Tu cuerpo está formado por muchos órganos que se relacionan entre sí y se necesitan mutuamente. Conoce algunos hábitos para beneficiar la relación entre cerebro y corazón.
Cuando los vasos sanguíneos que conectan el corazón y cerebro están «limpios» y la sangre fluye libremente hacia el cerebro disminuyen las probabilidades de ataques cerebrales. A su vez, el cerebro junto con el resto del sistema nervioso es el que controla que todo funcione coordinadamente. Incluso, el corazón.
A su vez, la presión arterial alta afecta las arterias coronarias, se dilata el ventrículo izquierdo y se genera insuficiencia cardíaca. Simultáneamente se provocan accidentes isquémico transitorio y cerebrovascular, demencia y deterioro cognitivo leve.
Es decir que cada uno tiene su función y se necesitan mutuamente.
A continuación te sugerimos 10 hábitos que te ayudarán a mantener sana la relación entre corazón y cerebro, así como la conexión entre los otros componentes de nuestro cuerpo.
Está formando por axones neuronales que resultan principalmente de las células de las pirámides de las capas II y III de la corteza cerebral. Se ubica en la línea media del cerebro, justo en la fisura interhemisférica; además, en gran parte está tapado por la corteza.
Aunque muchos ignoran su existencia, es una región fundamental para la inteligencia humana, pues interviene en la capacidad para almacenar y procesar información. También trabaja en la asignación de tareas a cualquiera de los hemisferios sobre la base de su programación.
¿Cómo está formado? ¿Qué otras funciones desempeña? A continuación repasamos sus características anatómicas y otros aspectos que ayudan a entender por qué es tan relevante.
El cuerpo calloso del cerebro tiene forma de hoja y diferentes partes que conectan entre sí áreas diferenciadas del cerebro. Conforma una zona cuadrilátera y está tendido de manera trasversal de un hemisferio a otro.
Es una estructura que reúne las dos mitades del cerebro mediante la conexión de puntos no simétricos de la corteza. Su extremo posterior es voluminoso y corresponde a la parte denominada rodete. El extremo inferior se dobla hacia abajo y se conoce como rodilla.
Termina a través de un extremo afilado llamado pico, que se encuentra conectado con el quiasma óptico. Por otra parte, su longitud de cara es de 7 u 8 cm. La anchura del cuerpo en la cara superior es de 2 cm, mientras que la cara inferior tiene 4 cm.
Aunque se considera al cuerpo calloso del cerebro como una estructura única, desde el punto de vista anatómico se ha dividido en varias porciones. Para entender cómo funcionan, veamos en detalle sus particularidades.
Se encuentra situado en la parte frontal inferior del cuerpo calloso del cerebro y nace de la lámina terminal. Es la parte más anterior de esta estructura y se encuentra enlazado con el quiasma óptico. Este último es una región donde se entrecruzan las fibras axónicas de los nervios ópticos.
Es la región más delgada y presenta una curva hacia el interior del cerebro, dirigiéndose hacia los lóbulos frontales. Sus fibras conectan las cortezas prefrontales de ambos hemisferios para que sus informaciones se integren.
Está formando por las fibras reflejadas que se continúan hacia abajo mediante la porción afilada del cuerpo. En su cara inferior hay dos tractos blanquecinos que se conocen como pedúnculos.
El cuerpo o tronco corresponde a la cara superior de esta estructura cerebral. Por su parte transversal tiene una forma plana o ligeramente cóncava, mientras que la parte posterior es convexa. En su línea media se conecta con el séptum lúcidum y por detrás contacta con las fibras transversales del trígono.
Además, es una de las porciones más importantes de todo el cuerpo calloso del cerebro, ya que conecta regiones del cerebro como el tálamo, hipocampo y otras zonas del sistema límbico.
La parte más posterior de esta estructura cerebral es una zona redondeada que se conoce como rodete o esplenio. Está conectada con el lóbulo occipital para formar el fórceps mayor y también se asocia con el ventrículo lateral hasta el punto de formar una de sus paredes inferiores.
Hábitos cotidianos que afectan la salud de tu cerebro
¿Sabías que el sedentarismo o la falta de un descanso adecuado pueden ser dos de los factores que perjudican tu salud cerebral? Procura estar activo, al menos, 30 minutos al día y dormir 7 horas seguidas.El cerebro es el eje de control de nuestro cuerpo. Junto al sistema nervioso, es el encargado de regular las funciones mentales y una amplia variedad de procesos vitales.Es una de las partes más complejas y misteriosas de todos los seres humanos, ubicada en la cavidad craneal.
