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Así como una alimentación poco acertada
puede aumentar el riesgo de formación de tumores cancerigenos, la
naturaleza nos ofrece una gran variedad de alimentos que pueden actuar como
protectores. Cereales integrales, frutas y verduras frescas son los que con
mayor probabilidad nos mantendrán lejos de padecer esta enfermedad. Veamos
porqué:
A pesar de que los estudios con
animales no han aportado evidencias claras, se da a la fibra, a diferencia
de los dos grupos anteriores, un papel como protectora frente al cáncer. Se
sabe que la fibra acelera el tránsito intestinal por lo que el tiempo que
están en contacto los posibles elementos tóxicos con el tubo digestivo es
menor y, por lo tanto, se reduce el tiempo para poder atravesar la barrera
del tejido intestinal hacia otros órganos y sistemas. También se conoce que
la fibra "atrapa" determinados compuestos, por lo que quedan
incapacitados para pasar a través del intestino al resto del organismo y/o
para realizar alguna función en los tejidos del propio intestino.
A la fibra se le atribuye
efecto protector:
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Por un
mecanismo de secuestro de metabolitos potencialmente cancerígenos.
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Por acelerar el
tránsito gastrointestinal haciendo menor el tiempo de contacto de algunos
metabolitos con el tejido (mucosas) intestinal.
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La mayor parte de las vitaminas
estudiadas actúan como protectores, si bien en estudios recientes se ha
comprobado que algunos tumores utilizan vitaminas para su crecimiento. A
continuación destacamos las principales vitaminas y minerales que
intervienen de una forma decisiva en la prevención del cáncer, así como los
vegetales más ricos en ellas.
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Vitamina A y carotenos: La vitamina A se encuentra en
cantidades importantes en muchos vegetales de consumo cotidiano,
generalmente en forma de betacarotenos (sustancia precursora o
provitamina A), como es el caso de las zanahorias, albaricoques,
boniatos, patatas dulces, espinacas, brecol, melón, etc. También la
podemos extraer de huevos, productos lácteos e hígados de peces y
animales.
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Entre las funciones que realiza en el
organismo, podemos destacar su efecto trófico y protector de los epitelios
(piel y mucosas), participando en la barrera defensivo-inmunológica de
estas estructuras, por lo que se le atribuye un efecto preventivo frente a
la posible aparición de cánceres de boca, estómago, colon, bronco-pulmonar
y de cuello uterino. Algunos estudios han comprobado que el tratamiento con
retinoides sintéticos disminuye en un 50% las recurrencias del cáncer de
vejiga.
Los betacarotenos actúan atrapando radicales libres y
moléculas de oxígeno libre que son compuestos tóxicos y cancerígenos y de
ahí su efecto protector. Diferentes estudios intentan demostrar su
capacidad preventiva contra el cáncer de pulmón, porque su efecto protector
se plasma en la defensa sobre la pared epitelial. Algunos autores afirman
su efecto de reversión sobre células ya sensibilizadas a tumores, es decir,
los betacarotenos pueden conseguir que los tumores disminuyan de tamaño.
Ver
fuentes
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Vitamina C o ácido ascórbico Se le atribuyen propiedades
antioxidantes, inhiben la formación de nitrosaminas. Se ha utilizado con
éxito en el tratamiento de algunos tumores de intestinos (pólipos y
adenomas). Se ha comprobado experimentalmente que inhibe la formación de
nitrosaminas (cancerígenas). También algunos estudios sugieren la
posibilidad de tratamiento con ácido ascórbico para algunos tipos de
cáncer (vejiga, pulmón, etc).
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Los alimentos con una mayor riqueza en esta vitamina son
las frutas (cítricos, caquis, kiwis...) y las hortalizas (pimientos,
perejil, coles, cebolla...) frescas y crudas. Se destruye en parte por
efecto del calor (cocción) y del almacenamiento prologando. De ahí la gran
importancia nutricional que tiene tomar vegetales crudos en las comidas y a
diario, ya que, como otras vitaminas hidrosolubles, apenas se acumula en
nuestro organismo y éste la precisa continuamente. Su gran capacidad para
captar oxígeno (efecto antioxidante) le permite combatir y neutralizar los
dañinos radicales libres presentes en nuestro cuerpo. Por este motivo, la
vitamina C está especialmente indicada en la prevención del cáncer, sobre
todo en los del aparato digestivo.
