El Aikido, que es un arte que hunde sus raíces en la casta guerrera de
los samuráis japoneses y que por consiguiente se estudia partiendo del
conflicto físico o corporal, interesa en muy distintos ámbitos del mundo
moderno por su original y pacifista gestión del conflicto.
Su objetivo es el control pacífico de las situaciones, por eso forma
parte del programa de formación de la policía antidisturbios de Tokyo y
de numerosos programas de gestión de la rabia y la agresividad.
En la actualidad, los conceptos e ideas del Aikido se aplican en todos
los ámbitos de la actividad humana en que el conflicto esté presente,
sea conflictos entre individuos, entre grupos, en el seno de
organizaciones o conflictos que tengan que ver con procesos de cambio,
por cuanto el cambio no deja de ser un conflicto entre lo nuevo y lo
viejo.
Aikido en detalle
¿Un arte marcial pacifista y de efectos terapéuticos?
El mundo de las artes marciales y los deportes de combate - y su
correlato, el mundo de la defensa personal o autodefensa - goza para
muchísimas personas de una indudable mala reputación como algo violento.
Y hay que admitir que se la ha ganado a pulso. Más golpe a golpe que
verso a verso.
La imagen más popular de las artes marciales orientales es la de las
películas de kung fu: brutalidad, alaridos, machismo, extrema violencia:
sangre, sudor y lágrimas. Sin embargo, no todas las artes marciales
responden en realidad a ese cliché: existe el Aikido.
El Aikido es la respuesta para aquellas personas que son al mismo tiempo
pacifistas convencidas (y que, por consiguiente, tratan de resolver sus
conflictos sin ningún tipo de violencia), pero que también sienten una
innegable fascinación por las artes marciales. Su modelo, consciente o
no, es el Boddhisattwa, el guerrero de la paz. Desde San Jorge hasta la
Doncella de Orleans. El arquetipo caballeresco del guerrero pacífico
coexiste en el interior de cada cual junto al niño que una vez fuimos y
junto al ser de luz que seremos si lo cultivamos.
El Aikido es un arte marcial de origen japonés que aborda el conflicto
no buscando la derrota sin paliativos del adversario, sino que todos
quienes participan del enfrentamiento, agresores y agredidos, salgan de
él indemnes, habiendo abandonado su intención agresiva y con nuevas
posibilidades de arreglar las cosas sin violencia.
El Aikido no evita el conflicto; pero lo aborda terapéuticamente como
una ocasión de crecimiento y de consolidación del pacifismo.
El Aikido, que es un arte que hunde sus raíces en la casta guerrera de
los samuráis y que por consiguiente se estudia partiendo del conflicto
físico o corporal, interesa en muy distintos ámbitos del mundo moderno
por su original y pacifista gestión del conflicto. El Aikido es el
resultado de la transformación de un conjunto de técnicas de guerra en
un arte corporal y mental que constituye una filosofía práctica y eficaz
de resolución pacífica de los conflictos. Y eso es gracias, también, a
que el Aikido desarrolla unas potencialidades y unos recursos que
noventa y nueve de cada cien personas ignoran que poseen.
Su objetivo es el control pacífico de las situaciones, por eso forma
parte del programa de formación de la policía antidisturbios de Tokyo y
de numerosos programas de gestión de la rabia y la agresividad.
En la actualidad, los conceptos e ideas del Aikido se aplican en todos
los ámbitos de la actividad humana en que el conflicto esté presente,
sea conflictos entre individuos, entre grupos, en el seno de
organizaciones o conflictos que tengan que ver con procesos de cambio,
por cuanto el cambio no deja de ser un conflicto entre lo nuevo y lo
viejo.
Es una historia apasionante que esbozamos a continuación.
El origen del Aikido
El Aikido procede del conjunto de técnicas de combate que utilizaban los
samurais cuando se veían obligados a actuar sin blandir su arma
fundamental, la katana o espada japonesa. Ello podía ocurrir cuando su
código de conducta no los autorizaba a usarla - como, por ejemplo,
cuando en el ejercicio de funciones más bien policiales debían
enfrentarse a un no samurái - o bien en situación de batalla, cuando
tenían que combatir a pie no disponiendo de armas largas. Teniendo en
cuenta que a cada vástago de una familia samurái se le ponía
ceremonialmente una katana en las manos al cumplir los cinco años de
edad (primero era de madera, luego de metal sin filo y al final ya
afilada), se entiende que el tipo de combate sin armas que practicaban
los samuráis se basará en utilizar brazos y manos como si de espadas se
tratase.
Otro dato pertinente es el tipo de esgrima que se desarrolló durante los
dos siglos y medio que precedieron a la forzada apertura comercial del
Japón al mundo, provocada por llegada del comodoro estadounidense M.
Perry a las costas niponas el 8 de Julio de 1853, en una clásica
demostración de la diplomacia de las cañoneras. La esgrima de ese
período ya no es la típica de las batallas campales. Ya no hay ni cargas
de caballería, ni armaduras, ni escudos, ni oleadas de samuráis
acometiéndose a muerte. Lo que hay en ese período son enfrentamientos
limitados entre clanes o duelos personales; es decir, samurái contra
samurái sin protecciones y con una espada que hacía las veces de espada
y de escudo a un tiempo. A la fuerza tenía que cambiar.