Su estudio ha representado un importante reto para la comunidad científica. De hecho, en la actualidad continúa siendo un foco principal para la investigación.
Precisamente gracias a esto, hoy se reconoce que muchos de los hábitos que practicamos todos los días influyen para bien o para mal en su funcionamiento.
Es casi inevitable que sufra un deterioro con la edad. No obstante, algunos factores que nos pueden parecer inofensivos, en realidad, aceleran su desgaste.
1. Saltarse el desayuno
Los alimentos que se consumen a primera hora del día durante el desayuno son la fuente de combustible que utiliza el cerebro para llevar a cabo sus funciones durante la jornada.
Saltarse esta comida, o bien, reemplazarla por opciones poco saludables, causa un debilitamiento en las funciones mentales. Además, aumenta la sensación de fatiga y somnolencia.
¿Cómo solucionarlo?
- Asegúrate de consumir un desayuno completo y balanceado, que corresponda al 25 % de las calorías totales diarias.
- Incluye fuentes de proteínas, antioxidantes y fibra.
- Consúmelo dentro de la primera hora después de levantarte.
2. Dormir mal afecta al rendimiento del cerebro
Durante el periodo de descanso producimos un material conocido como mielina, cuya función es, entre otras, proteger las células del sistema nervioso.
Debido a una mala noche de sueño, esta sustancia se reduce y, como consecuencia, el cerebro se resiente y se dificulta la memoria, la concentración y otras habilidades.
¿Cómo solucionarlo?
- Ten en cuenta que un óptimo descanso se consigue con 7 u 8 horas diarias de sueño.
- Si tienes dificultades para dormir por este lapso, busca soluciones para inducir tu cuerpo al descanso.
- Mantén tu dormitorio tranquilo y limpio, libre de elementos distractores.
3. Comer en exceso
Todos los extremos son malos y, por esto, aunque comer poco afecta el cerebro, comer en exceso también resulta perjudicial.
Ingerir más alimentos de los que el cuerpo necesita produce la acumulación de sustancias sobrantes en forma de toxinas y grasas, lo que puede causar un endurecimiento u obstrucción de las arterias.
Esta situación interfiere en la circulación y, a su vez, impide que el oxígeno y los nutrientes lleguen de forma óptima hasta las células del cerebro.
¿Cómo solucionarlo?
- Adopta un plan de alimentación balanceado, moderado en calorías y grasas.
- Evita el consumo excesivo de procesados.
- Opta por consumir alimentos de origen orgánico.
- Divide las porciones de tus comidas para 5 o 6 platos al día.
4. Consumir demasiado azúcar
El exceso de azúcar refinado en la alimentación regular tiene mucho que ver con los problemas cerebrales que se desarrollan al llegar a la vejez.
Su consumo, a menudo, se relaciona con episodios de ansiedad, depresión y pérdida parcial de la memoria.
¿Cómo solucionarlo?
- Evita añadir demasiado azúcar en tu alimentación diaria.
- Limita el consumo de productos con altos contenidos de azúcar.
- Opta por usar endulzantes naturales como la miel de abejas o la estevia.
5. Permanecer inactivos
La inactividad física o sedentarismo es otro de los factores que, aunque no parezca, influye en el deterioro prematuro de las funciones cerebrales. Al reducir la segregación de endorfinas aumenta la tendencia a sufrir estrés y ansiedad.
¿Cómo solucionarlo?
- Realiza, por lo menos, 30 minutos de ejercicios diarios.
- Adopta una rutina de entrenamiento cardiovascular y de fuerza.
- Opta por actividades que, a su vez, aumenten la exigencia de las funciones cerebrales (por ejemplo, aquellas que requieren ejercicio y coordinación).
La función más importante del cuerpo calloso del cerebro es ser una vía de comunicación entre un hemisferio y otro. De hecho, sin esta región cerebral la conexión entre ambas partes sería imposible.
Aunque las funciones del hemisferio derecho difieren de la del izquierdo, no impide que puedan actuar de manera conjunta. Sin embargo, para que esto sea posible, se deben conectar mediante esta estructura. Así, al facilitar el funcionamiento del sistema nervioso como un mecanismo único permite la ejecución precisa de los procesos humanos.
