Cómo vencer la impotencia
Propuestas terapéuticas para superar una disfunción que afecta la vida sexual de un alto porcentaje de hombres.

La impotencia o disfunción eréctil constituye, junto a la falta de deseo sexual y la eyaculación precoz, el grupo de disfunciones masculinas que atentan contra la vida sexual.


La impotencia puede ser total o parcial, es decir con irregular capacidad para lograr una erección o dificultad para mantenerla hasta que se produce la eyaculación.
En una gran proporción de los casos tiene una causa física. Cualquier trastorno circulatorio que disminuya el flujo de sangre en la región genital puede causar impotencia. La incidencia aumenta con la edad: aproximadamente 5% de los varones a los 40 años experimentan impotencia, cifra que se eleva al 15-25% a los 65. Aun así, no es una consecuencia inevitable del envejecimiento. La impotencia se puede tratar en todos los grupos de edad, y el conocimiento de este hecho ha ido aumentando.


¿Cómo se produce la erección?
La erección se produce cuando la relajación de los músculos pelvianos permite que las dos cámaras longitudinales llamadas cuerpos cavernosos que tiene el pene, se llenen con una gran cantidad de sangre aportada por las arterias; entre tanto, la salida de la sangre por las venas se bloquea.
Esas cámaras están llenas de un tejido esponjoso que contiene músculo liso, tejido fibroso, espacios, venas y arterias. La uretra, que es el conducto por el que sale la orina y el semen, se extiende longitudinalmente por debajo de los cuerpos cavernosos.


La erección comienza con una estimulación sensitiva y mental. Los impulsos del cerebro y los nervios locales hacen que los músculos de los cuerpos cavernosos se relajen, lo cual permite que la sangre fluya hacia los espacios abiertos y los llene. La sangre crea presión en los cuerpos cavernosos, lo cual hace que el pene se expanda. La túnica albugínea es una membrana que cubre a los cuerpos cavernosos y ayuda a atrapar la sangre para que la erección se mantenga. La erección desaparece cuando los músculos del pene se contraen, con lo cual se interrumpe la entrada de sangre y se abren los conductos por los cuales ésta retoma la ciruclación habitual.


¿Qué causa la impotencia?
Como la erección requiere una secuencia de fenómenos, la impotencia puede presentarse cuando cualquiera de estos se interrumpe.
La causa más común de impotencia es el daño de las arterias, el músculo liso y el tejido fibroso, a menudo como resultado de enfermedades como la diabetes, las afecciones renales, el alcoholismo crónico, la esclerosis múltiple, la arterioesclerosis.
Las intervenciones quirúrgicas (por ejemplo, de la próstata) pueden lesionar los nervios y las arterias que están cerca del pene, lo cual causa impotencia. Las lesiones del pene, la médula espinal, la próstata, la vejiga urinaria y la pelvis pueden ocasionar impotencia al lastimar nervios, arterias y tejido fibroso de los cuerpos cavernosos.


Asimismo, muchos medicamentos comunes producen impotencia como efecto colateral. Entre ellos, pueden mencionarse las drogas utilizadas para tratar la hipertensión arterial, los antihistamínicos, los antidepresivos, los tranquilizantes, los supresores del apetito y algunos medicamentos que se administran para tratar la úlcera.
Otras causas posibles de impotencia son el tabaquismo, que afecta el flujo de sangre en venas y arterias, y las anormalidades hormonales, como la producción insuficiente de testosterona.


¿La impotencia puede ser de origen psicológico?
Los expertos calculan que entre un 10 y un 20% de los casos de impotencia obedecen a factores psicológicos. Entre ellos el estrés, la ansiedad, el sentimiento de culpa, la depresión, una autoestima deficiente y temor a ser incapaz de realizar el acto sexual. Dichos factores están muy asociados con más del 80% de los casos de impotencia, generalmente como reacciones secundarias a causas físicas subyacentes.