Y otro dato adicional: además de la transformación del contexto bélico,
en ese período se da un gran progreso de la metalurgia, que logra
manufacturar unas espadas ligeras, resistentes y extremadamente
afiladas, cuya mera presencia genera una manera de moverse y de estar en
el combate en la que la fuerza bruta deja de ser el elemento que decide
la victoria; la técnica y la fuerza mental cobran primacía. En este
sentido, las técnicas sin armas de los samuráis también evolucionaron
desde una lógica del golpe a otra del corte, como apunta Yoshigasaki
Sensei, Doshu de Ki no Ken Kyu Kai Association International.
Ocurre lo siguiente: en una acción de golpeo la dirección de la fuerza y
la dirección del movimiento coinciden, lo cual exige y refuerza una
actitud mental muy agresiva, rígida, concentrada y poco adaptable a las
modificaciones sobre la marcha. Un martillazo, un disparo de arma de
fuego y un cross de boxeo coinciden en su estructura y características.
Cuanta más fuerza, más eficacia. O todo o nada: “Matar con un solo
golpe”, “un disparo, un muerto”, etc., son lemas que ilustran claramente
esa mentalidad simplista y destructiva.
En una acción de corte, sin embargo, la dirección de la fuerza y la
dirección del movimiento no coinciden, sino que guardan con frecuencia
una relación de perpendicularidad, lo cual plantea el tema de las
elecciones y desarrolla una mentalidad de percepción relajada, atención
y adaptabilidad a los cambios. Para cortar no vale la idea de echar el
resto ni de cuanto más mejor, sino que hay que decidir el grado de
presión, la velocidad del movimiento, la dirección, la duración, la
trayectoria, etc. La mentalidad del espadachín, del samurái de ese
período, es mucho más “multitask”, por así decirlo, y mucho más
fundamentada en sus capacidades mentales (calma, percepción, decisión,
adaptabilidad, técnica y conciencia global) que en su fuerza muscular.
Japón unificado. El Aiki del Jujutsu
Con la unificación del Japón, es decir, la derrota de medio Japón a
manos de la otra mitad, se acaban las batallas campales. Los conflictos
subsiguientes serán de alcance mucho más limitado y se reducirán a las
dimensiones del clan o incluso se quedarán en lo individual. Así pues,
acabada la era de las batallas campales - ergo, fuera armaduras -,
desarrollada la metalurgia - ergo, espadas ligeras, resistentes y
afiladísimas que cualquier persona con una musculatura normal podía
manejar - y contando con la cada vez más frecuente experiencia de ainuke,
pronto se desarrolló un tipo de duelo en el que llegados a una situación
de clara ventaja por parte de un samurái sobre su adversario, el primero
decidía no matar y darle la oportunidad al otro de admitir tácitamente
su derrota, con lo que ambos salían indemnes del lance y el conflicto se
resolvía y no se enconaba.
Esta mentalidad de resolver los conflictos sin dañar irremediablemente
al oponente, junto al progreso de la forja de las espadas y la evolución
de la esgrima, al pasar de la batalla campal al duelo personal o
restringido, hubo de influir indudablemente en la técnica sin armas de
los samuráis. Apuntábamos más arriba, que a los futuros samuráis se les
enseñaba a utilizar brazos y manos como si de espadas se tratase. Pues
bien, de una parte de ese repertorio técnico que aprendían ya de niños
procede el aspecto técnico del Aikido original y su apuesta por no
causar daños innecesarios. Es obvio que si lo que se pretendía era que
los samuráis aprendiesen a sobrevivir desarmados enfrentados a
adversarios armados, los atemi - “golpes” -, las fracturas, las
dislocaciones, las estrangulaciones, las proyecciones, etc., estaban a
la orden del día; pero en medio de ese devastador despliegue de
violencia corporal estaba lo que se conoce como técnicas Aiki. Las
técnicas Aiki eran aquellas en que el control del cuerpo del oponente se
lograba flexionando sus articulaciones en su sentido natural de flexión
y no en el sentido contrario, lo cual las quebraría. Por ejemplo, si se
lleva la mano derecha del oponente hacia su propio hombro derecho, su
codo se dobla en su sentido natural. Pero si se le estira ese mismo
brazo de forma que la palma derecha mire hacia arriba y se presiona la
muñeca hacia el suelo y el codo hacia el cielo, el codo se partirá.
Obviamente, la primera opción contiene un elemento de respeto que el
futuro Aikido cultivará en su ideal de controlar sin herir.
De las técnicas Aiki del antiguo jujutsu procede la mayor parte del
Aikido
De las técnicas Aiki del antiguo jujutsu procede la mayor parte del
Aikido. La transformación del jujutsu (“técnica blanda”, es decir, con
el cuerpo, que es blando comparado con las armas que son duras) en
Aikido es la historia de una confluencia: la del legado marcial de los
samuráis con la espiritualidad y el antimilitarismo de las llamadas
Nuevas Religiones - y en concreto la denominada Omoto-kyu. Éstas se
opusieron en los años veinte y treinta a la militarización de la
sociedad nipona y al creciente expansionismo del gobierno imperial, que
culminó en la Segunda Guerra Mundial. Las Nuevas Religiones llegaron a
constituir un auténtico problema para los militares, quienes acabaron
suprimiéndolas por la fuerza.
Morihei Ueshiba, O' Sensei
El creador, o codificador moderno del Aikido, Morihei Ueshiba
(1881-1968), conocido como O' Sensei o “gran maestro”, fue un
extraordinario artista marcial especialista en jujutsu y un hombre de
profundas inquietudes espirituales. Cuando por una serie de
circunstancias familiares entró en contacto con la religión Omoto-kyo,
de hecho abandonó la práctica marcial y se dedicó únicamente al cultivo
de la espiritualidad. Esto fue así hasta que el mismo líder de la Omoto,
que estaba encantado con contar con una personalidad tan famosa como
Ueshiba entre sus filas, le sugirió que fundase un Dojo para enseñar a
sus seguidores, percibiendo en el jujutsu de Ueshiba un medio
alternativo de difusión de sus ideas pacifistas.