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Vitamina E:
Junto con el selenio, se ha asociado esta vitamina con la prevención de
la enfermedad fibroquística y el cáncer de mama. Al ser un antioxidante,
su principal papel protector se realiza neutralizando los cancerígenos
que actúan sobre los cromosomas (fase inicial de una tumoración). Los
efectos de esta vitamina pueden potenciarse con el selenio (Knet 1998).
La acción conjunta de ambos elementos tiene un gran efecto protector
sobre la célula ya que se dificulta la peroxidación lipídica. Sin
embargo, esta peroxidación se ve favorecida por los ácidos grasos
insaturados, por lo que se postula que la relación entre el cáncer y la
vitamina E puede estar mediada por los lípidos de la dieta.
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La vitamina E se encuentra en muchos
alimentos, entre los que destacan los cereales integrales (especialmente en
el germen), soja aceites vegetales, verduras y hortalizas de hoja verde, frutos
secos, etc. No tolera bien las temperaturas altas, por lo que es preferible
tomar estos alimentos crudos.
La vitamina E (tocoferoles) refuerza el sistema
defensivo-inmunitario. Además, junto con la C y los betacarotenos actuan neutralizando
los radicales libres. En concreto, los tipos de cáncer cuyo riesgo se ve
más reducido al consumir vitamina E son los de pulmón, páncreas y cuello de
la matriz. Incluso se ha comprobado que la vitamina E reduce el crecimiento
de algunos tumores tipo sarcomas. La acción de estas tres vitaminas, junto
con el selenio, se ve potenciada cuando actúan juntas.
Las vitaminas C y E también protegen al organismo del
efecto carcinógeno de algunas sustancias, como las peligrosas nitrosaminas.
Realmente combaten con bastante eficacia el desarrollo de cánceres en
estado incipiente, lo que ha hecho que se las denomine "agentes
bloqueantes o supresores" con respecto al cáncer. Es importante
recordar que gran parte de los enfermos oncológicos tienen niveles bajos de
vitamina C en su organismo.
Ver fuentes
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Selenio:
Algunos estudios han presentado resultados que le asocian con una
disminución del índice de cáncer. Protege contra la oxidación de los
tejidos. Actúa inhibiendo la síntesis de DNA. Los resultados de algunos
estudios muestran cómo en los pacientes oncológicos, los niveles de
selenio son bajos.
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Ver fuentes
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Vitamina D:
Ejerce su acción a través del metabolismo del calcio. Existe una relación
inversa entre el cáncer de colon y la ingesta de calcio. Algunos estudios
epidemiológicos han presentado resultados en los que la ingesta adecuada
de leche y calcio se asocia con un menor riesgo de cáncer. El mecanismo
de acción parece que es mediante la formación de burbujas del calcio con
los ácidos grasos que atrapan metabolitos carcinogénicos. Se ha intentado
relacionar a esta vitamina con la disminución del riesgo de cáncer de
colon ya que actúa como transportador de calcio a través del intestino,
lo que beneficia la defensa de las células.
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Se encuentra en numerosos pescados
(sobre todo en el hígado), en la yema de los huevos y en los productos
lácteos. Como el resto de vitaminas liposolubles, se acumula en el hígado y
en otros órganos, por lo que si se toman excesivas cantidades (preparados
farmacéuticos) puede llegar a ejercer efectos tóxicos.
Se sospecha que la vitamina D produce cierto efecto
anticancerígeno en hueso, riñón y dientes. En animales de experimentación
se ha observado una acción protectora frente a leucemias y cánceres de
colon.
Los rayos ultravioletas de la luz solar activan la
provitamina D presente en la piel y la transforman en vitamina D, que
posteriormente es absorbida por el cuerpo. La exposición moderada al sol
con nuestro cuerpo desnudo es un factor de salud muy importante. El
problema es que en los últimos años se ha abusado del tiempo de exposición
y eso es perjudicial para la piel, ya que acelera su envejecimiento y se
desarrollan una cantidad considerable de cánceres de piel (efecto
acumulativo de exposiciones al sol a lo largo de los años).