¿Cómo se diagnostica la impotencia?
Un interrogatorio inicial permite definir el grado y la índole de la impotencia.
Por una simple descripción de la actividad sexual se puede distinguir si los problemas comprometen a la erección, la eyaculación, el orgasmo o el deseo sexual.
Los antecedentes médicos pueden revelar enfermedades que producen la enfermedad.
El uso de ciertos medicamentos o el consumo de drogas ilegales puede sugerir una causa química. Los efectos de los medicamentos son la causa de aproximadamente el 25% de los casos.
En segunda instancia, la exploración física puede indicar que hay problemas sistémicos. Por ejemplo, si el pene no reacciona según lo previsto al tacto, la causa puede ser un problema del sistema nervioso. La anormalidad de las características sexuales secundarias, como por ejemplo la distribución del vello pubiano, puede sugerir alteraciones hormonales. La desviación del pene durante la erección -otro tipo de alteración-, podría ser el resultado de la enfermedad de Peyronie.


Las pruebas de laboratorio constituyen otra vía diagnóstica.Entre ellas figuran el recuento sanguíneo, el análisis de orina, el perfil de lípidos y las mediciones de creatinina y enzimas hepáticas. En los casos de disminución del deseo sexual, la medición de la testosterona en la sangre puede arrojar información sobre problemas del sistema endocrino.
Existen, además, otras pruebas como el monitoreo de las erecciones que se producen durante el sueño (tumescencia peneana nocturna), que permite realizar un diagnóstico diferencial entre una impotencia de causa orgánica de una de origen emocional o psicológico. Pero la prueba de las erecciones nocturnas no es completamente confiable.
Finalmente, una entrevista que incluya todos los aspectos afectivos que rodean la vida sexual del paciente, así como la inclusión de su pareja, puede arrojar luz sobre ciertos contenidos emocionales que sostienen su vida sexual y podrían incidir en el problema.


¿Cómo se trata la impotencia?
La mayoría de los médicos sugiere que los tratamientos de la impotencia deben seguir un trayecto que va de las medidas menos invasoras a las más invasoras. Esto significa que lo que se considera en primer término es la interrupción de cualquier medicamento que pueda ser nocivo. En segundo lugar se ubican la psicoterapia y las modificaciones del comportamiento, seguidas de la utilización de diversos dispositivos mecánicos que facilitan la erección, medicamentos de administración oral, inyección local de diversas drogas que vascularizan la zona peneana y dispositivos que se implantan quirúrgicamente. Sólo excepcionalmente se recomiendan intervenciones quirúrgicas que comprometen al árbol circulatorio.


Muchos hombres consiguen vencer la impotencia mediante la inyección directa de medicamentos que ensanchan los vasos sanguíneos, lo cual hace que el pene se llene de sangre. Sin embargo, estos medicamentos pueden producir efectos colaterales indeseables, en especial la erección persistente. La nitroglicerina, un relajante muscular, a veces puede facilitar la erección cuando se frota sobre la superficie del pene.
Otra alternativa son los dispositivos mecánicos que causan la erección al crear un vacío parcial alrededor del pene; esto atrae sangre hacia el pene, que de este modo se ingurgita y expande.
Otra opción son los implantes de prótesis, que pueden restablecer la erección en muchos hombres. Los principales problemas que surgen son la falla mecánica y las infecciones.


La intervención quirúrgica para reparar arterias puede disminuir la impotencia causada por obstrucciones que impiden el flujo de sangre hacia el pene. Los mejores candidatos para este tipo de operación son los jóvenes con bloqueo aislado de una arteria a causa de una lesión en la zona genital o una fractura de la pelvis. La operación tiene menos éxito en los hombres de mayor edad que presentan un bloqueo más difuso.


