¿A dónde va todo el peso que perdemos cuando adelgazamos?

La mayoría de los alimentos que ingerimos los eliminamos a través de los pulmones.

Ya nos lo dijeron en las clases de física y química de la escuela: la energía no se destruye, se transforma. Entonces, cuando perdemos peso, ¿dónde va esa energía en forma de grasa?

Esa fue la pregunta que lanzaron a 150 profesionales de la salud -entre los que había médicos, dietistas y nutricionistas- el profesor Andrew J Brown y el investigador Ruben Meerman, de la Universidad de South Wales, en Sydney, Australia.

Y la respuesta que recibieron les sorprendió de forma nada satisfactoria.

El 98% de los encuestados dio una respuesta equivocada. Es decir, solo tres de los 150 expertos supieron contestar correctamente.

La mayoría se inclinó por decir que los kilos que perdemos se transforman en otro tipo de energía: el calor. Esto es físicamente imposible, explican los investigadores, porque viola las leyes de conservación de la materia.

Sabemos que la grasa es energía, el 84% será liberado a través de la respiración en forma de dióxido de carbono y el 16% a través de la orina y el sudor. 8. En el 2010, una oleada de calor obligó a los osos siberianos a cavar las tumbas de los cementerios y comerse los cadáveres.

¿A dónde va la grasa cuando perdemos peso?

El mundo está obsesionado con las dietas de moda y la pérdida de peso, sin embargo, pocos de nosotros sabemos cómo desaparece realmente un kilo de grasa de la báscula. 

Incluso los 150 médicos, dietistas y entrenadores personales que encuestamos compartieron esta sorprendente laguna en sus conocimientos en la materia. El concepto erróneo más común era que la grasa se convierte en energía. El problema con esta teoría es que viola la ley de conservación de la materia, a la que están sujetas todas las reacciones químicas.

Algunos encuestados pensaban que la grasa se convierte en músculo, lo cual es imposible, y otros asumieron que escapa a través del colon. Solo tres de nuestros encuestados dieron la respuesta correcta, lo que significa que el 98% de los profesionales de la salud en nuestra encuesta no pudieron explicar cómo funciona la pérdida de peso.

Entonces, si no se vuelve energía, músculo o va al retrete, ¿a dónde va la grasa?

Los hechos esclarecedores sobre el metabolismo de la grasa

La respuesta correcta es que la grasa se convierte en dióxido de carbono y agua. Exhalas el dióxido de carbono y el agua se mezcla en tu circulación hasta que se pierde como orina o sudor.

Si pierdes 4,53 kilos de grasa, 3.81 kilos salen por tus pulmones y las 0,72 kilos restantes se convierten en agua. En otras palabras, casi todo el peso que perdemos se exhala.

Esto sorprende a casi todos, pero en realidad, casi todo lo que comemos vuelve a salir a través de los pulmones. Cada carbohidrato que digieres y casi todas las grasas se convierten en dióxido de carbono y agua. Lo mismo ocurre con el alcohol.

La proteína comparte el mismo destino, a excepción de la pequeña parte que se convierte en urea y otros sólidos, que se excreta en forma de orina.

En los alimentos, lo único que llega al colon sin digerir e intacto es la fibra dietética (piensa en el maíz). Todo lo demás que ingieres se absorbe en el torrente sanguíneo y los órganos y, después de eso, no va a ningún lado hasta que lo hayas vaporizado.

Kilogramos dentro contra kilogramos fuera

Todos aprendemos en la escuela que "la energía que entra es igual a la energía que sale", esto es, la cantidad total de energía nunca cambia. Pero la energía es un concepto confuso, incluso para los profesionales de la salud y los científicos que estudian la obesidad.

La razón por la que ganamos o perdemos peso es mucho menos misteriosa si hacemos un seguimiento de todos los kilogramos, no solo de esos enigmáticos kilojulios o calorías.

Según las últimas cifras gubernamentales, los estadounidenses consumen 3,55 kg (125 onzas) de alimentos y bebidas todos los días. De eso, 430 gramos (alrededor de 15 onzas) son macronutrientes sólidos, 17 gramos (0,6 onzas) son fibra y los restantes 3,11 kg (110 onzas) son agua.

Lo que no se informa es que también inhalamos más de 660 gramos (23 onzas) de oxígeno, y esta cifra es igualmente importante para tu cintura.

Si tu cuerpo recibe 3,55 kg (125 onzas) de comida y agua, más 660 gramos de oxígeno (23 onzas), entonces 4,2 kg (148 onzas) deben volver a salir, o aumentarás de peso. Si esperas perder algo de peso, tienen que salir más de 4,1 kg.