En este sentido, resulta clave para el procesamiento de la información y el aprendizaje. Por eso, se dice que es un componente imprescindible para la inteligencia humana. En el caso de los niños, participa en su proceso de laterización.
Por otro lado, también se ha relacionado con el movimiento ocular. Al parecer, el cuerpo calloso recopila la información sobre los músculos del ojo y la retina. Luego, la envía a las regiones cerebrales donde se procesan estos movimientos.
En conclusión, el cuerpo calloso del cerebro es una región fundamental para cualquier proceso cerebral. En consecuencia, cualquier lesión o malformación del mismo puede provocar alteraciones físicas y dificultades cognitivas.
Una dieta baja en sodio pero rica en frutas, carnes blancas, pescado, verduras, lácteos sin grasa y granos integrales fortalece el corazón y el cerebro. Este tipo de alimentación contribuye a mantener en buen nivel la presión sanguínea, el colesterol y el azúcar en sangre.
Si además se logra mantener un peso adecuado y se realiza actividad física moderada de forma regular, como indicamos a continuación, ambos órganos trabajarán de manera óptima.
Las funciones cerebrales y cardíacas aumentan cuando hacemos ejercicio. La falta de actividad física contribuye al envejecimiento cerebral. El corazón también sufre porque sus procesos se hacen más lentos.
A la hora de hacer ejercicio, basta una buena caminata, ejercicios moderados o yoga durante 30 minutos al día para mejorar el funcionamiento de ambos órganos.
Este ácido poliinsaturado baja el colesterol y favorece la memoria. El salmón, las sardinas y el atún son los pescados con mayor cantidad de estos ácidos grados. También los encontramos en las algas, huevos, nueces y las semillas de linaza. Comer estos alimentos a diario será muy saludable para el corazón, el cerebro y el organismo en general.
Al corazón y al cerebro el acto de reír les aporta ingentes beneficios: mejora la circulación, la presión arterial y disminuye el estrés. Es uno de los hábitos con resultados más inmediatos, en cuanto a beneficios se refiere.
La meditación es otro hábito que beneficia al corazón y al cerebro. Es una forma de relajación que disminuye los niveles de cortisol, la hormona que genera el estrés, mejora el estado de ánimo e impulsa el optimismo. A la vez, se reduce la atención arterial y se genera bienestar general.
Una actitud positiva ante la vida solo aporta beneficios al organismo.El corazón y el cerebro no son la excepción. Se eliminan los pensamientos negativos que generan ansiedad, estrés y hasta depresión. Además, la sensación de bienestar y el optimismo alivian las tensiones.
Pocas cosas son más placenteras que jugar. Si estos juegos además ejercitan el cerebro el beneficio es mayor; los juegos de palabras incrementan la capacidad cerebral y el cociente intelectual. Mientras jugamos nos relajamos, la presión disminuye y el corazón se alivia.
El hábito de escuchar música o tener un pasatiempo estimulan el bienestar general. Estas actividades influyen en la relajación como aspecto determinante para mejorar la salud y el funcionamiento de los órganos. Como consecuencia, el corazón funciona de manera adecuada y el cerebro se oxigena.
El sueño aumenta la formación de mielina, necesaria para el mejor funcionamiento cerebral, fortalece las conexiones neuronales y transforma la memoria de corto a largo plazo. Contrariamente, no dormir incrementa la presión arterial, la frecuencia cardíaca, el colesterol y los riesgos de insuficiencia cardíaca.
Los efectos de la exposición al cigarro perjudican a todos los órganos. El corazón y cerebro no son la excepción. Fumar endurece las arterias y aumenta el riesgo de padecer aterosclerosis, eleva la presión arterial y disminuye la oxigenación de la sangre.
Estos 10 hábitos que benefician a tu corazón y cerebro no solo mejorarán su funcionamiento, sino que incrementarán el bienestar general. Vale la pena ponerlos en práctica como una manera de lograr mejor calidad de vida.
¿Sabías que el sedentarismo o la falta de un descanso adecuado pueden ser dos de los factores que perjudican tu salud cerebral? Procura estar activo, al menos, 30 minutos al día y dormir 7 horas seguidas.
Es una de las partes más complejas y misteriosas de todos los seres humanos, ubicada en la cavidad craneal.