En síntesis, los adelantos en los medicamentos inyectables, los implantes y los dispositivos de vacío han ampliado las opciones para los hombres que buscan tratamiento de la impotencia. Dichos adelantos también han ayudado a aumentar el número de varones que busca tratamiento.
Un posible nuevo tratamiento, que actualmente se halla en etapa experimental, consiste en un pequeño dispositivo que el hombre puede introducir en la punta del pene y que libera un medicamento que migra hacia los tejidos eréctiles y causa una erección temporal. No hay necesidad de utilizar agujas para inyección.
Una de las novedades científicas que produjo más revuelo internacional fue la aparición del sildenafil, la primera píldora para tratar la impotencia sexual, que actúa facilitando el flujo de sangre en el pene; a diferencia de los tratamientos con supositorios o inyecciones, que causan la erección directamente, un hombre que toma dicho medicamento no tendrá una erección a menos que esté sexualmente estimulado.
El Sildenafil se sometió a prueba en más de 3.000 hombres que presentaban grados diversos de impotencia de distintas causas, entre ellas diabetes, lesión de la médula espinal y operación de la próstata. En algunos no se pudo identificar una causa orgánica de la impotencia. Otros participantes del estudio padecían problemas como hipertensión y coronanopatía. Algunos hombres recibieron un placebo (píldoras de azúcar), lo cual se hizo para ver en qué medida el mejoramiento de la función eréctil podía atribuirse a los efectos psicológicos de recibir tratamiento.


Los investigadores evaluaron su eficacia formulando preguntas concretas sobre su función sexual a los hombres que participaron en el estudio.
El paciente debe tomar una dosis de 50 mg del medicamento una hora antes de la actividad sexual. El médico puede duplicar la dosis o reducirla a la mitad, lo cual depende de la eficacia del medicamento y de los efectos colaterales. Algunos varones que participaron en las pruebas notificaron dolores de cabeza, enrojecimiento del rostro e indigestión; dichos efectos colaterales aparecieron con una frecuencia sólo levemente mayor en los hombres que tomaron la droga, por comparación con los que recibieron placebo. Algunos pacientes informaron que se había alterado su percepción de los colores, pues no podían distinguir entre el verde y el azul. Pero este efecto colateral desapareció al eliminarse el medicamento del organismo.


El sildenafil no debe usarse al mismo tiempo que los parches o comprimidos sublinguales de nitroglicerina, pues la combinación puede alterar la presión arterial.

Las medidas de la virilidad


Una encuesta afirma que el pene erecto mide en promedio 16,3 centímetros. ¿Y eso a quién le importa?

La fina estampa de Motumbo, un africano cuyo pene se extiende hasta las pantorrillas, se propaga por correo electrónico como una daga para el orgullo masculino. Pero no hay por qué turbarse: una encuesta internacional de la empresa de condones Durex revela que en promedio el miembro erecto ronda los más “modestos” 16 centímetros, y un estudio médico de la Universidad de California reduce la extensión media a sólo 13.

De la encuesta de Durex participaron 2936 hombres (la mayor parte menor de 25 años) que completaron un formulario por internet con reserva de la identidad. Además del largo se interrogó sobre la circunferencia del pene en erección, que terminó promediando los 13,3 centímetros.

El estudio también indagó sobre la percepción de los hombres con relación al tamaño de los condones. El 35% siente que son muy ajustados y el 15% que son más bien sueltos. Los que tienen un pene más grande que el promedio, por su parte, son más propensos a declarar haber sufrido alguna vez la ruptura del preservativo.

La matemática del sexo

Por medio de la imaginación o estímulos sensoriales, el cerebro manda la orden para que 25 a 50 centímetros cúbicos de sangre inunden los cuerpos cavernosos del pene a más de 90 kilómetros por hora.

El volumen del órgano aumenta un 450%, y su extensión –según un estudio de la Universidad de California sobre 80 voluntarios sanos- crece unos 4 centímetros desde los 8,8 centímetros promedios de la flaccidez.

¿Pero a quién le importan estos números?

En el imaginario del hombre, un pene largo es símbolo de virilidad y satisfacción garantizada para la amante. El extinto actor porno John Holmes hizo famoso su miembro erecto de 33 centímetros, y en su libro Everything you always wanted to know about sex (Todo lo que usted siempre quiso saber sobre sexo) el doctor David Reuben menciona el caso de un hombre que llega a las 14 pulgadas (35,6 centímetros), aunque no brinda sus datos de filiación.

“Hay un mercado que promueve el alargamiento del pene, pero está más que comprobado que las dimensiones no influyen sobre el placer de la pareja”, dice el médico sexólogo argentino Mario Kramer. “La vagina se adapta a lo que se introduzca en ella: un termómetro, un dedo o un pene. Y la máxima extensión que admite es 11 centímetros.”