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Zinc:
Parece que bajos niveles de Zinc se relacionan con un aumento de índice
de tumores producidos por nitrosaminas y concretamente con el cáncer de
esófago. El Zinc actúa favorablemente en el sistema defensivo del
organismo. Su presencia unida a las vitaminas A, C y E es fundamental en
la prevención del cáncer.
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Acido Fólico:
Interviene en la formación de los ácidos nucleicos (DNA y RNA),
portadores de nuestras características hereditarias. Su interés reside en
su efecto protector o fortalecedor de los cromosomas del núcleo celular,
defendiéndolos de la acción de virus nocivos. En estudios con animales de
experimentación, se ha comprobado que su carencia favorece el desarrollo
de tumores de intestino grueso (colon), hígado y cuello uterino.
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Está presente en las hojas de los vegetales, tales como
espinaca, lechuga y otras hortalizas, así como en los garbanzos y en los
cereales integrales. Por el contrario, la carne es pobre en esta vitamina,
a excepción de hígados y riñones (vísceras que acumulan residuos
procedentes de la alimentación, como mínimo artificial, del ganado). Es una
vitamina muy sensible a la luz y al calor y al ser hidrosoluble se disuelve
fácilmente en el agua de la cocción, otro motivo para tomar alimentos
crudos.
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Niacina: Es un potente inhibidor de la
degeneración celular. Esta vitamina pertenece al grupo B (vit. B3) e
interviene en el metabolismo de carbohidratos, grasas y proteínas. La
contienen los cereales integrales, guisantes, aguacates, higos y ciruelas
pasas, entre otros.
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Los agentes fitoquímicos, sustancias
naturales presentes en las plantas (ajo, tomate, piña...), tienen por
misión defender o proteger a la plantas contra agentes patógenos que
pudieran perjudicarlas. Dichas sustancias impiden la activación de los
peligrosos oncógenes (presentes en nuestras células) responsables del
cáncer. Son en definitva agentes con poder anticancerígeno presentes en una
gran variedad de frutas y hortalizas.
En 1992 se comprobó que el sulforafano,
presente en el brécol,
en la coliflor y en otras hortalizas activan
determinadas enzimas que combaten a los agentes promotores y a los
cancerígenos iniciadores.
Por otra parte, vegetales como los tomates, pimientos verdes, piñas y fresas contienen
ácidos clorogénico y p-cumárico que combaten la formación de las peligrosas
nitrosaminas en el estómago.
El ajo
y también la cebolla contienen compuestos sulfurados que
activan una serie de enzimas capaces de neutralizar agentes cancerígenos.
Las coles (repollo) y los nabos tienen P.E.I.T.C., que al igual que el
ácido elágico presente en las uvas, fresas y frambuesas, ejercen un efecto protector del material genético
celular, por lo que actúan contra los procesos de carcinogénesis en nuestro
organismo.
La soja
contiene genisteína que, según muestran estudios con animales de
experimentación, evita la formación de los vasos sanguíneos (angiogénesis)
que precisa el tumor para nutrirse, cuando éste empieza a formarse.
El té verde (no fermentado) puede ayudar a mantener
el cáncer a raya por sus propiedades anticancerígenas. Científicos del
Instituto para la Investigación del Cáncer de Japón aislaron la
epigadocatequina galato (EGCG), sustancia química a la que hacen
responsable del efecto anticancerígeno. Esta sustancia desaparece en el
proceso de maduración por el que el té verde se convierte en té negro, que
es el que habitualmente consumimos en occidente. Se piensa que la tradición
de beber té verde puede ser el motivo de que el cáncer de pulmón sea raro
en Japón, ya que los japoneses fuman igual que los occidentales.
Y apartándonos ligeramente del
mundo vegetal, los doctores Rafter, Rowler y Perdigon han presentado
recientemente estudios que relacionan el consumo regular de Yogur con potenciales efectos
anticancerígeneos, especialmente en el cáncer de colon. Las propiedades
anticancerígenas del yogur pueden explicarse a partir del efecto que
ejercen las bacterias probióticas en el metabolismo de carcinógenos en el
intestino al suprimir la absorción intestinal de estos compuestos y por la
activación del sistema inmunitario, que también promueve un efecto
beneficioso en casos de infección vírica o bacteriana.
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