Su estudio ha representado un importante reto para la comunidad científica. De hecho, en la actualidad continúa siendo un foco principal para la investigación.
Precisamente gracias a esto, hoy se reconoce que muchos de los hábitos que practicamos todos los días influyen para bien o para mal en su funcionamiento.
Es casi inevitable que sufra un deterioro con la edad. No obstante, algunos factores que nos pueden parecer inofensivos, en realidad, aceleran su desgaste.
Los alimentos que se consumen a primera hora del día durante el desayuno son la fuente de combustible que utiliza el cerebro para llevar a cabo sus funciones durante la jornada.
Saltarse esta comida, o bien, reemplazarla por opciones poco saludables, causa un debilitamiento en las funciones mentales. Además, aumenta la sensación de fatiga y somnolencia.
Durante el periodo de descanso producimos un material conocido como mielina, cuya función es, entre otras, proteger las células del sistema nervioso.
Debido a una mala noche de sueño, esta sustancia se reduce y, como consecuencia, el cerebro se resiente y se dificulta la memoria, la concentración y otras habilidades.
Todos los extremos son malos y, por esto, aunque comer poco afecta el cerebro, comer en exceso también resulta perjudicial.
Ingerir más alimentos de los que el cuerpo necesita produce la acumulación de sustancias sobrantes en forma de toxinas y grasas, lo que puede causar un endurecimiento u obstrucción de las arterias.
Esta situación interfiere en la circulación y, a su vez, impide que el oxígeno y los nutrientes lleguen de forma óptima hasta las células del cerebro.
El exceso de azúcar refinado en la alimentación regular tiene mucho que ver con los problemas cerebrales que se desarrollan al llegar a la vejez.
Su consumo, a menudo, se relaciona con episodios de ansiedad, depresión y pérdida parcial de la memoria.
La inactividad física o sedentarismo es otro de los factores que, aunque no parezca, influye en el deterioro prematuro de las funciones cerebrales. Al reducir la segregación de endorfinas aumenta la tendencia a sufrir estrés y ansiedad.
Tanto por salud física como mental, es mejor guardar reposo ante los síntomas de una infección o enfermedad de cualquier tipo.
Si bien no todas se manifiestan de forma severa, suelen implicar un mayor desgaste tanto para el cerebro como para el resto del cuerpo.
Por eso, al exigir trabajo ante este estado, hay una reducción de la concentración y dificultades para realizar una labor eficaz.
¿Acabas de identificar estos hábitos? Si suelen hacer parte de tu rutina, procura corregirlos para no sufrir secuelas sobre la salud del cerebro.
La insulina es una hormona natural, necesaria para el correcto funcionamiento del organismo. ¿Cómo afecta al cerebro? Las investigaciones han podido establecer varias consecuencias.
Recordemos que la insulina es una hormona natural que se produce en el páncreas. Su función está relacionada con el manejo de la glucosa en el organismo. En las personas con diabetes, la producción y funcionamiento de la insulina está alterado. Por esta razón, esta hormona se puede administrar también como tratamiento.
La función de la insulina consiste en transportar la glucosa al interior de las células. Cuando ingerimos alimentos, estos llegan al estómago; entonces, los hidratos de carbono que contienen se digieren hasta ser convertidos en azúcares más simples. Después, estos pasan a la circulación sanguínea.
Justo aquí es donde actúa la insulina. El páncreas produce esta sustancia y la libera en la sangre para que pueda transportar la glucosa hasta las células. Es necesario que esto ocurra así porque las células utilizan la glucosa como fuente de energía para poder funcionar.
Lo que pasa en las personas diabéticas es que no son capaces de producir la insulina en el páncreas, la producen en muy poca cantidad, o no son susceptibles a su función. Cuando esto ocurre, el organismo no es capaz de utilizar los hidratos de carbono de los alimentos.
Las células sufren una falta de energía y tienen que recurrir a otros procesos metabólicos para obtenerla. Además, los niveles de glucosa en sangre permanecerán altos y pueden presentarse complicaciones en la salud.
Cuando hay déficit de insulina y los niveles de glucosa en sangre permanecen elevados, se producen daños en los órganos más importantes. Algunos ejemplos son el hígado, el corazón o los riñones. Asimismo, esta condición también afectan la circulación y los vasos sanguíneos.