La relación entre Ueshiba y la Omoto fue de beneficio mutuo. Ueshiba
pudo mostrar su enorme talento marcial en los círculos en los que la
Omoto tenía seguidores - sorprendentemente, en las altas esferas
políticas e incluso en el ejército, en donde trabajó formando a cuerpos
militares de élite -, y por su parte, la Omoto utilizó el prestigio y la
popularidad que Ueshiba logró en esos mismos círculos para propagar sus
ideas cuando políticamente se vio cuestionada. Lo cierto es que el
militarismo y la guerra cambiaron a Ueshiba y que su práctica marcial se
transformó radicalmente.
Durante la guerra, Ueshiba se convirtió en un pacifista a ultranza y
definió el objetivo último del Aikido, el arte marcial que él creó a
partir del jujutsu, en términos de armonía universal, cooperación entre
los pueblos y paz entre las naciones. Su afirmación de que “el Budo -
“la vía del guerrero” - es amor, dio inicio a una nueva era en este
campo y ofreció a las nuevas generaciones de amantes de las artes
marciales una perspectiva pacifista y un enfoque terapéutico inéditos
hasta entonces. De hecho, el auge internacional del Aikido y su
incipiente salto actual a otras áreas de la actividad humana, como la
empresarial o la terapéutica, se debe a varios factores que proceden en
el fondo de dicha afirmación y de la subsiguiente creación de una
práctica marcial coherente con el ideal de progreso pacífico común.
El arte de la mano vacía de Aikido practicada por Morihei Ueshiba en el
libro BUDO
Guerra y paz
El Aikido, recogiendo de manera práctica lo mejor del humanismo, reúne
en sí dos cosas aparentemente contradictorias: el pacifismo y la
fascinación por el poder personal. Nadie desea para sí mismo el
sufrimiento, el dolor, la violencia, el maltrato, la humillación o el
odio. Existe en lo más hondo de cada ser humano un deseo profundo e
innato de felicidad, alegría, bienestar, aceptación, respeto y amor.
Pudiendo elegir, ¿quién optaría por experimentar continuamente el
conflicto sistemático, la ansiedad, el estrés, la violencia, la
agresión, la humillación o el miedo? Hay un anhelo de paz en el ser
humano que le lleva a admirar a las grandes figuras del pacifismo de
todos los tiempos, a la vez que una desesperanza con respecto a las
posibilidades reales individuales de aplicarlo en su día a día y de que
le funcione. Pero dicho anhelo sigue ahí como una utopía a la vez
interior y universal. Desde Gandhi a Martin Luther King, por citar
ejemplos modernos, las grandes figuras que hicieron de la paz y la
concordia su camino frente a la adversidad y a la violencia del más
fuerte siguen inspirando a los seres humanos.
Por otra parte, el Aikido ofrece la experiencia de descubrir una faceta
del poder personal que corresponde al arquetipo del guerrero de todos
los tiempos: el caballero andante, Ulises y Aquiles, San Jorge,
Lancelot, Arturo. No temer a la muerte ni temer a la vida teniendo claro
que, como decía Ueshiba Morihei, cuando “te adentras en un bosque de
lanzas, tu mente es tu escudo”. El equivalente a los superhéroes de hoy,
antaño eran los samuráis cuya fama pasaba de generación en generación.
La práctica del Aikido conecta con la alegría de los juegos violentos de
los cachorros de león educándose para vivir con la muerte a un paso.
También estaría próximo al Boddhisattwa, el guerrero de la paz, el monje
Shaolin. Conocer a fondo la capacidad individual de causar daño y dolor
lleva a aborrecer la violencia desde una perspectiva vivencial, lleva a
sanarse de ella y a buscar soluciones eficientes, eficaces y realistas
de gestionar los conflictos desde el respeto, pero participando a fondo
de las situaciones de enfrentamiento. El Aikido es la proactividad
marcial.
El Aikido ofrece a la persona del siglo XXI una manera de conjugar
pacifismo y práctica marcial que va forjando una mentalidad y una
actitud constructiva frente a los conflictos cotidianos de cualquier
índole, como pueden ser los que tienen lugar entre las personas
civilizadas y las organizaciones del mundo desarrollado moderno, que ya
no se resuelven mediante enfrentamientos físicos directos.
El Aikido ofrece una manera de conjugar pacifismo y práctica marcial que
va forjando una mentalidad y una actitud constructiva frente a los
conflictos cotidianos
Aikido y conflicto: “Ni resistir ni ceder, guiar”
El Aikido da por sentado que un conflicto no se resuelve hasta que
desaparece de la mente de sus protagonistas el deseo inmediato de dañar,
el animus laedendi, o incluso el de matar, el animus necandi, sustituido
por otro estado mental no agresivo como la perplejidad, la sorpresa, el
asombro o, directamente, el reconocimiento de que hay otros caminos
mejores que la violencia para resolver los conflictos
satisfactoriamente. Físicamente eso implica que las acciones que
emprenda el aikidoka no deben causar ni dolor ni miedo, pues ello dará
lugar a más resentimiento y rabia y a futuros desquites y venganzas.
El Aikido, ante una acción agresiva, aplica la máxima: “Ni resistir ni
ceder, guiar”.
