Hasta la fecha habíamos escuchado que los alimentos de consumo
ocasional eran aquellos que se debían de comer con poca frecuencia.
Pero…¿con cuánta, exactamente? ¿Una vez al día? ¿un croissant a la
semana? ¿Acaso una bolsa de patatas chips al mes? Asimismo,
habitualmente se aconseja comerlos en cantidades pequeñas. Volvemos
a lo mismo: ¿cuánto es eso, en gramos? Un estudio impulsado por
Susana Menal-Puey e Iva Marques, profesoras de la Facultad de
Ciencias de la Salud y el Deporte de Huesca y expertas en
planificación dietética, titulado “Development of Criteria of
Incorporating Occasionally Consumed Foods into a National Dietary
Guideline: A Practical Appoach Adapted to the Spanish Population”,
ha puesto los puntos sobre las íes.
Sin embargo, lo primero que
quiere expresar Marques es que en ningún caso se trata de justificar
su consumo, sino de regular una evidencia: la mayor parte de la
población no come únicamente alimentos cien por cien saludables,
sino también bollos, mermeladas, postres lácteos, embutidos,
alimentos pre-cocinados, etc. Por ello y en vista de que su número
parece crecer exponencialmente, una de las primeras cosas que
explica Marques a “Comer o no Comer” es que “nuestro método se
fundamenta en ´en vez de´ en lugar de ´además de´, que es lo que
realmente se hace en la práctica”. Por su parte, Menal añade: “estos
alimentos pueden resultar poco saludables, pero podría regularse su
consumo para atender las preferencias individuales o ciertos
patrones culturales en el contexto de una dieta saludable”.
Para dar una idea de su importancia, la investigación promovida
por Iva Marques-Lopes y Susana Menal-Puey que publica la revista “Nutrients”,
es lo que en el argot científico se denomina “una cuartil 1”, es
decir, una investigación de alto impacto o, lo que es lo mismo, una
referencia a nivel mundial.
Hasta su aparición, el único estudio bien diseñado que había
intentado llenar este vacío vio la luz también en la revista
Nutrients en marzo del año 2015 con el título “Interpreting the
Australian Dietary Guideline to “Limit” into Practical and
Personalised Advice”. Sin embargo, la investigación australiana se
centró en mostrar qué alimentos ocasionales se pueden ingerir cuando
hay un gasto energético más elevado, es decir, una ingesta añadida a
una dieta saludable.
“A diferencia de este trabajo, nuestra investigación trata de
hacer encajar los alimentos ocasionales dentro del patrón calórico,
sea alto o bajo, por lo que hemos diseñado porciones para patrones
de 1.500 kcal y 2.500 kcal”, explican las autoras a una sola
voz. “El hecho de haber hecho el cálculo sobre 1.500 kcal tiene
interés porque un porcentaje elevado de niños en edad pre-escolar y
escolar tienen ese gasto calórico”, añaden.
Vamos ahora con las principales conclusiones del estudio. Con
independencia de que nadie sepa contar las calorías o de si importan
o no, “la ocasionalidad debería traducirse por sustituir y no
por añadir más alimentos de este tipo”, aprecia Marques. “En
este trabajo se han definido varias categorías de alimentos
ocasionales y se han concretado las cantidades en las que podrían
comerse. Siempre y cuando se elijan en las cantidades indicadas y se
sustituyan por los alimentos frecuentes correspondientes, la dieta
sería adecuada”, apostilla Menal.
Por explicarlo con
un ejemplo si, pongamos por caso, alguien come un croissant de
chocolate a la semana (lo que encajaría con la noción más extendida
de “consumo ocasional”), pero también come una vez a la semana, un
pedazo de tarta de manzana, una bolsa de patatas fritas, un trozo de
cualquier queso graso (Roncal, Idiazabal, Zamorano, Manchego,
Tetilla, Mahón, Cabrales, Casar, Majorero, Cheddar, Roquefort,
Gruyere, Brie, Emmental, Raclette, Edam, Gouda, Camembert), un
puñado de galletas saladas (también una vez a la semana), un cuenco
de palomitas de maíz los sábados que va al cine, unas salchichas de
Frankfurt, un puñado de chuches, etc. la suma de estos consumos
ocasionales da lugar a un resultado que asusta. Aunque esto ya no lo
digan Iva Marques y Susana Menal en su estudio, sino “Comer o no
Comer”, la industria agroalimentaria lleva mucho tiempo jugando con
la ambigüedad de conceptos como “consumo ocasional” y “dieta
variada”. “Llevo veintidós años enseñando dietética y hacer un
consumo ocasional es casi imposible cuando estamos rodeados de
ciertos productos”, reconoce Marques.