En cuanto al sistema nervioso, algunos estudios sugieren que las personas diabéticas de larga evolución tienen menos tejido cerebral que aquellas con manejo correcto de la insulina. Además, el cerebro de las personas diabéticas parece envejecer dos veces más rápido cada año.
También se ha establecido la diabetes como uno de los factores de riesgo principales para padecer la enfermedad de Alzheimer. Parece ser que esto ocurre como mecanismo de defensa del tejido nervioso, es decir, las neuronas.
Estas llevan a cabo diferentes cambios en su forma y función para adaptarse y protegerse frente a una escasez de glucosa. Esto, como hemos comentado, es porque sin insulina la glucosa no puede llegar a acceder al interior de la célula, por lo que dispondrán de menos energía.
Tanto para el sistema nervioso en general, como para el resto de órganos del cuerpo, mantener unos niveles adecuados de glucosa será fundamental. En el caso de las personas que no tienen diabetes, el ejercicio y una dieta adecuada serán fundamentales para lograrlo.
En cambio, en las personas con diabetes, será necesario diagnosticarla lo antes posible y comenzar el tratamiento. Dependiendo del tipo de diabetes, y de cómo comiencen los síntomas, las opciones terapéuticas variarán de una persona a otra.
Lo importante será mantener los niveles tanto de insulina como de glucosa dentro de los valores normales en la sangre. Si esto no es así, los daños en el organismo irán sucediéndose de forma progresiva hasta que algunos órganos dejen de funcionar.
En cuanto al cerebro, los niveles de glucosa altos y bajos de insulina harán que las neuronas sufran cambios para adaptarse a la falta de energía. Con estos cambios, el cerebro de personas diabéticas envejecerá más rápido de lo normal y se perderá masa del sistema nervioso.
Lo anterior conllevará a la pérdida de capacidades a nivel general. Además, es un factor de riesgo para demencias como el alzhéimer. Por eso, ante descontroles de la insulina, los controles médicos periódicos se vuelven esenciales.
Existen dietas para todos los gustos. Si no le gusta la alcachofa, puede probar con la del espárrago. Y si esta no funciona, darle una oportunidad a la piña (desayuno, merienda y cena durante una eterna semana). “Si quieres, nos inventamos otra ahora mismo: la dieta del orden alfabético”, bromea Irene Bretón, de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). Hoy comes A-celgas, mañana B-onito, pasado C-arne de C-aballo… y así hasta la zeta. A continuación, desmentimos las cinco dietas más populares y le contamos por qué no son la mejor opción para un plan de adelgazamiento (en ocasiones, incluso son la peor).
1. Dietas depurativas: no cumplen su objetivo. “Cualquier dieta que te haga comer menos calorías te va a inducir a una pérdida de peso”, comenta Bretón, quien, sin embargo, alerta de que muchas de ellas son deficitarias de algún nutriente esencial. El objetivo de un plan depurativo (el famoso fenómeno detox) pasa por fintar la retención de líquidos y la hinchazón debido a los excesos: "regular el organismo y eliminar toxinas", dicen los que se pasan unos días a base de infusiones, verduras y frutas, o incluso en ayunas. “Nuestro cuerpo elimina toxinas a través del sudor, la orina y la defecación”, desmiente Xavier Formiguera, presidente de la fundación de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad. Este experto también explica que no pasa nada por pasarse un día en ayunas, pero advierte de que no sucederá la ansiada depuración, "más allá de una sensación subjetiva".
2. Dietas monotemáticas: rompiendo el equilibrio. Se estructuran a partir de un alimento con pocas kilocalorías. El régimen de la alcachofa, la piña y el espárrago son tres de los más populares. “Una dieta basada en un alimento concreto provoca un déficit de macronutrientes, básicamente de hidratos de carbono”, valora Formiguera. El especialista compara este plan nutricional con las dietas paleolíticas, hace un tiempo tan en auge. Esta dieta se compone en alimentos disponibles en la época de las cavernas (excluye granos, legumbres y lácteos), “cuando la esperanza de vida era de entre 30 y 35 años”, evoca. El equilibrio nutricional está “muy bien estudiado y contrastado”. Según este especialista en endocrinología, una dieta equilibrada se compone por un 15% de proteínas, un 30% de grasas (de las cuales, máximo, un 10% son saturadas) y un 55% de hidratos de carbono, preferiblemente de absorción lenta, como el pan, la pasta y el arroz.