Los 430 gramos (15,2 onzas) de carbohidratos, grasas, proteínas y alcohol que la mayoría de los estadounidenses consumen todos los días producirán exactamente 770 gramos (27,1 onzas) de dióxido de carbono más 290 gramos (10,2 onzas) de agua (más o menos una taza) y aproximadamente 31 gramos (1,1 onzas) de urea y otros sólidos excretados como orina.

La tasa metabólica en reposo (esto es, la tasa a la cual el cuerpo usa energía cuando está inactivo) de una persona de 75 kg produce aproximadamente 590 gramos (21 onzas) de dióxido de carbono por día. Ninguna pastilla o poción milagrosa aumentará esa cifra, a pesar de la publicidad que hayas escuchado.

La buena noticia es que tú exhalas 200 gramos (7 onzas) de dióxido de carbono mientras estás profundamente dormido todas las noches, por lo que ya has exhalado una cuarta parte de tu objetivo diario antes de levantarte de la cama.

Come menos, exhala más

Entonces, si la grasa se convierte en dióxido de carbono, ¿simplemente respirar más te haría perder peso? Lamentablemente no. Respirar y resoplar más de lo necesario se llama hiperventilación y solo lograrás marearte o desmayarte. La única forma en que puedes aumentar conscientemente la cantidad de dióxido de carbono que tu cuerpo está produciendo es moviendo los músculos.

Pero aquí hay más buenas noticias. Simplemente ponerte de pie y vestirte duplica tu tasa metabólica. En otras palabras, si te probaras todo tu ropero durante 24 horas, exhalarías más de 1.200 gramos (42 onzas) de dióxido de carbono.

De manera más realista, salir a caminar triplica tu tasa metabólica, y también cocinar, aspirar y barrer.

Metabolizar 2,83 kilos de grasa consume 8,29 kilos de oxígeno y produce 7,93 kilos de dióxido de carbono más 3,11 onzas de agua. La comida que comes no puede cambiar estas cifras.

Por lo tanto, para perder 2,83 kilos de grasa, debes exhalar 7,93 kilos de dióxido de carbono además de lo que producirás vaporizando toda tu comida, sin importar lo que comas.

Cualquier dieta que suministre menos "combustible" del que quemes servirá, pero con tantos conceptos erróneos acerca de cómo funciona la pérdida de peso, pocos de nosotros sabemos por qué.

GRASA FUNCIÓN EN EL ORGANISMO

Perder peso no es lo mismo que perder grasa. El peso perdido se debe a un descenso en uno o varios almacenes corporales, de los que solamente nos interesa uno: los depósitos de grasa. Vamos a ver cuáles son esos compartimentos y por qué no debemos utilizar la báscula como única herramienta de control del peso.

El uso de cada uno de los siguientes sustratos se produce por complejos mecanismos que regulan la homeostasis o el equilibrio. De forma que aunque se hable de compartimentos separados, nuestro cuerpo utiliza herramientas comunes como las mitocondrias, para oxidar los sustratos energéticos y obtener el combustible que necesita.

Todo ello siguiendo los principios de la termodinámica por los que la energía ni se crea ni se destruye, se transforma. Por tanto, usar la grasa u otro sustrato dará lugar a la generación de energía que utilizará nuestro cuerpo para mantener sus funciones vitales ya sea en reposo, o a máxima intensidad.

Los cinco compartimentos de los que depende nuestro peso

Disponemos de varios compartimentos corporales que pueden variar nuestro peso en gran medida. Existen varios niveles que dividen nuestro cuerpo en varios compartimentos. El descenso o aumento en cada uno de dichas divisiones es el causante de un aumento o pérdida de peso.

El nivel molecular o químico es una de las divisiones que podemos encontrar de nuestro cuerpo. Reparte nuestro peso entre agua (60%), proteínas (18%), grasas (15%), minerales (6%), glucógeno (1%).

Agua: el peso más importante de nuestro cuerpo

Si nunca has realizado lo siguiente, te invito a que lo pruebes: pésate y después de pesarte bebe medio litro de agua y vuelve a pesarte. Acabas de engordar medio kilo en tres segundos. Puedes hacerlo al contrario, pésate antes y después de ir al baño y habrás perdido peso de inmediato.

Una modificación en el nivel de hidratación afecta enormemente al peso. Es por ello que si utilizamos una báscula como guía debemos pesarnos siempre en condiciones similares. Afecta a este dato en mujeres la etapa del ciclo menstrual en el que te encuentres, ya que puedes retener más o menos agua.

El estado de hidratación es por tanto la primera causa que hace que nuestro peso aumente, se mantenga o disminuya.

Proteínas: vitales para el mantenimiento de la masa muscular y mucho más

Cuando creamos un déficit calórico para perder peso, nuestro cuerpo utiliza diferentes mecanismos para paliar esa falta de energía con sustratos que tenemos almacenados. Uno de dichos sustratos son las proteínas, que aunque no es la primera fuente que utiliza, sí puede hacer uso de ella.