No sólo eso: los científicos ahora cuestionan con pruebas la relación del tamaño con la virilidad. Un trabajo canadiense de la Universidad Brock publicado durante 1999 en el Archives of Sexual Behaviour sugiere que los homosexuales tienen en promedio penes más grandes que los heterosexuales. Al fin de cuentas, tal vez no sean las mujeres quienes deban sentir escalofríos cuando vean a Motumbo cerca.

ADICCIÓN

La dependencia del sexo no es nueva, aunque es ahora cuando ha empezado a verse en las consultas

LA ADICCIÓN AL SEXO ES UNA DE LAS DEPENDENCIAS MENOS CONFESADAS Y VISIBLES DE TODAS LAS QUE EXISTEN. NO OBSTANTE, HA AUMENTADO EL NÚMERO DE PACIENTES QUE PIDE AYUDA DEBIDO A LAS CONSECUENCIAS DE SU TRASTORNO: RUINA ECONÓMICA, DIVORCIOS, PROBLEMAS LABORALES, SUFRIMIENTO, ANSIEDAD Y DEPRESIÓN

 

Aunque D.V son iniciales falsas corresponden a un caso real, y su historia comienza donde empiezan casi todas las que relatan los hombres y las mujeres que como él viven enganchados al sexo: en la adolescencia. De entonces a hoy, hasta sus 35 años, ha vivido ocultándose a sí mismo, y a los demás, su incapacidad para reprimir sus deseos sexuales. «Todo sobrevino por una ruptura afectiva y empecé a mantener relaciones con muchas mujeres como medio para evadirme del dolor. Había días que podía tener varios encuentros o mantener durante una semana 12 relaciones distintas. La necesidad de seducir y conquistar se convirtió en una obsesión», confiesa a SALUD en una entrevista telefónica este sexoadicto que actualmente está tratándose en el Instituto Espill de Psicología, Sexología y Medicina de Valencia. D.V. no calmaba su mono con la masturbación frecuente o con las revistas o con los vídeos pornográficos vistos a escondidas, como muchos otros adictos al sexo, pero sí — como otros tantos— saltaba de cama en cama con el fin de obtener unos pocos segundos de placer físico, y alivio mental, que acaban siempre por convertirse en horas y días de dolor, vergüenza y arrepentimiento. D.V sufre, como cerca del 6% de la población, un comportamiento sexual compulsivo. Al menos, éstas son las estadísticas que barajan los especialistas involucrados en su estudio y tratamiento. Pero pueden ser más. Según un estudio publicado en el American Journal of Psychiatry, «las cifras están infravaloradas porque esta conducta se vive en secreto debido a que causa pudor, es vergonzante y clandestina». Y todos, ellos y ellas, como todos los que tienen alguna dependencia, han caído en su adicción sin darse a penas cuenta y sufren y se autodestruyen un poco más cada vez que se ven incapaces de decir no. «Muchas de mis relaciones estables se rompían porque se enteraban de mi doble vida y yo sufría por mi pareja y por mí. Mi obsesión afectó a mi vida laboral y a la personal. Además, faltaba a mis valores con mis mentiras y engaños. Por todo ello decidí ir a la consulta». Aunque D.V. reconoce que sus múltiples relaciones sexuales también le producían satisfacción: «La vanidad se eleva con cada conquista y, además, tienes muchas experiencias», afirma que esta vez está dispuesto a reconducir su vida sexual. «He sufrido recaídas, pero creo que estos seis meses de terapia van a ser los definitivos».

 

«Se trata de un trastorno que ha empezado a ser rápidamente reconocido como uno de los mayores problemas sociales, cuyas características y consecuencias son similares a las de otras adicciones tan bien conocidas como la de las drogas, el alcoholismo o la ludopatía», explican los expertos integrados en el Counseling Afiliates Sexual Addiction Treatment Program en Houston (Texas), una organización estadounidense especialista en la terapia de este tipo de comportamiento compulsivo.