Físicamente, “resistir” se refiere a los típicos bloqueos de las
películas de artes marciales orientales o a lo que se ve en boxeo al
parar un puñetazo. Se intercepta lo que ataca chocando contra ello,
bloqueándolo con rigidez y tensión y tratando de convertir esa defensa
agresiva en un auténtico ataque que dañe al agresor y lo atemorice, que
lo incapacite por dolor y anule por destrucción su capacidad ofensiva.
El Aikido afirma que ese tipo de reacción intensifica el conflicto y
provoca una escalada de violencia, con consecuencias imprevisibles y
perjudiciales para todos. Se dice en Aikido que si hay un vencedor y un
perdedor, hay dos perdedores. La única victoria real es la que se
obtiene contra los “demonios internos” de uno mismo, es decir, sus
debilidades, sus limitaciones, su falta de claridad, conciencia y
valentía.
Por “ceder” se entiende el plegarse a la voluntad del agresor, el
doblegarse ante su ataque, la huida, el resignarse a sufrir su
imposición como admitiendo una inferioridad natural o una incapacidad de
modificar una relación que convierte al agredido en víctima inerme. Para
el Aikido los conflictos son inevitables en la vida y hay que adoptar
ante ellos una actitud constructiva, imaginativa y decidida. Huir y
ocultarse ante los ataques solo pospone el estallido de los conflictos,
sólo los desplaza en el tiempo, en el espacio o en la mente, pero no los
resuelve. Resignarse ante los ataques, ofreciendo la otra mejilla,
únicamente exacerba la sed de violencia del atacante. En los humanos,
ofrecer la garganta a la dentellada del enemigo ya hace centenares de
miles de años que no detiene a éste. Ni victimas, ni verdugos.
Unirse al oponente y guiar el conjunto: el discurso interno
Así pues, cuando decidimos no someternos al impulso innato de o huir o
luchar y optamos por guiar, ese guiar es un “guiar con”. No es un
“empujar hacia” ni un “tirar de”. La idea es confluir con el movimiento
de ataque, unirse a él de tal forma que las direcciones corporales y
mentales de agresor y aikidoka coincidan, y a partir de ahí, cuando ya
hay un movimiento realizado al unísono y sin colisión, liderar ese
movimiento conjunto y controlar la situación.
La gran dificultad del planteamiento que propone el Aikido sobre los
conflictos no es de orden físico, sino mental o emocional. El discurso
interno que cada persona ha ido creando a lo largo de su vida - a partir
de los tres años, según los expertos - está repleto de justificaciones
sobre lo que nos parece aceptable y lo que no, y la mayor parte de los
elementos que lo conforman no son conscientes. Pero justamente son esos
elementos no conscientes los que definen nuestras actitudes básicas ante
la vida. Son “el cristal con que se mira”. El filtro.
Así las cosas, es de suma importancia conocer el contenido de ese filtro
para saber qué es lo que va a determinar nuestra actitud y nuestro
comportamiento en las situaciones conflictivas por mucho que intentemos
adoptar una línea racional. Cuando estamos bajo presión, por ejemplo la
presión que supone un ataque físico, lo que uno se dice a sí mismo es
crucial. Si teniendo solo la muñeca agarrada lo que me digo es que “yo”
no estoy libre, en realidad me estoy engañando. Solo una minúscula parte
de mi no está libre, el resto sí lo está. Pero si mi mente está centrada
en lo que realmente no está libre, entonces yo mismo me estoy
paralizando y voy a vivir la situación como una opresión o una
injusticia intolerable y reaccionaré acoquinándome o atacando.
El Aikido nos enseña a ser muy realistas y a tomar una distancia
terapéutica para salir de la visión de túnel emocional que los
enfrentamientos desatan. El miedo, la rabia y el desaliento en todas sus
gradaciones, funcionan como un filtro que solo deja pasar hasta la
conciencia aquellos elementos de la realidad que justifican que yo
sienta dichas emociones. Las emociones se autoalimentan. Es un círculo
vicioso de que solo se sale ampliando miras. La perspectiva y la
práctica del Aikido nos permiten conocer mejor nuestro discurso interno
y salir de esas trampas emocionales, para guiar las situaciones
conflictivas con respeto y firmeza, hasta alcanzar soluciones creativas
y pacíficas. Nos curan y nos hacen crecer.
El Aikido no permite conocer mejor nuestro discurso interno y salir de
esas trampas emocionales, para guiar las situaciones conflictivas con
respeto y firmeza, hasta alcanzar soluciones creativas y pacíficas
Reaccionar y responder
En Aikido se distingue “reaccionar”, que es actuar para gestionar el
ataque de una persona - es decir, por definición, actuar en segundo
lugar e indefectiblemente tarde - y “responder”, que es actuar para
gestionar una situación general de la que formamos parte y en la que
puede haber ataques o no. Así actuamos en el momento preciso.
Filosóficamente, el Aikido plantea que si la relación con el todo es
buena y eficaz, también lo será con aquellos elementos que forman parte
de ese todo entre los cuales nos contamos nosotros y nuestros posibles
agresores.
En este sentido, “responder” es siempre preferible a los clásicos
ataques preventivos y a los contraataques, que el Aikido considera
éticamente rechazables. Actuar en el momento preciso requiere una
percepción nítida de la situación de conflicto y un estado básico de
ecuanimidad, apertura y valor que la propia práctica va cultivando en el
aikidoka.
Cómo actuar: no acumular más potencia, sino generar menos resistencia
El principio fundamental de la acción en Aikido es el principio de la no
resistencia, su manifestación básica es el guiar y su requisito básico
es la facultad mental de la percepción.