Debemos evitar ello a toda costa, ya que si un descenso de nuestro peso corporal proviene de una pérdida de masa muscular, nuestra estética y nuestra salud se resentirán.

Para evitar una degradación de proteínas cuando estamos perdiendo peso debemos utilizar el trío de ases: realizar un déficit calórico corto; aumentar el consumo de proteína; entrenar fuerza para que nuestro cuerpo mantenga esa masa muscular que necesita.

El aumento o pérdida de masa muscular es la segunda causa que puede mostrar un número más elevado o más bajo en la báscula. Un aumento de peso debido a un aumento de masa muscular será sinónimo de salud, pero al contrario, una bajada en la báscula por por una pérdida de masa muscular será muy poco saludable.

Grasa: nuestro flotador "salvavidas"

A nivel evolutivo el compartimento de grasas era sinónimo de supervivencia. Si alguien no podía almacenar energía en forma de grasa para cuando hubiera escasez, moriría al no disponer su sistema de ninguna fuente de energía para sobrevivir.

Debido a que somos muy parecidos a nivel fisiológico a lo que eran nuestros ancestros cientos de miles de años atrás, seguimos acumulando grasa cuando comemos más energía de la que necesitamos para cuando haya escasez.

Esa escasez la realizamos con la dieta, comiendo menos energía de la que necesitamos. Existe un límite de grasa que podemos utilizar, por lo que la dieta no debe ser muy restrictiva.

La tercera causa por la que disminuimos nuestro peso, y la que más nos interesa, es por un descenso en la cantidad de almacenes de grasa. El objetivo es realizar una pérdida de peso controlada, y que el descenso de dicho peso sea casi al completo de grasa.

Minerales: mantienen la salud de nuestros huesos

En el caso de consumir muy poca cantidad de calorías, los minerales pueden disminuir, siendo la bajada de peso apenas apreciable, pero a nivel de salud de hueso podría ser muy peligroso.

Uno de los escenarios donde encontramos esta situación es en mujeres deportistas que gastan mucha energía y consumen pocas calorías. Aparece en ellas la triada de la mujer deportista: disfunción menstrual, osteoporosis y anorexia atlética.

No es lo común, pero una dieta de muy pocas calorías, o cuando no reponernos las calorías después de una actividad física donde se consume mucha energía, podría dar lugar a problemas óseos.

Ésta no es una causa de pérdida de peso, ya que una vez formado nuestro esqueleto después del crecimiento, el peso es muy poco variable. Pero su función y salud si puede variar, por lo que debemos realizar actividad física de impacto para mantener su salud, y consumir suficiente energía para que este compartimento no se vea comprometido.

Glucógeno: energía rápida para cuando la demandemos

A pesar que los almacenes de glucógeno suponen apenas el 1% de nuestro peso total, pueden producir un cambio de peso muy grande de forma repentina, ya que se asocian con una gran cantidad de agua.

Una persona promedio almacena entre 341 y 593 gramos de glucógeno en hígado y en músculos. Cada uno de dichos gramos de glucógeno se asocia con tres gramos de agua.

Cuando hacemos actividad física, y además no reponemos esos almacenes mediante la dieta, podemos perder en apenas unos días más de dos kilos de peso. Se debe a ese vaciamiento de los almacenes de glucógeno, con los que además se pierde aproximadamente un kilo y medio de agua.

Sin embargo ese peso perdido no es real, ya que cuando volvamos a rellenar los almacenes de glucógeno, y el agua asociada, los volveremos a recuperar. Podemos ver esta característica en la primera semana de dieta, donde de repente perdemos una gran cantidad de peso.

La cuarta causa por la que podemos ver un descenso en la báscula es por una mezcla del agotamiento nuestros almacenes de glucógeno, unidos a un descenso del agua que les acompañan.

Conclusión y aplicación práctica

No es perder peso, es perder grasa. Medir nuestro peso corporal en una báscula puede ser utilizado como guía, pero no debemos basarnos únicamente en ese dato. Como hemos visto el peso puede variar en gran medida según nuestro nivel de hidratación y nutrición.

Separar nuestro peso en masa grasa y masa libre de grasa es más interesante ya que nuestro objetivo será que la masa grasa disminuya, mientras que la masa libre de grasa (todo lo demás que no es grasa) se mantiene o incluso aumenta.

Para ello necesitamos utilizar herramientas precisas, o ponernos en manos de algún profesional que cuente con instrumental para hacerlo. En caso de utilizar la báscula como guía, realiza el peso siempre en las mismas condiciones: ropa, hidratación, antes/después de ir al baño...

Puedes complementar el dato obtenido del peso con fotos semanales, donde puedas ir viendo el proceso. También puedes utilizar una cinta métrica para medir la circunferencia de cintura y cadera principalmente, ya que es donde se acumula la mayor cantidad de grasa.