Descrito por primera vez en 1986 como psicopatía sexual por el psiquiatra alemán Kraff-Ebbing, no es hasta 1970 cuando de la mano de un sólo hombre, Patrick Carnes, se desarrollan las pautas necesarias para su identificación y tratamiento. Este psicólogo, investigador y autor de obras como: Understanding Sexual Addiction (Entendiendo la Adicción Sexual) y Don´t Call it Love: Recovery from Sexual Addiction (No lo llames amor: recuperarse de la adicción sexual) es el responsable de buena parte de la literatura científica que ha caído en las manos de los terapeutas de los adictos al sexo.

«Las personas con comportamiento sexual compulsivo se vuelven adictas a los cambios neuroquímicos que se producen en su cuerpo y en su cerebro durante el acto sexual, como los cocainómanos se enganchan por los efectos de esnifar cocaína o los heroinómanos por chutarse», ha declarado Carnes. Sólo que en el caso de los sexoadictos, el mono es fundamentalmente psicológico.

 

QUÉ ES. Pero, ¿cuánto sexo es demasiado? ¿Dónde esta el límite entre lo normal para cada persona y lo patológico? La sexualidad forma parte natural del ser humano, pero cuando se convierte en una prioridad que interfiere en la vida diaria, en el trabajo, afecta a las relaciones personales y sociales y, además, causa ansiedad, estrés y arrepentimiento, entonces se convierte en sexoadicción.

Una dependencia que no puede describirse a través de un sólo comportamiento (como sucede con otras adicciones), ya que puede disfrazarse como una o varias de estas formas: masturbación compulsiva, relaciones con múltiples parejas heterosexuales u homosexuales, encuentros con personas desconocidas, uso de pornografía, prostitución o líneas eróticas. Todas están englobadas dentro de lo que se consideran trastornos no parafílicos, porque las otras, las parafilias (que también implican comportamiento sexual compulsivo) son mucho más graves, suelen tener otro tipo de causas y también son menos frecuentes. Es el caso del exhibicionismo, la pedofilia, el voyeurismo, la violación, la pornografía infantil, entre otras.

Otra de las características de esta dependencia es que incluso, a veces, no todo es sexo. «Muchas de las personas adictas pasan por periodos largos de abstinencia», destaca Juan José Borrás, director del Instituto de Sexología, Psicología y Medicina Espill, de Valencia, y ex presidente del comité científico de la Asociación Mundial de Sexología. Y todos, sin distinción de clase social, de ocupación laboral o de sexo, pueden caer en la búsqueda constante e insaciable de este tipo de placer y en la inmensa soledad que ella genera.

Aunque ellos se enganchan más que ellas. «Normalmente nos encontramos con más casos de hombres que de mujeres. Algunas hipótesis se inclinan hacia una explicación cultural, social y educacional. Mayor facilidad en el acceso a la práctica sexual, más necesidad de cuantificar la sexualidad y creen en mayor medida que esto es, precisamente, lo que se espera de un hombre, como la experiencia», apunta Marta Arasanz, del Instituto de Sexología de Barcelona. El comportamiento sexual compulsivo se gesta, en la mayoría de los casos, en la mente, donde las fantasías sexuales, los sueños y los pensamientos eróticos se convierten en la válvula de escape de los problemas laborales, las relaciones rotas, la baja autoestima o la insatisfacción personal. De ahí que los especialistas en este campo consideren la adicción al sexo como un síntoma y no una enfermedad.

«Es como la punta del iceberg, lo que se ve a primera vista, pero es el reflejo de múltiples trastornos mentales como la ansiedad, las dificultades para relacionarse, la inseguridad afectiva o los problemas de identidad sexual, entre otros», afirma Manuel Manzano, médico y sexólogo, del Centro de Urología, Andrología y Sexología de Madrid. Pero cuando las ideas sobre el sexo roban la mayor parte del tiempo, muchos eligen pasar a la acción para espantar sus fantasmas. Para la mayoría de ellos, la dependencia ya ha empezado y ni siquiera se han dado cuenta de ello.

«Todo el mundo tiene fantasías, pero la persona obsesionada decide muchas veces pasar a actuar creyendo que es una forma de liberarse de sus pensamientos. Sin embargo, suele suceder lo contrario, su actitud se empieza a repetir sin control y cae en el comportamiento sexual compulsivo», señala Borrás.