La dieta paleolítica se compone de alimentos disponibles en la época de las cavernas, cuando la esperanza de vida era de 30 años”, comenta Xavier Formiguera
3. Dietas hiperproteicas: maltratan el riñón. El método Dukan es la dieta hiperproteica por excelencia, basada en el consumo excesivo de proteínas de origen animal (los célebres desayunos de filete a la plancha). Numerosos estudios ya han demostrado las consecuencias sobre la salud después de haber seguido pautas alimentarias de este estilo. Justo hace un año, científicos de la Universidad de Granada probaron en ratas que dietas altas en proteínas destinadas a la pérdida fácil y rápida de peso aumentan el riesgo de desarrollar enfermedades de riñón a largo plazo. Los investigadores andaluces formaron dos grupos de diez ratas. Uno siguió una dieta hiperproteica mientras que el otro se alimentó de forma normal. Después de 12 semanas, los roedores que estuvieron a régimen perdieron un 10% de su peso corporal, mientras que el del riñón aumentó casi una cuarta parte y empeoró su perfil morfológico. “El riñón necesita trabajar más para excretar el exceso de urea proveniente de las altas dosis de proteína”, comenta Virginia Aparicio Garcia-Molina, autora principal del estudio y profesora de la Universidad de Granada. El magnate de las dietas hiperproteicas se defiende de las polémicas en su web argumentando: “Pierre Dukan está dispuesto a aceptar esos ataques, ya que para cambiar la sociedad, a veces, hay que atreverse a sacudirla”.
4. Dieta macrobiótica: sin rigor científico. "Este tipo
de dieta es más un estilo de vida que influye en la persona que una pauta
alimentaria", asegura su creador,
George Ohsawa.
Sus defensores comen productos de temporada, la mayoría de origen vegetal.
La base nutricional son los cereales, que se consumen preferiblemente en
forma de grano integral, como el arroz. La dieta macrobiótica se inspira en
tradiciones gastronómicas orientales y en el equilibro entre el Yin y el
Yang. La ciencia poco tiene que decir sobre ella, pues el método científico
se basa en calorías, nutrientes y otras propiedades que poco ligan con los
conceptos del taoísmo. El periodista Robert Christgay, heredero del nuevo
periodismo impulsado por Tom Wolfe, escribió el reportaje novelado
Beth Ann y la macrobiótica, que relata la muerte de la chica.
Tras años leyendo las recomendaciones de científicos y médicos de llevar una alimentación equilibrada que estimule la salud, también en el plano mental y cognitivo, los más incrédulos aún miran con cierto escepticismo que lo uno y lo otro tengan relación. Pero una nueva investigación ha confirmado lo ya sabido: lo que comemos influye directamente en la capacidad de nuestro cerebro para pensar y, sobre todo, para pensar mejor. Felice Jacka, profesora de la Deakin University en Melbourne (Australia), revela en un reciente estudio cómo las personas que tenían una dieta menos saludable mostraban una parte del hipocampo cerebral más pequeña que aquellas otras que añadían a su menú diario alimentos ricos en nutrientes (verduras, frutas y pescados). Y es precisamente esa zona la que se encarga del aprendizaje, la memoria y la salud mental.