Ante un conflicto el aikidoka no trata de ser más fuerte que el atacante
imponiéndose sobre él, sino que sin violencia intenta crear una
situación en la que el atacante oponga el mínimo de resistencia ante su
acción.
Esto es algo de sentido común y que vemos claramente en deportes como el
fútbol. La situación ideal para que un delantero marque es haber
driblado al último defensa y que el portero esté despistado. Ese es el
arte del delantero y no arrollar a defensa y portero. Pese a ello,
cuando observamos un conflicto individual, como un combate de boxeo,
esperamos ver el KO de uno de los contendientes o su erosión hasta su
derrota y entonces trasladamos ese mismo esquema mental a cualquier otro
conflicto.
Tratar de obtener un poder imbatible provoca rigidez y agresividad y, de
todas maneras, cada incremento de fuerza aplicada sobre el cuerpo del
agresor, hará que su sistema nervioso reaccione y se adaptará a él con
un aumento de resistencia, con lo que el conflicto cada vez irá a peor.
La opción del Aikido consiste en protegerse sin violencia en el primer
momento y luego guiar la percepción y el cuerpo del atacante hasta que
abandone su intención agresiva.
Un ejemplo claro lo vemos en las proyecciones o lanzamientos. Cuando el
ataque consiste en un agarre inicial que pretende inmovilizarnos para
golpearnos mejor o para lograr una fractura o un estrangulamiento, es
muy difícil moverlo para lanzarlo lejos de nosotros partiendo de una
situación de resistencia mutua. No se trata de ser más fuerte que él
pegando un tirón para moverlo, por ejemplo, sino de provocar un mínimo
cambio de su postura corporal, lo cual cambiará su foco de percepción
desde donde nos agarra hacia el espacio. Entonces disminuirá su
resistencia y su mente dejará de estar centrada en su agresividad hacia
nosotros y pasará a ocuparse de cómo llegar al suelo si se diese el
caso. En el Dojo la proyección se completa hasta el suelo como
comprobación de que, efectivamente, su resistencia mental y corporal ha
desaparecido. Y la cualidad de su caída - sin resistencia, fluida, casi
placentera—nos dice si hemos logrado o no ese cambio mental.
Sin Ki no hay Aikido: de lo mental a lo físico
La palabra Aikido está formada por tres caracteres que significan
respectivamente:
Ai: armonía, amor;
Ki: aire, respiración, estado de ánimo, energía;
Do: camino, vía de realización personal.
El Ki del Aikido - de lo mental a lo físico
Lo característico del Aikido es su abordaje del ki. El kanji que indica
ki muestra una planta de arroz con aire húmedo sobre ella indicando la
lluvia sobre el arroz o el arroz cociéndose y desprendiendo vapor. En
todo caso, se trata de alimento, y cuando solo había ese alimento para
comer - o arroz o nada - significa lo que mantiene la vida y, al límite,
la esencia de la vida. En chino, el mismo carácter se lee qi o chi y ya
es una noción conocida en Occidente por la popularización de la
acupuntura. El chi es la energía vital que fluye por el cuerpo y que los
acupuntores manipulan con sus agujas con intención y resultados
terapéuticos: una forma de bioelectricidad como la que permite que
tengamos electrocardiogramas o electroencefalogramas, etc. Un fluido
mensurable y manipulable.
En japonés la noción tiene resonancias mucho más psicológicas o de
actitud, por ejemplo, ki ni iru 気に入る- “cogerle gusto a algo”; ki ga
kawaru 気が変わる- “cambiar de opinión”; ki ga sumu 気が済む- “sentirse adaptado
a algo”; ki ga nakunaru 気が無くなる- “no tener ya ganas de algo”; ki ni
kakaru 気にかける- “preocuparse por algo”; o ki o tsukeru 気を付ける-“tener
cuidado con algo”.
Eso es mucho más próximo a cómo se entiende el ki en Aikido, algo que
tiene mucho que ver con la intención y la percepción de la intención. A
efectos prácticos, en Aikido se considera el ki como “el movimiento de
la mente más el movimiento del cuerpo”. El del cuerpo es obvio. El
cuerpo es un objeto material que tiene forma, masa, centro de
equilibrio, de vibración, de percusión, etc., como cualquier otro
objeto, y que precisa espacio para moverse.
El movimiento de la mente, es decir, la atención, la percepción, la
intención, no es tan obvio. Ofrece pistas corporales como la dirección
de la vista, la posición de la cabeza o de la cadera, los gestos de las
manos, pero con frecuencia su captación es mucho más intuitiva y depende
de la experiencia.
El Aikido utiliza la percepción propia para generar desde la relajación
una potencia física enorme, muy superior a la que se logra por
contracción muscular, lo cual produce una gran confianza y ecuanimidad
en el aikidoka que sabe alinear mente y cuerpo. El trabajo con la
visualización, que llamamos trabajo de ki, crea resultados físicos
objetivos y comprobables por terceras personas en términos de fuerza,
estabilidad, velocidad y fluidez.
En Aikido se trata de guiar la percepción visual y táctil del agresor
para que el objeto de su atención agresiva deje de ser nuestro cuerpo y
pase a ser, por ejemplo, el espacio circundante. Cuando la mente del
agresor se cierra en nosotros, su cuerpo se tensa, se detiene y se
blinda. La situación se enquista y la agresividad aumenta. El daño es
inminente para ambos. Sin embargo contamos con dos elementos decisivos:
las neuronas espejo y la percepción voluntaria.