 

DOBLE VIDA. Es entonces cuando empiezan las mentiras. Las que se cuentan a sí mismos con el fin de autoconvencerse de que todo está bajo control: («Ésta es la última vez»), y las que cuentan a los demás, para ocultar su doble vida. «Los adictos al sexo se convierten en grandes actores. Se hacen hábiles engañando porque su problema les avergüenza y porque se dan cuenta de que no pueden frenar sus impulsos», aclara el doctor Borrás.

Pero, en ocasiones, su rastro acaba por desvelar toda la verdad. «Algunos acuden a la consulta cuando las facturas de teléfono de líneas eróticas o los contactos con prostitutas les han arruinado económicamente y sus parejas les han descubierto», señala Roselló Barberá, director del Centro de Urología, Andrología y Sexología de Madrid.

Otros, en cambio, deciden pedir ayuda porque quieren poner fin a una adicción que les ha costado el matrimonio, les ha causado problemas legales o les está empujando al suicidio. O porque su esclavitud les está obligando a hacer cosas que nunca hubieran imaginado, lo que les causa un sufrimiento insoportable.

Éste es el caso de un hombre homosexual, actualmente en tratamiento, que acabó acudiendo a locales cuya única razón de ser era el intercambio sexual y este hecho le estaba provocando una profunda depresión, uno de los precios de esta adicción. Los otros han sido estimados por el National Council of Sexual Addiction (NCSA) de EEUU: un 40% pierde a su pareja, otro 40% sufre embarazos no deseados, un 72% tiene ideas obsesivas sobre el suicidio, un 17% ha intentado quitarse la vida, un 36% aborta, un 27% tiene problemas laborales y un 68% tiene riesgo de contraer el sida u otras enfermedades de transmisión sexual.

«El mejor factor pronóstico es acudir a una consulta. La mayoría de los casos que llegan hasta aquí se arrastran desde la adolescencia y éstos son más complicados y de difícil tratamiento porque llevan más años manteniendo este tipo de comportamiento. Otros se consideran transitorios porque han sido provocados por una ruptura matrimonial, por un problema económico, por un conflicto emocional o, simplemente, porque exista un problema de disfunción eréctil y el comportamiento compulsivo no se prolonga en el tiempo», destaca el doctor Borrás.

Aunque la masturbación compulsiva durante la adolescencia suele ser un hecho normal, a veces, este comportamiento se perpetúa por la existencia de problemas en la infancia. Según el NSCA, un 71% de los adictos reconoce haber sufrido abusos físicos y un 83%, abusos sexuales.

«Existen más causas de esta dependencia como las biológicas (alteraciones del sistema límbico, trastornos cerebrales, como un tumor, o defectos en los neurotransmisores). También depende de la madurez psicosexual del individuo donde están implicados la seguridad afectiva o los problemas de identidad sexual», destaca el doctor Manzano.

 

TRATAMIENTO. Independientemente de cuál sea la causa, tratar la adicción al sexo es posible. Los especialistas buscan con la psicoterapia los posibles desencadenantes de la dependencia y con las técnicas cognitivas-conductuales, controlar la conducta sexual del paciente.

«A un alcohólico le puedes decir que no beba, pero nadie puede prescindir del sexo. Eso, además, es lo que más miedo les da. Te dicen que cómo van a dejar de tener relaciones, que no se imaginan una vida de celibato. Pero no se trata de vivir sin sexo, sino de reconducir su comportamiento, de aprender a convivir con uno mismo y tomar elecciones», aclara el doctor Borrás.

A algunos, además, les ayudará el uso de fármacos, como los inhibidores de la recaptación de la serotonina. «El Prozac, por ejemplo, en dosis bajas tiene un efecto en el cerebro sobre la sexualidad y la saciedad, y este hecho ayuda durante los inicios del tratamiento, junto con la psicoterapia, en determinados pacientes», insiste el director del Instituto Espill.

Para prevenir la adicción al sexo algunos especialistas, como el doctor Roselló Barberá, creen que sólo hay un camino. «Hay que impartir a edades más tempranas una buena educación no represiva. Tenemos que enseñar que el sexo es algo bueno, pero que puede convertirse en nocivo cuando se utiliza de forma inapropiada».

