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         La nutrición artificial, enteral o
    parenteral, se inicia cuando las expectativas de tratamiento son buenas y
    la situación de desnutrición es manifiesta. En los casos en los que la
    perspectiva positiva no es clara, pero la localización del tumor impide la
    ingesta oral también se debe emplear, y de hecho, todos los protocolos de
    soporte nutricional para enfermos oncológicos lo contemplan. La elección de la vía enteral o
    la parenteral depende siempre de la funcionalidad del tracto
    gastrointestinal. Siempre que se pueda se debe elegir la nutrición enteral
    que actualmente suele estar enriquecida con arginina, glutamina u otros
    nucleótidos que protegen el tracto gastrointestinal. Además está modificado
    el aporte graso. En la actualidad se tiende a utilizar ácidos grasos
    omega-3 u omega-6. 
     En ambos casos, parenteral y
    enteral, es necesaria una monitorización para el control del paciente,
    siempre que se pueda se debe hacer ambulatoria. La nutrición enteral es la de
    elección en los pacientes con anorexia, tumor activo, y con pocas
    expectativas de curación. Parece que no se aconseja
    emplear nutrición parenteral en los pacientes con pocas expectativas de
    curación. Sin embargo, en aquellas
    situaciones en las que aún siendo críticas, las expectativas de curación
    existen, la nutrición parenteral está muy aconsejada. Casos claros son los
    de trasplante de médula ósea y otros tratamientos similares que requieren
    el establecimiento de un protocolo de nutrición muy concreto.   |