Para agarrarme del brazo y pegarme, el agresor lleva su movimiento
mental y corporal hacia él, fija la distancia y asesta el golpe. Si mi
mente, mi atención, va únicamente al agarre, estaré reforzándolo y
reduciendo su conciencia y la mía a esa zona de conflicto. Mi vivencia
de la situación será de falta de libertad, enfrentamiento y miedo por el
daño inminente o rabia por la agresión en sí. Indefectiblemente, mi
percepción involuntaria va a ir al agarre. No puede no ir ahí. Pero la
voluntaria es otro cantar. Si soy capaz de realmente poner mi percepción
voluntaria en otro lugar de mi cuerpo, como la punta de los dedos de la
mano, y de crear espacio físico, las neuronas espejo del agresor harán
que su ki también vaya allí y podré llevar su atención y su movimiento a
la trayectoria de neutralización o control típica de una técnica de
Aikido. Cuando Picasso llegó a Vallauris nadie hacía cerámica. Hoy
Vallauris es un centro mundialmente famoso en ese arte. Liderazgo,
fuerza mental, proactividad, ejemplo, decisión y respeto.
La mente produce efectos palpables en el cuerpo, propio y ajeno, y
asimismo en el estado emocional de los participantes. Esa potencialidad
de guiar desde primera línea sin forzar, sin arrastrar, sin amedrentar,
dando espacio y guiando la atención es lo característico de un líder.
Uno de los significados implícitos en las imágenes del carácter do de
Aikido es ese: el líder o persona prominente que recorre el camino.
Salir de la dualidad
El Aikido nos coloca en una situación en que el dualismo excluyente, tan
característico de nuestra sociedad no nos funciona. Ganar o perder;
resistir o ceder; o todo o nada; conmigo o contra mí; siempre o nunca;
fuerte o débil, etc. Este tipo de mentalidad es lo primero que la propia
práctica lleva a abandonar. Como arte de la no resistencia, de la
adaptabilidad y de la fluidez, es sobre todo un arte del realismo, un
arte del peligro, un arte de la vida. Solo se puede abordar el peligro
con posibilidades de éxito desde el máximo realismo, lo cual nos lleva a
reconocer la inmensa complejidad de la realidad con su infinita
gradación de matices y su incesante cambiar. Cuando nuestra mente se
encierra en categorías excluyentes nos engaña buscando la seguridad de
lo conocido.
El Aikido, pues, nos coloca frente a conflictos que al ser corporales
son mucho menos susceptibles de autoengaño. O me han pegado un puñetazo
en la cara o no me lo han pegado. O he proyectado a mi compañero al
suelo o no lo he logrado. O mi cuerpo está centrado y equilibrado o
estoy desequilibrado y trastabillando. O el brazo se dobla o no se
dobla. Lo físico puede ser comprobado por una tercera persona, no
depende de mi subjetividad.
Por otra parte, de esos conflictos ni queremos salir derrotados ni
queremos una victoria a costa de la derrota del otro. Queremos que ambos
obtengamos algo de la situación. Lo que quiero para mí lo quiero para el
otro, y lo que no quiero para mí tampoco lo quiero para él.
Por consiguiente, si soy capaz de proyectar a mi atacante sin que éste
reciba daño, yo obtengo mi libertad de acción, refuerzo mi
convencimiento de que una salida pacífica es posible y no colaboro a que
haya más violencia en el mundo. Me sano en la misma proporción que me
alejo de la violencia. Lo que él obtiene es su integridad física y la
sustitución de su ira por un estado mental no dañino ni para sí mismo ni
para los demás y quizás vislumbre otra manera de resolver las cosas.
Así pues, cuando el aprendizaje del Aikido nos ha hecho pasar por miles
de situaciones de enfrentamiento corporal y las hemos resuelto de
acuerdo con la no resistencia, ni cediendo ni resistiendo sino guiando,
y utilizando mente y cuerpo para cambiar la mente del agresor,
protegernos de su ataque físico y nos ha funcionado, entonces es cuando
nuestro cerebro realmente empieza a creer en la no dualidad y a asumirla
como vía de resolución de todo tipo de conflictos, una vía terapéutica
marcial.
En el Aikido, el Dojo se convierte en un laboratorio de pruebas donde
observar nuestro funcionamiento corporal, emocional y mental y donde
ensayar soluciones creativas, eficaces y pacíficas en un entorno
protegido y seguro. La mentalidad así construida es la que nos va ayudar
a solventar nuestros conflictos en todos los ámbitos de manera
constructiva y eficaz.
Dojo, el laboratorio de pruebas del Aikido
Aikido y emociones
Las técnicas de Aikido están diseñadas para ir generando en el aikidoka
un estado de ecuanimidad, calma y valor. Esas son las cualidades y los
resultados terapéuticos que surgen cuando nos desembarazamos del miedo,
la rabia y el desaliento. Los elementos que a ello cooperan son, además
de las técnicas en sí, determinados sistemas de respiración,
visualización y determinadas configuraciones corporales.
El Aikido honra la eficacia marcial y también la dimensión estética de
la vida. La salsa del Aikido es su aparente inocuidad, su ausencia de
esfuerzos atléticos titánicos, su fluidez. El chimichurri no es el
asado, pero el asado sin él se limita y se agosta. Se dice que el gran
triunfo del diablo es que todos crean que no existe. El del Aikido es
que no parezca un arte marcial al uso (pero sobre esto sería mejor
hablar con los antidisturbios de Tokyo).