 

CIBERADICTOS

 

Enganchados a las «webs» de sexo

 

 

Las pantallas del ordenador se están convirtiendo en la puerta de entrada a una nueva forma de dependencia de Internet: la ciberadicción sexual. Con el anonimato como escudo, cada vez más personas se están enganchando al sexo virtual de una forma compulsiva y patológica.

En uno de los primeros artículos en los que se ha calculado el número de los ciberadictos sexuales compulsivos, publicado en el último número de la revista Sexual Addiction and Compulsivity, se estima que los casos ascienden a 200.000. Los especialistas entienden por ciberadicto sexual compulsivo a todas las personas que pasan más de 11 horas a la semana enganchadas a páginas de la red dedicadas exclusivamente al sexo.

El trabajo, liderado por Al Cooper, director clínico del San José Marital and Sexuality Centre y coordinador de los servicios psicológicos de la Universidad de Standford (EEUU), se llevó a cabo en la primavera de 1998, con la participación de 13.5000 visitantes de la cadena televisiva de noticias NBC. Todos ellos rellenaron un cuestionario. Finalmente, los autores recopilaron las respuestas de un total de 9.265 internautas de entre 18 y 90 años. El 1% fue calificado como adicto compulsivo.

«Si este porcentaje se aplica a los 20 millones de personas que cada mes visitan las webs sexuales, nos encontramos con 200.000 adictos», aclaran los autores del trabajo.

La adicción al sexo a través de Internet es un problema que, a juicio de los especialistas, está aumentando en todos los países, incluido el nuestro. «Cada vez existen más ciberadictos al sexo, la gran paradoja es que a mayor capacidad comunicativa existe una mayor soledad. Este hecho, junto con que cada vez existen más personas solas, con menos recursos personales para poder establecer relaciones, y con el anonimato que ofrece la red, favorece la aparición de esta dependencia», destaca Marta Arasanz.

En algunos estudios previos se ha estimado que entre un 1 y un 5% de los enganchados al ciberespacio on adictos a alguna de las formas sexuales on-line.

Estos mismos trabajos son los que han demostrado que, mientras que los varones tienen más tendencia a visitar las webs porno, las mujeres se enganchan a los chats eróticos. Las personas que sufren baja autoestima, problemas de imagen corporal, disfunciones sexuales que no han sido tratadas o han sido sexoadictos previamente, tienen más riesgo de desarrollar este tipo de dependencia.

Los estudiosos del tema creen que existen tres elementos clave por los que Internet favorece la aparición de este comportamiento sexual compulsivo: el anonimato, la accesibilidad, y su uso como vía de escape.

Los signos de alarma que pueden avisar de que se está cayendo en esta adicción son:

-Pasar de forma rutinaria un número significativo de horas en los chats eróticos o buscando cibersexo.

-Preocuparse porque se está utilizando la red para encontrar una pareja sexual.

-Usar de forma frecuente comunicaciones anónimas para poder desarrollar las fantasías sexuales que normalmente no se realizan en la vida real.

-Ver que cada vez se alterna más el uso del cibersexo con los teléfonos eróticos.

-Masturbarse mientras se está en un chat erótico.

-Preferir obtener el placer sexual de Internet antes que de su propia pareja.

 

 

 

PARAFILIAS

 

La forma más grave de sexoadicción

 

Guiones como los que han dado pie a películas como Instinto Básico no son fruto de la imaginación de una o varias personas dedicadas al mundo del cine. El sadismo que transmite esta película no es más que uno de los muchos comportamientos sexuales compulsivos que se engloban dentro de las parafilias. Todas ellas se caracterizan por ser comportamientos sexuales compulsivos que pueden causar daño o humillación a otros o que involucran a objetos. En la mayoría de los casos se requiere tratamiento farmacológico, además de psicoterapia, para hacerles frente. Las más comunes son:

 

-Pedofilia. Afecta generalmente a los varones que buscan relaciones con menores. Sólo en EEUU, entre 100.000 y 500.000 niños son acosados y violados por un adulto.

 

-Exhibicionismo. Define a las personas que necesitan mostrar sus genitales o masturbarse en público.

