Escucho a muchos jóvenes referirse al
Extasis como una droga divertida e inofensiva. Pienso…, "si ellos
supieran…". Crecí en un pequeño pueblo rural de Pensilvania. Es uno de
esos lugares donde todos conocen tu nombre, saben lo que haces, lo que comes,
en fin, conocen tu vida. Ciertamente a mí me conocían bien. Yo era una
estudiante sobresaliente con todas mis calificaciones de "A". Era
una joven muy popular, envuelta en diferentes grupos de la escuela. Daba la
bienvenida a nuevos estudiantes y participaba en casi todas las producciones
teatrales. Las drogas nunca tuvieron cabida en mi vida. Nunca surgió en mí
esa inquietud porque estaba muy ocupada y concentrada en otras cosas. Siempre soñé con mudarme a Nueva York, estudiar actuación y
seguir una carrera teatral. Mi sueño se hizo realidad cuando mi mamá me trajo
a la ciudad para asistir a la escuela de actuación. Como pueden imaginarse,
esto representó un gran cambio en mi vida. Conocí gente nueva, estuve expuesta a nuevas ideas y a un
estilo de vida que me introdujo a las drogas. Muchos de los jóvenes que
conocí o con quienes compartía en la escuela de actuación usaban drogas desde
hacía años. Pensé que si yo también las usaba llegaría a formar parte de su
mundo y lograría una amistad más profunda. Traté marihuana y hasta un poco de
cocaína, pero fue el Extasis la droga que cambió mi vida para siempre. Recuerdo la sensación que experimenté la primera vez que la
usé. Me sentí en la gloria. Podía sentir el pulso del universo. Dejé que cada
aliento, contacto y molécula moviera mi alma. Era como si hubiera abierto la
puerta a un mundo secreto; como si hubiera descubierto el cielo. Y tengo que
admitir que me preguntaba cómo algo que se siente tan bien podría hacerme
daño. Al principio la asistencia a clases y los dos trabajos que
tenía para mantenerme a flote me dejaban poco tiempo para ir a fiestas y
divertirme. Pero según pasaba el tiempo, las cosas cambiaron. Me gradué;
obtuve un empleo; hice nuevas amistades y comencé a consumir Extasis con más
frecuencia. A medida que lo hacía, empecé a mirar con desprecio a quienes no
la usaban. Me rodeé sólo de personas que la usaban. Cuando miro atrás a mis
amistades me doy cuenta de que éramos muy similares, no solamente en el uso
de drogas, sino también en un sentido más profundo. Todos estábamos afectados
de alguna forma, nos sentíamos tristes, heridos y solitarios. Podía ser como
consecuencia de una infancia difícil, un corazón roto o inseguridad. Eramos
un grupo de almas perdidas que queríamos ser parte de algo con todo nuestro
ser. Yo había dejado de ser una joven que nunca usaba drogas para convertirme
en una mujer que no podía imaginar vivir sin ellas. Afortunadamente - eso creía yo -todas mis amistades usaban
Extasis, y como mi novio la vendía, rara vez tenía que pagar por ella. Los
fines de semana los pasaba tomando píldoras y bailando en alguno de los
muchos clubes de la ciudad de Nueva York. La realidad es que no importaba
mucho dónde yo estuviera. Clubes, barras, apartamentos, cualquier lugar era
bueno para usarla. Mis fines de semana comenzaban los jueves y terminaban los
domingos. Había venido a Nueva York soñando con una carrera teatral. Las
drogas no me robaron este sueño, pero sí me hicieron estar dispuesta a
olvidarme de él. No se trataba de que estuviera perdiendo oportunidades por
usarlas. Simplemente dejé de hacer audiciones. Algunas veces dejaba de comer
y dormir también. Trabajaba sólo dos veces en semana para sostener mi hábito.
El resto del tiempo lo utilizaba en coger una nota, casi siempre con Extasis.
La primera experiencia sublime con esta droga quedó distante en mi memoria.
Nunca pude volver a sentir aquella nota de la primera vez, no importa cuánto
Extasis consumiera. En cinco meses, de vivir responsablemente persiguiendo mi
sueño, me convertí en una persona a quien no le interesaba nada. Mientras más
alta la nota que cogía, más me hundía en el profundo abismo de la soledad.
Cuando dormía tenía pesadillas y convulsiones. Estaba pálida, mi cabeza latía
constantemente y tenía principios de paranoia. Yo ignoraba todo esto pensando
que era normal. Hasta la noche en que pensé que me estaba muriendo. Esa noche estaba sentada en el sofá con mi novio y mis
compañeras de cuarto mirando una película en la televisión. Me sentía bien,
pero de pronto experimenté la necesidad de saltar fuera de mi piel. Mi
pensamiento corría vertiginosamente y veía imágenes horribles, alucinaciones
que dominaban mi mente. Pensé que veía al diablo y repetidamente le
pregundaba a mis amigos si estaba muerta. Caminaba fuera de control de un
lado para otro, incapaz de relajarme y sin entender lo que ocurría a mi
alrededor. Encima de todo esto sentí como si tuviera un ataque al corazón. Lo
peor de todo es que en esos momentos pude ver lo que yo era y en lo que me
había convertido. De alguna forma, pude llegar al teléfono, llamé a mi mamá a
medianoche y le pedí que me viniera a buscar. Así lo hizo y me sacó del
apartamento a la mañana siguiente. Yo no tenía conciencia de quién yo era ni de donde estaba
mientras mi mamá guiaba hacia el hospital en Pensilvania. Estuve casi todo el
viaje encojida en el asiento trasero mientras mi hermana menor trataba de
calmarme. Creo que ellas tenían miedo de que me tirara del carro en cualquier
momento debido al estado tan alterado que me encontraba. No puedo culparlas.
Cuando llegamos al hospital, me ingresaron en la sección de psiquiatría.
Permanecí allí por catorce días en completo estado de confusión. Eso fue lo
que me dejó el Extasis. Los doctores realizaron un estudio de mi cerebro llamado
"neuro-spec scan". Yo no podía creer los resultados. Las imágenes
captadas de mi cerebro reflejaban unas manchas oscuras irregulares y los
doctores me dijeron que éstas áreas afectadas eran las que llevaban a cabo
las funciones de la memoria. Debido a que yo usaba otras drogas, los doctores
no podían determinar que el abuso de Extasis era el único responsable de este
daño cerebral. Pero hay algo de lo cual estoy segura: Ninguna otra cosa en mi
historial médico pudo haber contribuído a esto. Desde que vi los resultados del estudio mi vida ha sido cuesta
arriba, invadida por doctores, terapistas, reuniones y búsqueda espiritual.
Me han recetado medicamentos antidepresivos, antisicóticos y estabilizadores
de ánimo para ayudarme a contrarrestrar el desbalance químico causado por el
abuso de drogas. Mirando atrás, todo pasó muy de prisa. Peor aún, sé lo que
me hice a mí misma. Escucho a muchos jóvenes decir que el Extasis es una droga
inofensiva y felíz. No hay nada de felicidad en la forma como esta droga
"inofensiva" destruyó mi vida en pedazos. El Extasis consumió mi
energía, mi motivación, mis sueños, mis amigos, mi apartamento, mi dinero y
sobre todo, mi cordura. Diariamente me preocupo por mi futuro y por mi salud.
Quedan muchas montañas por escalar delante de mí, pero intento continuar
subiendo porque soy una de las pocas afortunadas. Me han dado otra oportunidad y eso es algo que no todo el
mundo tiene la suerte de obtener. |
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