El trabajo de ki nos demuestra incontestablemente cómo lo mental influye
directamente en lo corporal. ¡Cuanta más influencia tendrá en lo
emocional, que es un terreno más próximo! Solo con la postura y la
respiración, la emoción cambia y el carácter se asienta. Si a esto le
añadimos la potencia enorme que confiere el estado de “relajación viva”,
que es cuando aprendemos a no tener zonas vacías de mente en nuestro
cuerpo, el resultado es el aumento y consolidación de una confianza
básica que es lo que nos permite guiar las situaciones y resolver los
conflictos pacíficamente.
Por ejemplo, cuando en Aikido se inmoviliza al agresor no se le provoca
dolor, sino que se crea una situación en la que si no se mueve no siente
dolor y solo si se mueve sí lo siente. Así se abre un espacio mental
terapéutico que es imposible de abrir cuando al cerebro le llega un
estímulo doloroso continuo, como vemos en las estrangulaciones y
luxaciones de los deportes de combate.
Todo en el Aikido está enfocado a lograr que disminuya el nivel de
agresividad, a expresar la mente, a calmar las emociones y a resolver
terapéuticamente los conflictos sin víctimas ni verdugos.
El Hapkido es un arte marcial
Coreana practicada en todo el mundo. Caracterizada
por llaves en articulaciones, lanzadas, golpes,
patadas dinámicas y técnicas con armas. Es única
entre las artes marciales Coreanas ya que enfatiza
en deflectar el ataque del oponente en lugar de
bloqueos que usan la fuerza.
El Hapkido es considerado un
estilo «suave» de arte marcial, en contra posición
con el estilo «duro» que practica el uso de fuerza
contra fuerza; reduciendo el combate a una cuestión
de tamaño y fuerza. El estudiante de Hapkido
redirige o remueve pacíficamente el flujo de energía
del atacante; para poder ejercer esta pequeña fuerza
el estudiante requiere (Hapki).
El Hapkido cubre una amplia gama
de situaciones realistas y ataques. Usted aprenderá
a evitar que su atacante le haga daño, aprenderá a
tomar ventaja de los puntos débiles de su atacante y
aprenderá como tomar control de la situación.
El Hapkido le da al estudiante
una sólida base en diferentes formas de defensa, y
enraiza la estrategia de esa defensa en principios
dinámicos, físicos y naturales. Esto le da al
estudiante un marco sólido en el cuál se desarrollan
las habilidades para que no sean tomados por
sorpresa en situaciones reales de defensa.
Está diseñada para permitir que
el artista marcial pueda someter rápidamente a su
oponente quitándole al atacante la habilidad de
causar daño. En vista de que el Hapkido entrega
total control en una confrontación física y enfatiza
la precisión por encima de la fuerza bruta, el
hapkidoca puede inflingir daño localizado a un
oponente evitando inflingir daño involuntario.
Por esta razón, es muy popular en
el sector de seguridad privada y agentes de fuerza
pública alrededor del mundo. Pero, debe quedar claro
que el Hapkido también le permite al estudiante
aplicar fuerza extremadamente poderosa e incluso
letal si fuera absolutamente necesario como en una
confrontación de vida o muerte. El énfasis
primordial de arte es en defensa personal practica.
El Hapkido es un arte marcial, no
un deporte. El objetivo del Hapkido es dominio
completo de si mismo, no de otros.
Una vez que usted aprenda Hapkido
será capaz de defenderse en casi cualquier
situación. El Hapkido le ayudará a desarrollar
fuerza, flexibilidad, fuerza de voluntad, disciplina
y confianza que le brindará una mejor calidad de
vida.
¿Qué significa el
Hapkido?
El Hapkido es un arte
marcial Coreana practicada en todo el mundo.
Caracterizada por llaves en articulaciones,
lanzadas, golpes, patadas dinámicas y
técnicas con armas. Es única entre las artes
marciales Coreanas ya que enfatiza en
deflectar el ataque del oponente en lugar de
bloqueos que usan la fuerza.
El Hapkido es considerado
un estilo «suave» de arte marcial, en contra
posición con el estilo «duro» que practica
el uso de fuerza contra fuerza; reduciendo
el combate a una cuestión de tamaño y
fuerza. El estudiante de Hapkido redirige o
remueve pacíficamente el flujo de energía
del atacante; para poder ejercer esta
pequeña fuerza el estudiante requiere (Hapki).
El Hapkido cubre una
amplia gama de situaciones realistas y
ataques. Usted aprenderá a evitar que su
atacante le haga daño, aprenderá a tomar
ventaja de los puntos débiles de su atacante
y aprenderá como tomar control de la
situación.
El Hapkido le da al
estudiante una sólida base en diferentes
formas de defensa, y enraiza la estrategia
de esa defensa en principios dinámicos,
físicos y naturales. Esto le da al
estudiante un marco sólido en el cuál se
desarrollan las habilidades para que no sean
tomados por sorpresa en situaciones reales
de defensa.
Está diseñada para
permitir que el artista marcial pueda
someter rápidamente a su oponente quitándole
al atacante la habilidad de causar daño. En
vista de que el Hapkido entrega total
control en una confrontación física y
enfatiza la precisión por encima de la
fuerza bruta, el hapkidoca puede inflingir
daño localizado a un oponente evitando
inflingir daño involuntario.
Por esta razón, es muy
popular en el sector de seguridad privada y
agentes de fuerza pública alrededor del
mundo. Pero, debe quedar claro que el
Hapkido también le permite al estudiante
aplicar fuerza extremadamente poderosa e
incluso letal si fuera absolutamente
necesario como en una confrontación de vida
o muerte. El énfasis primordial de arte es
en defensa personal practica.