 

-Fetichismo. Uso continuado durante más de seis meses de objetos para lograr la excitación. Una variante frecuente de esta forma de parafilia es el travestismo (sobre todo en hombres que necesitan vestir con prendas femeninas para excitarse).

 

-Voyeurismo. Incluye a aquéllos que sólo se excitan cuando ven a otras personas desnudas o manteniendo relaciones sexuales.

 

-Froteurismo. La necesidad de mantener un contacto físico, de proximidad, con las personas que han elegido para lograr excitarse.

 

-Masoquismo. Cuando sólo se obtienen placer con la humillación, los golpes o las situaciones extremas de sufrimiento.

 

-Sadismo sexual. Cuando el fin es hacer sufrir física o psíquicamente a la pareja.

 

 

CUESTIONARIO.

 

Estas 12 preguntas pueden ayudar a determinar si usted tiene un problema de adicción sexual, según la asociación Adictos Sexuales Anónimos 2000 de EEUU.

 

1. Guardas secretos sobre tus actividades sexuales? ¿Mantienes una vida doble?

 

2. ¿Tus necesidades te han llevado a tener sexo en sitios o con gente con las que normalmente no te involucrarías?

 

3. ¿Te sorprendes a ti mismo buscando artículos o escenas sexualmente excitantes en periódicos, revistas u otros medios de comunicación?

 

4. ¿Te has dado cuenta de que tus fantasías románticas o sexuales causan problemas en tus relaciones o que te prohíben enfrentarte a tus problemas?

 

5. ¿Frecuentemente quieres alejarte inmediatamente de una pareja sexual después de haber tenido relaciones con ella?

 

6. ¿Frecuentemente sientes remordimiento, vergüenza o culpabilidad después de un encuentro sexual?

 

7. ¿Sientes vergüenza de tu cuerpo o de tu sexualidad, de tal manera que evitas tocarte el cuerpo y participar en relaciones sexuales? ¿Temes no tener sentimientos sexuales? ¿Temes ser asexual?

 

8. Cada nueva relación, ¿tiene los mismos patrones destructivos que te incitaron a romper con la última?

 

9. Tus actividades sexuales, ¿necesitan cada vez mayor variedad y frecuencia sólo para sentir los mismos niveles de excitación y alivio?

 

10.¿Te han detenido alguna vez, o hay peligro de arresto, debido a tus prácticas de voyeurismo, exhibicionismo, prostitución, sexo con menores de edad, llamadas telefónicas obscenas, etc.?

 

11. Tu búsqueda de relaciones sexuales o románticas, ¿contradice o interfiere con tus creencias espirituales o tu moral?

 

12. Tus actividades sexuales, incluyen riesgos de contraer enfermedades de transmisión sexual, amenazas, o embarazo, coacción o violencia?

 

13. Tu comportamiento sexual o romántico, ¿te ha dejado alguna vez con el sentimiento de una falta total de esperanza, enajenación, o con ganas de suicidarte?

 

Si la respuesta es positiva a más de una pregunta es importante que solicite consulta médica especializada para descartar o no la presencia de un comportamiento sexual compulsivo. Según Marta Arasanz, del Instituto de Sexología de Barcelona, «En España, todos los psicólogos especialistas en sexología están capacitados para tratar este tipo de trastorno». Además, y a través de la Asociación Sexólicos Anónimos con sede en Barcelona se puede obtener información sobre el tema (espana@sa.org).

 

La imagen y las relaciones sexuales

P.M.

Algunas mujeres sufren ansiedad o dejan de mantener relaciones sexuales debido a que no les gusta su propia imagen corporal o sienten que la pareja les mira durante el acto.

Ésta es la conclusión de un nuevo trabajo, publicado en el último número de la revista Journal of Sex Research. El estudio, realizado por investigadores del Columbia College, en Carolina del Sur (EEUU), se realizó a través de encuestas a 200 mujeres universitarias.

Al parecer, dos tercios de las entrevistadas tenían una mala imagen de su propio cuerpo, lo que provocaba bien un rechazo de las relaciones sexuales, bien que no disfrutaran de ellas o que se mostraran más tímidas durante el sexo.