y grasas saludables, aumenta un 10 % el colesterol HDL o “bueno”.

    Giro de guión: cuando el “bueno” se convierte en el “malo”

    No obstante, nuevos estudios ponen hasta cierto punto en cuestión la “bondad” del HDL. O, al menos, le ponen un límite.

    Según los resultados de estas investigaciones, niveles superiores a 80 mg/dl no solo no disminuyen las posibilidades de enfermedad cardiovascular, sino que las aumentan. El resto de sistemas del organismo también pueden verse afectados: un estudio realizado en Australia encontró que la población con cantidades altas de HDL tenían un riesgo 33 % mayor de sufrir fracturas óseas.

    El mecanismo que produce estos efectos no está claro, pero hay dos opciones plausibles sobre la mesa:

    • Por un lado, se plantea que la estructura molecular del HDL se modifica e impide eliminar el excedente de colesterol del organismo cuando presenta niveles altos.

    • Por el otro lado, podría ser que, en cantidades muy elevadas, las cantidades totales de colesterol –la suma de HDL y LDL– alcancen la zona de riesgo.

    ¿Hay manera de controlarlo?

    Pero ojo, tener el colesterol HDL por las nubes es poco frecuente (lo experimenta menos del 7 % de la población) y extraordinariamente raro solo por llevar un estilo de vida saludable. Existen patologías orgánicas, tales como el hipertiroidismo, el alcoholismo o la cirrosis, candidatas a producirlo.

    Además, los estudios más recientes asocian los niveles altos de HDL con un mayor riesgo de muerte cardiovascular entre los hombres, pero no entre las mujeres sin enfermedad de las arterias coronarias. ¿Será el estrógeno un factor protector?

    Para contradecir décadas de evidencia que confirman una relación inversa entre el colesterol HDL y el riesgo de enfermedad cardiovascular, necesitamos muchas más investigaciones y que las futuras guías de práctica clínica, si lo consideran, tomen cartas en el asunto.

    Poco podemos hacer a nivel individual para controlar nuestras cifras de HDL. Mientras la ciencia avanza, sigamos trabajando en mantener el LDL bajo ayudándonos de la dieta mediterránea, siguiendo un estilo de vida saludable y dejando que los medicamentos para bajar el colesterol “malo” (hipolipemiantes) sigan en el ranking de los 10 fármacos más recetados en el mundo.