Generalmente, las guías dietéticas sugieren que el consumo
ocasional es aquel que se realiza, como mucho, una vez a la semana o
tres veces al mes, como máximo (caso, por ejemplo, de los alimentos
pre-cocinados). La pregunta es: ¿cuándo se dice una vez a la semana,
se hace referencia a una determinada categoría de alimento (por
ejemplo, a los alimentos grasos) o a la suma total de las distintas
categorías en las que se agrupan los alimentos que deben consumirse
con moderación? (esto es, los ricos en sodio, los ricos en azúcares
añadidos, los ricos en grasas saturadas, etc.) Es decir, “¿De qué
hablamos cuando hablamos de amor?”, que diría Raymond Carver.
En general, la “ocasionalidad” ha de guardar relación con el
patrón saludable. Por este motivo, el paper de ambas
investigadoras señala que, teóricamente, podría ser posible tomar un
alimento rico en azúcar añadido o en grasas saturadas diariamente
(siempre que el tamaño de la porción fuera el adecuado, caso, por
ejemplo, de un pequeño croissant de 60 gramos), pero lo que no se
puede hacer es comer dos el mismo día, porque en la práctica
supondría una ingesta de azúcar y grasa saturada excesiva. Además,
durante ese día tampoco se debería elegir otro alimento rico en
grasas.
Aunque a simple vista un trozo de chorizo no tenga nada que ver
con un flan de huevo, ambos pueden repercutir en el consumo de
grasas poco saludables. Así pues, se trataría de “alternar la
ocasionalidad”, por decirlo en palabras de Marques, de modo
que, como mucho, cada día una persona ingiera un alimento (aunque si
no toma ninguno, mucho mejor…) perteneciente a cada una de las
categorías en las que se integran los productos que los expertos
aconsejan tomar ocasionalmente cuando el objetivo es gozar de buena
salud.
Visto así, otro de los mensajes podría ser: si tomas un día un
postre lácteo, no te comas también ese mismo día un trozo de fuet,
porque estarás elevando la grasa al cuadrado. Así pues, sin decir en
ningún momento que sea lo conveniente, sino más bien un mal menor,
se trata de alternar los alimentos ocasionales ricos en grasa, con
los alimentos ocasionales ricos en sodio y con los alimentos
ocasionales ricos en azúcares añadidos. O sea, si te comes un pedazo
de queso, procura que las carnes que comes durante esa jornada sean
magras y utiliza grasa vegetal. Lo que no tienes que hacer, en
ningún caso, es comer diariamente dos o más porciones de alimentos
ricos en grasas saturadas o en azúcar, por ejemplo.
La interesante investigación que suscriben Susana Menal e Iva
Marques enumera los alimentos que deben consumirse esporádicamente
(desde el pescado empanado procesado hasta las salchichas de
Frankfurt) y los agrupa. Para que el resultado sea fiable, y ante la
pregunta de qué es peor en términos de salud si una palmera de
chocolate o unas galletas saladas, el estudio recomienda unas
cantidades (expresadas en gramos; a menos cantidad sugerida, más
poco saludable es el producto). Es decir, de los alimentos con mayor
contenido en nutrientes no saludables de cada grupo hay que comer
menor cantidad que de aquellos otros de su mismo rango que no
resultan tan perjudiciales.
Un recordatorio: siendo discutible que algunas organizaciones
acepten situar en la cúspide de las pirámides alimentarias, cajas de
cereales refinados, pizzas, piruletas y demás, ese consumo
“infrecuente” solo es sostenible en términos de salud (es decir, si
se trata de no engordar y de no sacar más números de la cuenta en la
tómbola en la que se sortean algunas de las enfermedades crónicas de
mayor prevalencia) cuando ese día en el que te tomas el caprichito
de turno haces bien todo lo demás. A saber: comes cinco frutas y
hortalizas, eliges cereales integrales, bebes agua, etc. y te
olvidas durante todo el día del resto de caprichos ocasionales del
mundo mundial.
Así pues, el estudio trata de regular la ocasionalidad. Pero no
es fácil, pues con el “comer emocional”, es decir, con el hábito de
paliar la tristeza, la ansiedad, el aburrimiento, los celos o
cualquier otra emoción con alimentos muy salados, muy dulces o muy
grasos, la empresa se complica.
En cualquier caso, tanto la Agencia Española de Consumo,
Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) como la Sociedad
Española de Nutrición Comunitaria que sustenta la pirámide
alimentaria española, harían bien en tener en cuenta esta
investigación si su principal objetivo es que los ciudadanos
aprendan a comer saludablemente.
Los alimentos más sobresalientes de todos los tiempos
El sábado 12 de octubre de 2103 el diario “El País”
publicó un suplemento dedicado a las frutas y verduras
que incluía un artículo titulado “Los mejores entre los
buenos”, que desglosaba un
hit parade con
los 30 alimentos más saludables de todos los tiempos,
según el juicio de un grupo de nutricionistas
contratados por el gobierno estadounidense.
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Los cinco
alimentos que muchos evitan por miedo a engordar
Un 61% de los españoles engordan unos tres kilos
durante el verano. Muchas creen que quitándose los
alimentos que creen que más engordan pueden bajar
peso en poco tiempo, pero esto es un error.
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