“Ingerir alimentos ricos en propiedades nutricionales es la forma más adecuada para mejorar la capacidad de conocimiento y la concentración”, afirma el doctor Leandro Plaza, presidente de la Fundación Española del Corazón. Algunos de esos micronutrientes poderosos son las vitaminas del complejo B, especialmente la B1, la B6 y la B12, que, como indica el experto, “favorecen el sistema cognitivo y nervioso”. Pero hay otros, como el yodo y el hierro, igualmente trascendentes para el desarrollo y buen funcionamiento neuronal, y un último, los ácidos grasos omega-3, que copan el protagonismo en el plato si lo que queremos es que la masa gris vaya al 150%. “Existen trabajos que han demostrado una mejora de la función cognitiva gracias al consumo de omega-3”, afirma el doctor Plaza
El omega-3 es un componente natural estructural de las membranas de las neuronas. Su déficit en la dieta está asociado con un alto riesgo de padecer desórdenes mentales
Fernando Gómez-Pinilla, neurocientífico
Otro de esos trabajos que inciden en esta línea es el del neurocientífico Fernando Gómez-Pinilla, profesor de la Universidad de California, en el que se explica cómo el omega-3 es un componente natural estructural de las membranas de las neuronas, y cómo, por otra parte, un déficit del mismo en la dieta está asociado con un alto riesgo de padecer desórdenes mentales, como falta de atención, dislexia, demencia, depresión, esquizofrenia y trastorno bipolar. “El omega-3 es una grasa de origen marino. Si se toma pescado azul (salmón, sardinas o atún) dos o tres veces a la semana, la cantidad recomendada por varias instituciones sanitarias, como la OMS, ya está cubierta”, indica Alma Palau, nutricionista y presidenta del Consejo General de Dietistas-Nutricionistas de España. Lamentablemente, en nuestro país la ingesta de este alimento está muy por debajo de lo deseado. En la Encuesta de consumo de pescado azul en España 2015, realizada por la Fundación Española del Corazón, casi un 30% de los españoles reconoce no consumirlo nunca, lo que agrava, por un lado, el riesgo de padecer alguna enfermedad relacionada con el sistema cardiovascular, pero por otro, como apunta el doctor Leandro Plaza, “este déficit puede producir falta de memoria y de concentración o atención”. Conviene aclarar que la comunidad científica recomienda incluir ácidos grasos omega-3 en el contexto de una dieta habitual, ya que no hay consenso sobre la utilidad de los suplementos farmacológicos de estos ácidos grasos en la prevención del deterioro cognitivo.
A partir de aquí, si lo que busca es tener la capacidad de concentración de Magnus Carisen, actual campeón del mundo de ajedrez, o la memoria casi infalible del mejor concursante de Pasapalabra, el siguiente paso es saber qué incluir en la cesta de la compra. Tome nota de las sugerencias de los especialistas. Para empezar, eche mano de ciertas frutas y verduras cuya composición hace las veces de un eficaz protector neuronal frente a esas moléculas inestables y reactivas conocidas como radicales libres. Las fresas, los arándanos y el tomate, por citar algunos, tienen un gran poder antioxidante contra estos elementos. “El cerebro nunca deja de trabajar. Sus células necesitan un flujo constante de sangre y oxígeno para producir energía, lo que a su vez hace que continuamente aumenten los radicales libres. Esta dinámica provoca que el cerebro sea especialmente vulnerable al daño que causan estos últimos”, aclara el psicólogo Amador Cernuda, investigador de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) y experto en neurociencia cognitiva. La solución, por tanto, pasa por protegerlo.
Otro gran aliado para potenciar la eficacia mental es la yema de huevo, "porque contiene colina, fundamental para generar acetilcolina e imprescindible para la memoria”, según dice Cernuda. Palau, por su parte, recomienda un consumo diario de verduras de hoja verde, como acelgas, espinacas, lechuga o brócoli, porque aportan gran cantidad de hierro, “que es uno de los nutrientes directamente relacionados con las funciones cerebrales y cognitivas”, además de ser el acompañamiento idóneo para las proteínas de la carne y/o el pescado. Y tenga en cuenta incluso los micronutrientes que más podrían pasar desapercibidos. “El yodo es otro básico, ya que se ha visto que cuando hay carencia de yodo, baja la capacidad del trabajo mental. El uso de la sal yodada es una forma muy fácil de consumirlo habitualmente. Con una cucharadita pequeña ya cubrimos las necesidades diarias”, confirma la nutricionista.
El yodo es otro básico, ya que se ha visto que cuando hay carencia de yodo, baja la capacidad del trabajo mental
Alma Palau, nutricionista
Amador Cernuda, también especialista reconocido en la psicología aplicada al alto rendimiento con deportistas de élite, afirma tajantemente que una buena alimentación es la base para que la mente trabaje de forma disciplinada y acertada. “En los grandes eventos competitivos, las diferencias en las posiciones en un pódium son reflejo de la capacidad de control mental y esta está íntimamente relacionada con la ingesta alimentaria realizada en los días previos”, aclara. Según el doctor Cernuda, una simple comida puede determinar el estado emocional, condicionar el humor, potenciar o disminuir el rendimiento intelectual o físico, porque a través de los alimentos que ingerimos, como asegura el experto, podemos modificar nuestra química interna y con ello generar transformaciones inesperadas. ¿También recordar y pensar con más claridad? "Rotundamente, sí".