El Hapkido es un arte
marcial, no un deporte. El objetivo del
Hapkido es dominio completo de si mismo, no
de otros.
Una vez que usted aprenda
Hapkido será capaz de defenderse en casi
cualquier situación. El Hapkido le ayudará a
desarrollar fuerza, flexibilidad, fuerza de
voluntad, disciplina y confianza que le
brindará una mejor calidad de vida.
Cuáles son los beneficios de entrenar hapkido
GIMNASIOO
OLIMPO
Analizamos este arte marcial que engloba y
combina las técnicas de otras como el judo o
el aikido; por lo que parece es el deporte
de moda para nuestros hijos
Aunque
sus orígenes son muy antiguos, el hapkido ha
cogido mucha popularidad en los últimos años.
No solo como una técnica de defensa personal, sino
también como un ejercicio completo para el cuerpo y
la mente. A continuación, veremos mejor lo que es el
hapkido y cuáles son sus beneficios a la salud.
¿Qué es el hapkido?
EL AIKIDO
La
vía de la armonía
Se le puede denominar también "Filosofía en
movimiento"; el aikido es sin lugar a dudas una de
las artes marciales qué mas enfatizan la dimensión
del espiritu de las artes marciales. Su fundador,
Morihei Uyeshiba, también conocido como O-Sensei
(Gran Maestro), fue un autentico santón místico
capaz de aunar artes marciales y espiritualelidad en
una misma armonia. Aikido significa literalmente "Via
de Unificación con la Energia Universal", nombre
que resume toda la filosofía panteista de este arte
marcial.
La
idea fundamental del Aikido es la no-resistencia, al
igual que en las técnicas no hay que utilizar la
fuerza, sino sólo tu energía,porque siempre hay
alguien más fuerte que tu, pero NADIE usando la
fuerza puede derrotar a tu energía. La postura de un
aikidoka ante un agresor es siempre defensiva, lo
cual no excluye que éste ante un ataque se anticipe,
pero nunca toma una postura ofensiva, por esto se
dice que es difícil ver luchar a dos aikidokas,
puesto que los dos esperan el ataque del contrario,
además de porque en la filosofía del aikidoka no
entra la violencia, incluso cuando lucha no emplea
la violencia, simplemente repele la agresión sin
fuerza.
En este sentido las palabras de Morihei Ueshiba son
muy ilustrativas: "La verdadera vía de las
artes marciales no consiste solamente en neutralizar
al enemigo, sino más bien en dirigirle de tal manera
que, voluntariamente abandone su espíritu hostil."
Morihei Ueshiba.
El
hapkido no debe ser confundido con un deporte o con
una clase funcional de gimnasia. Su objetivo no es
ofrecer un cuerpo más musculado o proponer una
competición por puntos. Se trata de un arte
marcial que involucra una notable disciplina y
valores éticos, para lograr una efectiva
defensa personal.
Se
origina en Corea, a mediados de 1948, y tiene como
fundador a Choi Young Sul. Su objetivo ha sido
generar una ciencia aplicada que pudiera ser
transmitida como una disciplina real de
auto-defensa. De esta manera, todas las
técnicas y estilos de ataque empleados se dirigen a
lograr la supervivencia del practicante.
Para
ello, el hapkido enfoca sus métodos en el
manejo efectivo de puntos de presión y
articulaciones. Combinando movimientos
defensivos y ofensivos, el individuo debe ser capaz
de inhabilitar el atacante rápida y eficazmente. Y
cada posible lesión es programada y ensayada para
garantizar que el individuo pueda defenderse de
forma segura.
En su
método educativo, el hapkido combina
estratégicamente diversos principios de otras artes
marciales seculares. Entre ellas,
encontramos el Kárate, el Judo, el Aikido, el Kung
Fu y el Tae Kwon Do. También toma algunas técnicas
de manejo de armas del Kumdo y del Ninjutsu.
El equilibrio cuerpo-mente: la base del hapkido
La
ejecución de sus métodos puede provocar lesiones
serias y, en casos extremos, tener consecuencias
para la salud del atacante. Por ello, su práctica no
debe ser encarada como un método de control de peso
o tonificación de músculos. Recuerda que se
trata de un arte marcial y no de un deporte.
El
objetivo de sus técnicas es anular el ataque y
controlar al agresor de forma eficaz para garantizar
la supervivencia. En todo momento, se trata de
evitar lesiones innecesarias o incentivar conductas
agresivas.
El aprendiz del hapkido deberá trabajar su
autoconfianza y su autocontrol para emplear los
métodos de forma responsable, segura y profesional.
Caso contrario, la práctica se vuelve peligrosa para
él y todos en su entorno.
Por
ello, la mente del alumno debe estar en buen
estado, igual que su cuerpo. Las enseñanzas
de la disciplina deben ser comprendidas y asimiladas
antes de ser empleadas. De esta forma, las
capacidades cognitivas, emocionales y sociales deben
estar en sincronía perfecta con la fortaleza física.
Beneficios de la práctica de Hapkido
Como
todo arte marcial, el hapkido incluye no
solo una intensa preparación física, sino también un
trabajo de equilibrio entre mente y cuerpo.
El conocimiento sobre las diferentes técnicas de
defensa personal implica una enorme responsabilidad
y el cuidado de valores éticos esenciales.
Los 8 Pumses
Taeguk y los 9 Pumses del Cinturón Negro